La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
Evento internacional
Carara y Corcovado.
“En Costa Rica tenemos 14 de los 16 ecosistemas que existen en el mundo, pero no siempre los aprovechamos. Es posible levantarse en la mañana y montarse en el carro en San José, a las 4 a. m., y llegar a la boca del río Tárcoles a las 5 a. m., para ver la migración de lapas, además de todas las aves costeras y migratorias que es una población gigantesca de especies”, explicó Ortega sobre las posibilidades que ofrece nuestro país para los amantes de las aves.
“Ese mismo día se puede pajarear en el parque nacional Carara y, al mediodía, después de haber visto unas 150 especies de aves, salir hacia Monteverde para ver aves de bosque nuboso hasta las 5:30 p. m. Ya ahí tenés otros cientos de aves en la lista, de las cuales el 80% de las que se vieron en Monteverde no se van a ver en Carara y viceversa”, agregó el especialista.
El perfil de personas que eligen la observación y fotografía de aves como un pasatiempo formal se caracterizan por tener ingresos altos y más del 90% son graduados universitarios. “Hemos podido detectar profesiones que van desde chef hasta astronautas. Además, por lo general, en el extranjero los observadores de aves comienzan esta actividad después de los 50 años. En Latinoamérica el fenómeno es muy diferente, ya que se empieza desde los 15 años, o incluso antes, a observar aves como un hobby”, detalló Ortega.
La abundancia de especies en nuestro país facilita que la observación de aves se inicie desde una edad más temprana, aunque con un abordaje más de aficionado. Sin embargo, es una semilla que se siembra y que podría florecer en un futuro, aún con más seriedad, exprimiendo todo lo que Costa Rica tiene para ofrecer en ese campo.
Para Ortega, el avistamiento de aves experimentó un parteaguas en el 2008, pues la revolución tecnológica que experimentó la industria de las cámaras fotográficas vino a cambiar muchas cosas. En ese momento las digitales pasaron a ser superiores a las análogas y eso abrió, literalmente, un mundo de posibilidades. “Ahora todos quieren tomar fotos, quieren tener su colección privada con los pájaros que han visto y compartirlas”, afirmó.
Las redes sociales, además, se han convertido en un motor para atraer a más personas a esta actividad. En ese sentido Ortega contó una anécdota, recordando que en 1978 se vio el primer pelícano blanco en Costa Rica, que es muy diferente del pelícano pardo que se ve en todas las playas.
“Es como comparar una camioneta con un tráiler, pues en relación a tamaños, la diferencia es enorme. En el año 98, en Parismina, vi una pareja de pelícanos blancos y la reporté, pero como éramos tan poquitos los observadores de aves se quedó solo como un dato científico. En ese momento no existían ni redes sociales ni celulares, así que
no trascendió a más”, rememoró Ortega.
Sin embargo, ya para el 2015, la respuesta fue muy distinta. “En Caño Negro vi un grupo de 69 pelícanos blancos e inmediatamente lo posteé en las redes sociales. Al otro día, a las 5 a. m., ya había gente que vivía en San José y en Alajuela, quienes se habían puesto de acuerdo para salir en la madrugada para Caño Negro. Hay un gran nivel de competencia, de deseo, afición y pasión por ver las cosas”, relató.
Otro de los aspectos favorables de realizar este tipo de actividad en nuestro país es que se puede hacer a lo largo de todo el año.
“Costa Rica es impresionante en ese sentido, tal vez el mes de mayo es un poco más bajo, pero igual siempre se pueden ver aves en todas partes. La migración comienza desde mediados de agosto, con setiembre y octubre como los puntos más altos, mientras que los picos más altos de turismo empiezan en diciembre y se extienden hasta mayo, cerrando en julio con el mercado europeo”, resaltó Ortega.
