La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
LAS OBJETOS VIEJOS Y OLVIDADOS DE UNOS SON LOS TESOROS DE OTROS
Los coleccionistas y vendedores de antigüedades son rescatistas de la historia. Muchos artículos pasan de mano en mano a lo largo de los años y llegan a convertirse en verdaderas joyas
El conde de Montecristo, del autor francés Alexandre Dumas, es una joya de la literatura, de eso no hay duda. La historia ubica a la novela como una de las mejores de todos los tiempos. Una copia del libro, destruido casi en su totalidad, llegó a las manos del costarricense Guanser Alpízar hace tres años; él lo compró en una venta de garaje en Moravia, pero lo que nunca se imaginó es que ese libro, que alguien no quiso y por el cual pagó unos cuantos colones, le traería una gran bendición para él y su familia.
Alpízar lo compró con el fin de rescatar algunas de las imágenes que traía el libro, porque las páginas tenían bordes de oro. “La idea era zafar las páginas que estuvieran en mejor estado y montarlas en un cuadro para venderlas como adorno. Cuando estaba revisando las páginas salió del libro un billete muy extraño, era un billete con fecha de emisión del 1. ° de abril de 1899.
El billete de cinco pesos pertenece a una emisión especial que se realizó ese año gracias a un préstamo que le hizo el Banco de Costa Rica al Gobierno para crear un fondo destinado a la defensa nacional ante el posible rompimiento de relaciones con Nicaragua. En realidad son unos pagarés de montos por cinco, diez y 20 pesos que se pagaban en moneda acuñada de plata.
“Se utilizaba para que los soldados de guerra pudieran cubrir sus necesidades según lo había dispuesto el Gobierno”, comentó Alpízar.
Este billete, que por casualidad le llegó a las manos a Alpízar, se convirtió en un verdadero tesoro para él y su familia, además de una “bendición económica”, según las palabras de Alpízar.
Cuando Alpízar publicó la foto del billete en redes sociales comenzaron a llegarle ofertas para comprárselo. Un hombre en Guanacaste le ofreció una considerable suma de dinero y Alpízar accedió. El negocio estaba prácticamente hecho cuando un coleccionista de amplia experiencia lo contactó, le preguntó por el precio acordado con el comprador y, al darse cuenta del monto, inmediatamente le recomendó no venderlo por ese precio y le ofreció una suma en dólares muchísimo más importante que la primera oferta.
“El billete se consiguió de una manera muy sencilla, muy linda, muy agradable. Gracias a esa experiencia que tuvimos pudimos darnos a conocer mucho más porque el billete ha sido una de las mejores piezas de colección que hay en el país y fue muy bien vendido”, comentó Alpízar.
Este es un pequeño ejemplo de cómo un artículo que para una persona no tiene ningún valor, para otra se convierte en todo un tesoro, sobre todo si es especialista en antigüedades. Los coleccionistas y los vendedores de antigüedades en nuestro país son rescatistas de la historia tanto de Costa Rica como del mundo.
El coleccionismo de antigüedades se convirtió en un negocio de nicho muy especializado que, con el paso de los años, conquista a muchos. Muebles, monedas, billetes, adornos, artículos de hierro, documentos, juguetes y cualquier otro objeto que sea
“viejito” se convierte en una joya coleccionable, siempre y cuando tenga características que lo ubiquen como tal, como, por ejemplo, los años que tenga de existir, la historia que hay detrás o el estado en el que se encuentre.
Guanser es esposo de Karina Cabrera y padre de tres jovencitas de 15, 13 y 11 años, trabaja como guarda de seguridad en una escuela en Desamparados y ajusta sus quincenas con la venta de antigüedades, actividad a la que llegó por casualidad.
“Empecé reciclando junto con mi esposa. Íbamos a lugares a recoger artículos para reciclar y Dios nos dio una mano buena. Poco a poco fuimos consiguiendo objetos de oro, plata y bronce, y decidimos alquilar un espacio en el Mercado de las Pulgas, en San José. Hicimos clientes a los que les gustaban nuestros artículos y nuestro negocio porque vendíamos barato.
Así empezaron a llegar otros artículos muy bonitos, como álbumes antiguos con fotografías y hasta tuvimos una carta firmada por el expresidente Federico Tinoco desde su
exilio en Francia, en la cual le decía a su general que los ticos éramos malagradecidos y le encargaba que, por favor, tratara de limpiar su nombre”, recordó Alpízar.