EXPLORAR COSTA RICA
El cantón de Garabito tiene el mayor número de especie de aves por kilómetro cuadrado de toda Centroamérica, más incluso que el Darién, en Panamá, que es considerado como el Amazonas de Centroamérica. Este dato hace que Garabito sea una zona clave para las personas que deseen iniciarse en este pasatiempo.
“Jacó tiene la reputación de que es un lugar solo para fiesta, pero desde hace cuatro años estamos tratando de educar al pueblo sobre la importancia económica que representa esta actividad tanto a nivel local como internacional. Queremos que entiendan la importancia de que Garabito se convierta en el destino primario en este país para las personas que quieren observar o fotografiar aves”, aseguró Ortega.
Al pensar en turistas de aves, quizá la primera imagen que se viene a la mente es una pareja de norteamericanos mayores con binoculares, chaleco con múltiples bolsillos y un sombrero. Sin embargo, ese concepto ha cambiado mucho con los años.
“Hay un mercado nacional grande y es bastante interesante porque se basa mucho en redes sociales. Por ejemplo, hace un tiempo una señora tomó una foto de un
cuando hay que repararlos o incluso puede que haya que enviarlo a otro país para su arreglo. Esto puede derivar en quedarse sin binoculares por dos meses y no poder salir al campo, lo cual es bastante frustrante en un país con tanta actividad de este tipo. Su costo puede rondar los
$500 (unos ¢315.000)”, afirmó Ortega.
Otra recomendación es adquirir una cámara fotográfica con un lente mínimo de 300 milímetros, que es el rango necesario para poder tomar una fotografía decente y que se pueda identificar el pájaro.
La gama de aparatos fotográficos es muy amplia, pero lo ideal para principiantes es que sea portátil, que se pueda echar en un ‘bultito’ y así poder cargarla de un lado sin que pese mucho.
Si usted cuenta con bajo presupuesto también existen algunas opciones “Hay cámaras introductorias que ofrecen resultados bastantes buenos y sorprendentes, esas son ideales para comenzar. Más adelante ya puede pasarse a una gama superior”, afirmó el especialista.
Otra opción son los binoculares de flourita, los cuales aumentan la veracidad de los colores porque el ojo humano no puede filtrar la luz ultravioleta. Es como cuando las personas usan anteojos oscuros y luego se los quitan, los colores cambian.
Con respecto a las dimensiones de los binoculares, los más recomendables son los modelos 8x42, 8x30 y 10x40, que son los más estándares que se pueden adquirir en el mercado.
Según explicó Ortega, también están los binoculares de dimensiones 7x35; sin embargo, estos se usan menos porque el pájaro se ve muy largo y se tiene una visión de campo gigantesca. “Esos se usan mucho en África y en las sabanas australianas o norteamericanas, porque lo que quieren es ir viendo a lo largo y después irse acercando al sujeto”, diferenció.
Asimismo, también puede optar por un telescopio, cuyo costo puede ir desde los $500 hasta los $4.000. No sobra conseguir un trípode, portar una guía de campo o descargar una aplicación para la observación de aves. Por ejemplo, Ortega desarrolló el app ‘Birding Field Guides’ para aves de Latinoamérica, que está disponible solo en inglés.
EN LA MIRA
De las más de 900 especies que se pueden observar en Costa Rica, hay algunas que se destacan entre las más apetecidas.
Las especies endémicas son las que atraen a la mayoría de los visitantes extranjeros, ya que solo acá las pueden observar, mientras que las aves coloridas también destacan en su lista de más buscadas.
“Las endémicas son las que se encuentran en un hábitat muy restringido a nivel local, como Centroamérica o propiamente de Costa Rica. En otras palabras, existen aves que solo se encuentran en nuestro país y que no se pueden ver ni en Nicaragua ni en Panamá, pero también hay especies que se encuentran en todo el Caribe, pero llegan hasta Panamá, y no se encuentran en Colombia ni en México. También hay especies endémicas de zonas altas y zonas bajas”, resaltó el empresario turístico.
Los tecnicismos son de vital importancia para este sector turístico, ya que quienes lo practican saben muy bien lo que andan buscando y en donde lo pueden encontrar.
“Las lapas verdes y rojas son muy buscadas, sobre todo por su potencial a ser extintas debido a la cacería y deforestación. Lo mismo pasa con el quetzal, por ser el ave más majestuosa del hemisferio, pero también se destacan aves endémicas como sean colibrís, trogones, pájaro sombrilla o pájaro campana, entre otros”, aseguró Ortega.
En resumen, a nivel fotográfico, las aves más apetecidas por los turistas son: quetzales, lapas verde y roja, pájaro campana, pájaro sombrilla, jabirú, espátula rosada, colibrí de manglar, trogones, manakines y bobos, según el experto.
Mientras que para los observadores las aves más buscadas son las endémicas, quetzales, colibrís, manakines o saltarines, bobos, trogones, trepadores y las aves rapaces de día o de noche.
¿Cuáles son sus aves preferidas?
Si necesita más razones para incursionar en esta apasionante actividad, recuerde que nuestro país le ofrece más de 900 buenos motivos para unirse, un ave a la vez, a una de las tendencias de turismo con mayor potencial en el mundo.
“Costa Rica ocupa el segundo lugar más importante del planeta en cuanto a aves migratorias, se calcula que por los cielos de Costa Rica pasan entre setiembre y noviembre unos 300 millones de aves”.
Randall Ortega Nature Group Costa Rica
Yolobón es el segundo hijo de la familia Fernández Quintero. No habla, tampoco usa pañales o va a la escuela, aunque sí necesitó de cariño, constancia y valentía de sus padres para verlo crecer sano y fuerte.
Se convirtió en la respuesta a muchas preguntas e incertidumbres del matrimonio venezolano conformado por José Alejandro y Susana, quienes en 2013 llegaron a Costa Rica decididos a quedarse. Esa era la única alternativa, y cuando apostaron todo por un sueño transformado en helados, tener éxito se convirtió casi en obligación.
Susana creció “comiendo pejibaye” y saboreando los antiguos “guaritos”, gracias a una marcada influencia de su abuelo materno, quien era oriundo de Cartago.
Ese vínculo tan marcado terminó por convencerlos de su nuevo destino cuando decidieron salir de Venezuela, aunado a que su mamá, Sandra Viada, ya tenía algunos meses radicada aquí.
“Llegar a Costa Rica para mí fue, primero, conectar con la familia que tenía. Conocer realmente el país y, después, pensar en ese gusanito y ganas de emprender, pero era algo desconocido”, recuerda Susana.
La primera pregunta fue: ¿Qué hacemos? Emprender siempre llevará temores y estos aumentan cuando se intenta en un país que no es el propio.
Alejandro era empleado de una trasnacional y viajaba cada 30 días a Asia. La estabilidad económica estaba, pero ellos anhelaban más tiempo en familia, sobre todo cuando Allan, su primogénito, venía en camino.
Con cuatro meses de embarazo y muchas ganas, Susana se dedicó a ir a los supermercados y los famosos ‘mercaditos’ de productos nacionales, con la intención de explorar y observar la oferta, sin tener claro qué querían hacer.
Pasaron por muchas ideas, detectaron una oportunidad
Reconocidos por sus ingredientes
naturales y saludables, los Yolobón fueron el reinicio de una familia de inmigrantes, que justo por su origen e historia todo lo hace
a conciencia
y luego se centraron en algo que todavía hoy sigue siendo fundamental en su negocio: exponer la riqueza hallada en Costa Rica y crear un producto natural y saludable.
Siendo el país productor y exportador de infinidad de frutas y, al mismo tiempo, gran consumidor de helados, no había nada más qué decir. Se ‘echaron al agua’ sin saber absolutamente nada del negocio, pero sí convencidos de que en los supermercados no había oferta de helados sin azúcar, veganos y libres de alérgenos.