Este vendedor aprovecha su tiempo libre para ir a diferentes partes del país a comprar artículos que le puedan servir en su negocio. Contó que tuvo en su poder una volanta de finales de 1800 que se la compró a un colegio en Curridabat y que se la vendió al dueño de un casino. También tuvo la oportunidad de comprar unas fotografías de Pepe Figueres llevando a una de sus hijas (no precisó a cuál) a su matrimonio, vendió también fotos del Holocausto y un reloj antiguo que habían traído al país desde la sala de redacción del periódico The New York Times.
Alpízar sigue yendo todos los fines de semana al Mercado de las Pulgas; ahí es donde realiza sus negocios.
NEGOCIO FAMILIAR
“Hicimos clientes a los que les gustaban nuestros artículos y nuestro negocio porque vendíamos barato.
Así empezaron a llegar otros artículos muy bonitos como álbumes antiguos con fotografías y hasta tuvimos una carta firmada por el expresidente Federico Tinoco”.
Guanser Alpízar
vendedor
Así como empezó Alpízar en el negocio de la venta de antigüedades, hay muchas otras familias que se han dedicado a restaurar artículos, recuperar objetos y venderlos a los coleccionistas.
Este es el caso de los esposos John González y Lisa Pérez, quienes desde hace 15 años comenzaron en las lides de este negocio. Ellos son los dueños de Antigüedades Lysa y John, tienen una sede en San José centro y recientemente abrieron una sucursal de su tienda en Zapote (diagonal a Casa Presidencial) en una casa estilo victoriano de 1870.
Este fue el lugar que visitamos para conocer sobre la historia de estos vendedores de antigüedades, que encontraron en este negocio una oportunidad para sacar adelante a su familia y para ayudar a conservar la historia de Costa Rica.
Según comentó Lisa, sus principales clientes son los costarricenses y los artículos que compran y venden los consiguen en el país; ellos no se desvelan por mandar a traer objetos fuera de nuestras fronteras.
“Empezamos desde cero. John tomó la decisión de vender los artículos que él coleccionaba porque de repente se vino abajo su negocio como contratista. Vendió los artículos que había guardado durante muchos años y, al poco tiempo, conseguimos un espacio en el Mercado de las Pulgas. Primero vendíamos artículos bonitos y luego artículos muy bellos, las personas nos conocieron, empezamos a interactuar con vendedores y coleccionistas que nos contactaban para comprar sus objetos”, recordó Pérez, quien es venezolana pero hace más de 20 años vive en Costa Rica y aprendió por su trabajo a amar la historia costarricense.
El negocio fue creciendo hasta que decidieron poner su propio local, y ahora tienen ya su segunda sucursal.
Parte importante de la venta de John y Lisa son restos de estructuras, así como lo lee. Esta categoría incluye ventanas, puertas y hasta pisos de edificios que han sido demolidos. Todo esto empezó por la pasión de Lisa por la arquitectura de nuestro país.
“Somos rescatistas de todo lo que son artículos de demolición, compramos para vender pero con el fin de que estos objetos no terminen en una chatarrera o en la fogata de alguien. El mercado más importante que manejamos es el costarricense; el tico salva la historia de su propio país y eso es algo que me impacta, me causa una gran admiración”, afirmó la vendedora.
En la casa de Zapote, Lisa y John conservan artículos muy particulares y tan diferentes entre sí que ir a visitarlos es como entrar a un museo histórico. Cada objeto
tiene detrás de sí una historia increíble, muchas llenas de sentimentalismo.
En la visita pudimos conocer, por ejemplo, dos esculturas de fibra de vidrio de tamaño real que llaman la atención de los curiosos en la calle. Una es de Marilyn Monroe en su famosa pose con el vestido blanco y la otra es de, nada más y nada menos, Elvis Presley tocando su guitarra y moviendo las caderas. Marilyn y Elvis reciben a los clientes en el jardín de Lisa y John. El precio de cada una es de ¢5 millones, pero más allá de la intención de venderlos, las figuras tienen la misión de atraer clientes a la tienda y vaya que sí lo logran, porque muchos entran encantados con solo verlos.
Adentro de la tienda se pueden encontrar colecciones de loza, cajas de música de diferentes formas, lámparas, pinturas, muebles de época restaurados y artículos de trabajo de siglos pasados.