Si leemos esas tres características ya más de una persona podría estar arrugando la cara y preguntándose dónde está la gracia de un helado así. Susana y su familia definitivamente hallaron la respuesta.
PRUEBA Y ERROR
La casa de los Fernández Quintero se convirtió en un laboratorio, donde se probaron ingredientes y se hicieron diferentes combinaciones, algunas que incluso nunca salieron a la luz.
“No teníamos capital pero empezamos pequeñito, compramos un carrito en México y un tanque para congelar, muy rudimentario. Así vendíamos en las ferias del agricultor”, menciona Susana.
La jornada se iniciaba a las 5 a. m. porque debían cumplir con el horario, aún sabiendo que nadie compraría un helado a esa hora. Lo más temprano, recuerda, fue a las 6:30 a. m.
Pasaron por las ferias de
Pavas, Escazú y finalmente en Santa Ana, donde tuvieron mayor receptividad y se mantuvieron durante 14 meses. Ese tiempo entre puestos de frutas, verduras y hortalizas terminó siendo el examen para entender si su producto tenía futuro.
Hoy eso lo saben mejor cuando visitan los principales supermercados del país o cuando hacen entregas a domicilio.
“Entrar al primer supermercado fue bonito y de mucho aprendizaje. Cuando presentamos el helado el precio era alto, porque el volumen era muy pequeño, y recuerdo que una vez en trastienda unas personas nos decían: ‘ay señora, eso no se va vender’. Cualquier cosa nos dijeron, pero si uno se pone a escuchar desde los miedos de las otras personas, no se hace nada”, cuenta Susana entre risas.
Por ese mismo pensamiento ella fue la única persona que apoyó la decisión de su esposo de renunciar al empleo y meterse de lleno en el negocio. Era dejar un salario mensual para seguir “apostando”.
Las manos de Susana y su
mamá ya se hacían insuficientes, sobre todo cuando Yolobón quería ofrecer algo más allá del helado. Su idea siempre fue reforzar la identidad y valores con acciones concretas.
Hubo (y todavía hay) mandamientos intrínsecos en cada paleta, los cuales son evidentes durante la visita hecha a su fábrica, en Santo Domingo de Heredia.
El primero es la inocuidad. Claro, se trata de un alimento, pero la exigencia sobre esta característica marca su camino y crecimiento, tanto así que actualmente están buscando una certificación internacional de inocuidad alimentaria.
“Con esta norma vamos a garantizar a clientes actuales y futuros que trabajamos con todo el cuidado, bajo estándares internacionales. Nos gusta la impecabilidad en el proceso, siempre estamos en mejora continúa y si queremos competir en el mercado internacional tenemos que tener una garantía”.
Así de grandes suenan los anhelos de una empresa que regularmente visita a sus principales proveedores de productos, en su mayoría pymes costarricenses, con principios similares a los suyos. No solo les gusta tener la trazabilidad de los insumos, conociendo quiénes cosechan las frutas que luego estarán en los helados, sino también es una forma de compartir con otros emprendimientos.
“Nos gustaría saber todo, de cuál tierra viene, qué tipo de fertilizantes. Por ejemplo, quisiéramos que toda la fruta fuera orgánica certificada, pero entendemos que es un reto grande para los agricultores. Trabajamos con los que utilizan los fertilizantes más naturales y estamos con ellos, ayudándonos todos”.
De ahí se desprende su compromiso con el medio ambiente, aunque al mismo tiempo reconocen tener pendientes. El más visible es que cada helado viene en una bolsa plástica y ese material aún no se recicla en Costa Rica.
Hacerlo requiere de tecnología costosa que está entre las metas a futuro. Mientras tanto, intentan informar a sus clientes cómo pueden desechar ese tipo de material de forma correcta.
Eso sí, enfocarse solo en el empaque sería un error. Cuando pensamos en ser responsables con el medio ambiente lo primero que se viene a la mente es separar residuos y reciclar, pero en medio de una fábrica donde hay alimentos también existen otros factores.
“En nuestro caso, por ser una planta vegana, no tenemos ningún ingrediente de origen animal, no trabajamos con leche de vaca, entonces el problema de las aguas residuales es menos grave. Sin embargo, al trabajar con mucho coco, el agua que desechamos no puede ir al alcantarillado y tampoco directamente a la planta de tratamiento donde está la fábrica. Entonces tuvimos que invertir en un sistema de pretratamiento para preparar esa agua y que llegue a la planta sin crear el impacto en el alcantarillado”.
Los desechos orgánicos, que son la mayoría para esta empresa, se convierten en abono y alimento para animales, gracias a una alianza con la Universidad Nacional (UNA).
“A veces decimos, podríamos tener menos problemas si nos preocupamos menos por esas cosas, pero queremos que la huella que dejemos sea lo menor posible”.
Lo que sí quieren dejar muy marcado es su aporte a la sociedad, sobre todo en poblaciones vulnerables y más específicamente, en inmigrantes.
DOS NACIONES
Desligar su pasado a su presente es imposible. En Venezuela está parte de su corazón y Costa Rica se convirtió en el lugar donde pudieron empezar de nuevo, dejando crecer sus ideas y dando trabajo a otras personas.
Incluso, los trámites burocráticos de los que muchos ticos nos quejamos, ellos los describen como “normales”.
Por esa relación tan evidente es que están sensibilizados con personas que al igual que ellos debieron dejar su tierra, muchas veces sin ninguna otra opción.
Hace un par de años asistieron a una feria de empleo organizada por la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y el Ministerio del Trabajo, donde hallaron a dos de sus actuales colaboradores”.
“Un venezolano y una nicaragüense que son supervisores y están en la empresa desde hace dos años. Para nosotros es muy gratificante tener la posibilidad de brindar una plaza de trabajo digna que cubra sus derechos laborales, y queremos mantenernos así.
No es casualidad, sino parte de su filosofía. Por eso cinco de las diez personas que conforman su planilla son inmigrantes y también la mitad son mujeres.
El caso es que Yolobón ya es un hijo con cualidades propias, determinadas con el pasar del tiempo y el gusto de su público. Pero siempre recordando que no solo se trata de verse y saber bien, sino también de aportar al país en el que sus padres encontraron más oportunidades que en su tierra natal.
ALeslie Howle se le humedecen los ojos cada vez que cuenta la historia del perezoso Ricky. La vulnerable criatura, por motivos que se desconocen, llegó electrocutada al centro de rescate animal que ella dirige, con quemaduras en casi todo su cuerpo.
“Ricky es un perezoso adulto que sufrió quemaduras tan fuertes que tuvimos que tenerlo arrollado y ponerle anestesia para poder hacerle la limpieza cada dos días. Fue un programa de recuperación larguísimo”, recuerda esta estadounidense, quien fundó el Toucan Rescue Ranch, ubicado en
San Isidro de Heredia.
“Por dicha no tuvimos que amputar, porque a veces nos toca hacerlo. En el caso de él las quemaduras eran tan grandes y el dolor tan fuerte, que se estaba deprimiendo demasiado. Un día, por fin, logramos sacarlo para que recibiera aire y sol”, agregó Leslie.
Sin embargo, todavía faltaba mucho camino para lograr que Ricky se rehabilitara por completo. Un día el perezoso empezó a presentar convulsiones, lo que aumentó las preocupaciones entre el equipo que lo atendía.
Leslie, quien es terapista ocupacional, empezó a investigar para tratar de entender el origen de la convulsiones. Así se percató de que algunos pacientes humanos, que han sufrido quemaduras muy serias, pierden mucho calcio y
“Uno de los casos de éxito más recientes es el de Oatmeal (Avena), una perozosa de dos dedos que llegó bastante quemada. Hace unos días la vimos en un árbol comiendo tranquila”. presentan el mismo síntoma que aquejaba a Ricky.