Por ejemplo, hay dos farolas de máquinas de vapor parisinas. Pérez contó que son de los siglos XVI y XVIII y que funcionaban con aceite de ballena. También tiene una bitácora naval del siglo XVII, este es un aparato que en su interior cuenta con una brújula y registraba los viajes de los barcos en aquella época; también funcionaba con aceite de ballena.
¿Cómo certifican que estos artículos son reales y no copias? Pérez explicó que ella y su esposo han adquirido mucho conocimiento con el paso de los años, pero no son expertos en todo tipo de artículos (mucho menos por la amplia gama de objetos que les llegan), pero que han aprendido a revisar lo que compran para asegurarse de que no son réplicas.
“En el caso de las farolas tienen todas las características internas, todo el sistema operativo; las réplicas solo vienen con el ‘caparazón’. En su interior traen sus placas con las fechas de fabricación y el nombre del fabricante”, explicó. Reconoce que en algunas ocasiones tienen que buscar ayuda de personas especializadas como peritos o coleccionistas. En estos casos hay que invertir un pago para la revisión.
Estos esposos también se dedican a “pescar” sus tesoros. Ellos viajan constantemente por el país, a cualquier lugar donde los llamen para valorar algún artículo antiguo. Van mucho a casas de familias que, por alguna razón, van a dejar de vivir ahí y se necesitan deshacer de algunos artículos. También pasa cuando alguien se va a vivir fuera del país como, por ejemplo, cuando los llamaron para venderles unos medallas que pertenecieron al expresidente de Costa Rica Teodoro Picado (entre 1944 y 1948).
Según Lisa y John, una de las medallas de 24 quilates y enchapada en porcelana se la obsequió el papa Pío XII a Picado, mientras que la otra la recibió el exmandatario de un zar ruso. De acuerdo con la historia que contaron, estas medallas estaban en posesión de Fernando Soto Harrison, uno de los colaboradores más importantes de Picado.
“John se las compró a una señora que dijo que las medallas eran de su difunto esposo y que ella se iba a ir del país, así que no quería llevarse nada”, contó Pérez. En el mercado internacional este tipo de medallas (porque no son únicas) tenían en el momento de la venta un precio de $3.500 aproximadamente. Se las vendieron a un coleccionista. “Esas medallas no duraron ni media hora en la tienda”, recordó John.
En sus 15 años en el negocio han visto verdaderos tesoros históricos. Cuenta John que han tenido en su tienda artículos históricos de gran relevancia como una maqueta del Teatro Nacional. También han exhibido un escrito en papel de ropa firmado por el conquistador español Juan Vázquez de Coronado y un documento de un juicio que le realizaron al rey indígena Pablo Presbere, ambos con los sellos de la Inquisición, según explicó González.
GUARDIANES
Hace más de 20 años, Antigüedades El Pilar es otro rinconcito que se encarga de resguardar la memoria de Costa Rica. Esta tienda también es un negocio familiar que se encarga de preservar la historia del país con la compra y venta de este tipo de artículos.
Bianca Serracín y Alberto Navarro son socios y fueron esposos. Ellos siguieron con el legado del papá de Alberto en esto del negocio de las antigüedades y desde hace dos décadas que aprenden, día a día, sobre cada uno de los objetos que tienen a la venta.
“Trabajar con la historia es muy enriquecedor. Hay una retroalimentación constante de parte de los clientes hacia nosotros y al revés. Aprendemos sobre los artículos, dónde y cómo se adquirieron y lo que rememoran quienes nos los venden. No se trata de
”El mercado más importante que manejamos es el costarricense. El tico salva la historia de su propio país y eso es algo que me impacta, me causa una gran admiración”.
Lisa Pérez
vendedora
vender un artículo porque sí, hay que saber la época en la que fue creado o qué estilo es -si neoclásico, art déco, art nouveau, victoriano o rococó- porque todo ubica a los artículos exactamente en una temporada histórica mundial y la individual de cada país”, explicó Serracín.
Visitar la tienda El Pilar es hacer un viaje al pasado dirigido por Bianca y Alberto. Ellos no solo se encargan de vender o comprar los artículos; también se toman su tiempo para hablar de cada objeto, no importa si es una escultura o una moneda. Cada producto tiene sus secretos y ellos están encantados de contarlos para darles más valor.
Por ejemplo, hablar con Bianca sobre muebles va mucho más allá de saber qué estilo de diseño tienen las piezas que venden. Ella se toma su tiempo para explicar el proceso de construcción y sabe los tipos de maderas que se usaron en su elaboración.
“Si nos ubicamos en la época de 1900, que estaba en boga el art déco, hay muebles robustos que eran adquiridos por las personas de más dinero en el país.
Los que podían mandaban a hacer los juegos de muebles completos con maderas preciosas como la caoba. En esos tiempos no había mucha consciencia sobre la deforestación, y los muebles se hacían grandes; ahora, las pulgadas de la madera las cobran como si fueran oro, justamente por el problema de la deforestación”, explicó.
“Se ve mucho la diferencia de la construcción de los muebles entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, porque los muebles se fueron achicando no solo en el tamaño sino en el grosor, porque había que rendir la madera. Después de las guerras se nota más la variación porque es cuando vienen los muebles un poco más de línea recta y estilos minimalistas”, agregó.
La variedad es uno de los puntos altos en El Pilar. Allí se puede encontrar de todo, desde artículos de arte religioso hasta esculturas de bronce, cobre o madera. “La situación ha cambiado mucho en estos 20 años, antes había más disposición a usar muebles antiguos, ahora no tanto porque, aunque son muy bellos, son muy grandes y no caben en las casas o apartamentos. Nosotros nos adaptamos al cambio y apostamos también por los artículos de decoración porque siempre hay campo para un adorno”, afirmó.
De acuerdo con la experta, muchos de los objetos que llegan a su tienda tienen un valor sentimental que los convierte en verdaderos tesoros. “Algunas veces llegan artículos religiosos que son unos trabajos de escultura muy lindos y que no llegan a la tienda, pues se quedan en casa. Hay muchas piezas que no vale la pena venderlas porque el dinero pasa y un artículo como esos puede que no los vuelva a ver más en la vida”, dijo.
La filosofía de Serracín y Navarro es la de comprar artículos como si fuera para ellos mismos.
“Hay objetos que no se venden porque no tienen alma, porque no tienen un por qué o porque no identifican a una persona o una historia. He visto personas que empiezan a temblar cuando encuentran un artículo en especial, muchas veces dicen que es con lo que soñaron durante toda su vida o que les recuerda a algún objeto que tenían en la casa de sus abuelos. Esto va mucho más allá que un valor económico”, afirmó Serracín.
EL PRECIO
¿Cómo ponerle precio a la historia? Es algo muy difícil y en eso concuerdan nuestros entrevistados.
Para Pérez de Antigüedades Lisa y John el precio se basa mucho en el costo de adquisición de la pieza, de lo que ellos como compradores pagaron versus el precio en el mercado; pero todo se trata de una negociación.
“No es una tasación fácil porque no es un artículo al que se le pone un precio como a la leche o al arroz. Es una negociación personalizada, no es impuesta. Cada producto tiene una historia detrás en la que hay amor y cariño; siempre le decimos al cliente que le ponga el valor y negociamos. Eso sí, hay que recordar que todos estos son artículos de segunda”, explicó Pérez.
En el caso de Alpízar, que es un comerciante más pequeño, él concuerda en que el precio es un tema de acuerdo común tanto para quien le vende como para quien le compra. “Con el tiempo he empezado a aprender más del mercado, sé que hay algunas personas que se aprovechan, pero yo no soy de ese tipo. Me he asesorado y he estudiado, tengo el apoyo de personas importantes que saben sobre colecciones y antigüedades”, dijo.
“La historia es invaluable, pero el precio que ponemos es de acuerdo común porque un artículo vale por el aprecio que tiene el dueño”, agregó Alpízar.
“Son verdaderos tesoros y en muchos casos, invaluables. Siempre se da por medio de una negociación con el dueño original del producto y a partir de ahí intentamos ponernos de acuerdo porque se valoran los materiales del artículo, las condiciones en las que se encuentra o si es útil todavía o si se trata de algo para decorar. Se va quitando y agregando precio. Es algo muy interesante”, concluyó Serracín.
“Hay objetos que no se venden porque no tienen alma, porque no tienen un por qué o porque no identifican a una persona o una historia. He visto personas que empiezan a temblar cuando encuentran un artículo en especial”. Bianca Serracín
vendedora