“Llamamos a una doctora en Estados Unidos para ver cómo podíamos lograr que Ricky tuviera más calcio en su dieta y nos recomendó que les pusiéramos pastillas encima de la comida. Así fue cómo pararon las convulsiones”, relata con emoción.
El animalito siguió evolucionando bien y todo indicaba que iba a poder reintegrarse a su ambiente. “Un día yo le dije: ‘Ricky, yo le prometo que aunque sea una sola noche, yo lo voy a poder sacar al árbol de almendro que tenemos en la finca donde hacemos liberaciones’. Y bueno, por fin llegó ese día”, agregó conmovida.
Dicho y hecho, a Ricky lo llevaron a la finca. Primero lo trasladaron en una jaula, aunque a decir verdad no le fue muy bien porque se le
Perezosos huérfanos, aves en recuperación e inquietos monos están esperándolo en el Toucan Rescue Ranch, un centro de rescate de vida silvestre. A media hora de la capital, los visitantes pueden conocer el lugar y apoyar su labor por medio de ‘tours’ educativos quedaban pegadas las uñas. Luego lo pasaron al árbol y ahí se quedó durante 15 días mientras seguía recuperándose.
Asimismo, le pusieron un collar para poder rastrearlo. De esta forma pudieron observar que el perezoso, cada día, se iba más y más lejos dentro de la finca. Incluso, Ricky llegó hasta un potrero al otro lado de la propiedad.
“Una vez me llamaron los voluntarios porque la señal del collar se había perdido o no estaba trabajando bien. No estaban seguros dónde estaba. Entonces me pidieron que fuera a ver un perezoso que estaba al otro lado de la finca, para ver si era Ricky. Me fui con las botas y llegué al palo, estaba completamente dormido y le digo: ‘Ricky, ¿es usted o qué?’, de inmediato se despertó y me miró. Tenía un
pedazo de labio que le faltaba de un pleito muy viejo y me miraba. Les confirmé que sí era Ricky”, relató.
Leslie recuerda que, en esa ocasión, tuvieron que quedarse debajo del árbol esperando que bajara, pues había que instalarle un nuevo rastreador para seguir monitoreándolo. “Pero él todavía está en la finca. Va y viene, cómo dos o tres veces al año lo vemos y ya está bien, todo recuperado”, resaltó.
Así como a Ricky, esta organización altruista trabaja en el rescate de diferentes especies silvestres de nuestro país, entre ellos loros, lapas, búhos, tucanes, monos, tigrillos, un tolomuco y hasta una nutria.
El centro, ubicado a media hora de San José, está abierto al público y ofrece tours para educar a la población sobre la protección de las especies animales. Asimismo, hace un tiempo el Toucan Rescue Ranch recibió la certificación 2021 de parte de TripAdvisor, como una de las mejores experiencias que pueden realizar los turistas tanto nacionales como internacionales.
AMANTE DE LOS ANIMALES
Nacida en el estado de Nevada, Estados Unidos, Leslie Howle siempre sintió una conexión especial con los animales. Esa relación se fortaleció cuando su padre se trajo a toda la familia a vivir a Costa Rica, mientras él era uno de los pioneros del ecoturismo en Nosara, Guanacaste.
En esa localidad, Leslie creció y asistió a la escuela. Allí aprendió a hablar español, idioma que domina a la perfección.
Luego la familia se devolvió a Estados Unidos, pero el amor por nuestro país la hizo volver como turista años después. En ese segundo encuentro con Costa Rica, Leslie se enamoró de las lapas y empezó a soñar con hacer del país su residencia. “Regresé porque era mi segundo hogar y ya tengo 18 años de estar de vuelta”, resaltó.
En aquel tiempo, Leslie empezó a colaborar con un
centro dedicado al rescate de las lapas, lo que la llenaba de alegría por ver el gran trabajo que se hacía con estos animales. Estas aves, usualmente, llegaban al refugio luego de permanecer en cautiverio.
Gracias a su participación en ese proyecto, pronto se dio cuenta de que las lapas estaban bien cuidadas pero que habían muchos otros animales que no tenían la misma suerte. En ese instante se le ocurrió la idea de abrir su propio centro de rescate, en el 2004.
“Las lapas están bien protegidas y no me necesitan a mí. Había otros animales que sí necesitaban ayuda y nadie le estaba poniendo atención como los tucanes o las loras que llegaban producto de los decomisos por las nuevas leyes. Entonces me dije que era mejor servir a los animales haciendo algo diferente, por lo que abrimos el centro de tucanes, para aves en general que necesitaban ayuda”, explicó.
Aunque su enfoque original eran aves, pronto empezaron a llegar todo tipo de animales. Por ejemplo, al centro de rescate ingresaron búhos, que aunque son aves, son completamente diferentes porque comen carne. Posteriormente, la lista no paró de diversificarse.
Las nuevas especies obligaron al personal de Toucan Rescue Ranch a investigar sobre la historia natural de todas las especies que les llegaban, para tratar de reinsertarlos en su ambiente.
La mayoría de los animales que reciben en el Toucan Rescue Ranch son traídos por funcionarios del Minae, que los decomisan a todo lo largo y ancho del territorio nacional. También les llegan por medio de vecinos de las distintas localidades y de los cuerpos de bomberos. “Nos llegan animales de Turrialba, de Cartago, de Osa y recibimos montones de animales de Guápiles y San Carlos”, asegura Leslie con satisfacción.
Cuando llega un nuevo animal, en caso de ser necesario, lo primero que se hace es brindarle los primeros auxilios. Se hace la valoración con un examen médico por parte de los veterinarios del centro
“Si están electrocutados y están superquemados, como pasa con los perezosos y también con los búhos, puede ser que se queden aquí seis meses o hasta un año. Otros, como un pájaro que se lastimó un ala, pero no está quebrado, solo necesita no moverse por un tiempo y se queda solo un mes”. y luego se elabora un plan para determinar si es posible su reinserción.
Cada caso es diferente, si se determina que el animal puede ser devuelto a su hábitat tras su recuperación, se coloca en un área separada a la que los visitantes no tienen acceso. En primer lugar este procedimiento se aplica porque la ley así lo determina y, en segundo término, para que los animales no se acostumbren a la interacción con los humanos.
Leslie, además, ha utilizado su experiencia como terapista ocupacional para adaptarla a su trabajo con los animales, además de que tiene un grupo de colaboradores capacitados.
“Es un poco diferente, pero es como rehabilitación, entonces hay casos que es como trabajar con alguien que le ha dado un derrame y no puede usar alguna parte del cuerpo. Hay que estar haciendo ejercicios, trabajar con el balance y todo lo que se pueda hacer para que tengan una vida normal. Es igual con los animales, hay que ir paso a paso, hasta que ya están preparados para ser liberados”, explicó.
Por su parte, los animales que no van a poder reintegrarse a la naturaleza, son colocados en un área llamada Santuario, que es la que los turistas pueden visitar en los tours para conocer sus historias, aprender sobre cada especie y contribuir a su cuido.
“En el Santuario es dónde hacemos los programas de educación y donde los visitantes pueden ver toda clase de animales, desde un búho que le falta un ala, un pie o un ojo, a animales que están acostumbrados a las personas y que no podemos soltar”, explicó Leslie.
Uno de los logros más satisfactorios para Leslie ha sido el programa de huérfanos, en el que atienden a toda clase de animales. Este es todo reto, porque hay que evitar que se acostumbren a la interacción con los humanos.
“Al principio, al Minae le habíamos dicho que solo podíamos trabajar con perezosos adultos, para su recuperación, pero no con bebés. Sin embargo, luego me trajeron
una recién nacida, la aceptamos y posteriormente nos felicitaron porque éramos los únicos en el Valle Central en recibirlos”.
Esa primera bebé fue Millie, quien se ha convertido en la ‘estrella’ de Toucan Rescue Ranch, donde llegó después de quedar huérfana. Ella fue la encargada de abrir la senda para todos los bebés de su especie, ya que demostró que era posible sobrevivir lejos de su hábitat.
Actualmente Millie, con su belleza y ejemplo, es la responsable de educar a los visitantes sobre la importancia de proteger a los animales.
Durante la visita de
Revista Dominical al Toucan Rescue Ranch se observó a crías de perezosos en distintos niveles. Por ejemplo están Thessa y Tallulah, dos bebés que pasan arropados y con calefacción para simular la piel de su madre. Además se conoció a un trío de ‘adolescentes’ perezosos, que ya son más independientes y que cada día están más cerca de ser liberados.
El Toucan Rescue Ranch funciona gracias a las donaciones que reciben y por medio de los fondos que recogen por los tours y campañas que se hacen en internet. No reciben ningún fondo del estado, a pesar de que la mayoría de animales que reciben son entregados por el Minae.
De hecho, la directora lamentó el hecho de no poder recibir a todos los animales que les llegan a entregar, ya que no dan abasto y no les pueden dar el trato adecuado.
“A veces tengo que decir no, porque no damos abasto, tampoco podemos llenarnos tanto de animales si no vamos a dar el cuido adecuado. Es un balance que cuesta porque es terrible decirle que no a una persona, pero al menos puedo referirlo con otros lugares”, anotó Leslie.
EXPERIENCIA INVALUABLE
Los tours del Toucan Rescue Ranch tienen diferentes enfoques. En la página www. toucanrescueranch.org usted puede encontrar información sobre los recorridos, en los que se puede conocer de cerca la labor de rescate que efectúan en el centro y aprender sobre las especies que albergan.
Por ejemplo, está el tour ‘Rancho clásico’, que incluye un recorrido de dos horas con un guía, ofreciendo información sobre la vida silvestre, así como datos interesantes y divertidos de cada especie. La entrada es una donación de $15 para mayores de 11 años, así como $7.50 para adultos mayores y niños entre 6 y 10 años. Los niños menos de cinco años no pagan.
También puede optar por ‘Perezosos y café’, una actividad que incluye una caminata educativa de dos horas y media. Además, como su nombre lo indica, podrá disfrutar de un delicioso café y la oportunidad de conocer a Millie -la perezosa-, así como explorar el área del Santuario y observar los distintos animales que alberga: una nutria, búhos, monos y más.
El costo de este paquete es una donación de $62 por persona, para personas de 11 años en adelante. Los niños de 6 a 10 años y adultos mayores deberán donar $32, mientras que los niños menores de cinco años no pagan.
“Además estamos haciendo días de familia los fines de semana y tours de noche porque aquí hay muchas ranas. Además tenemos muchos animales nocturnos, que las personas no van a ver si vienen de día. A la gente le encanta”, explicó la directora. El costo del tour nocturno es de $25 para mayores de 11 años y de $12 para adultos mayores y niños de 6 a 10 años. Los menores de 5 años no pagan.
Incluso, actualmente se están impartiendo tours virtuales, que han ayudado al centro a salir avante en medio de la crisis por la pandemia.
Toucan Rescue Ranch se ubica en las cercanías de San Josecito, en Heredia. Su teléfono es 2268-4041 y el WhatsApp 8953-3735. Los lunes está cerrado.
Para los interesados, Toucan Rescue Ranch cuenta con una cabina para alquiler, donde usted se puede hospedar y hacer un tour de dos días seguidos. Si toma este paquete puede almorzar con la directora del centro, observar cómo se preparan los alimentos para los animales e involucrarse directamente con todo el proceso.