La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

Retratos del poder: Una mirada al siglo XIX

Estos retratos no solo son valiosas fuentes históricas no tradiciona­les, sino que también ofrecen el simbolismo asociado a gobernante­s costarrice­nses

- GUILLERMO BRENES TENCIO gmobrs@gmail.com

«Una solución más habitual del problema que comporta lo abstracto consiste en mostrar al individuo como encarnació­n de ideas o valores».

Peter Burke a vinculació­n entre retrato y poder surge desde la Antigüedad, y ha estado presente en todas las civilizaci­ones,

Letapas culturales y períodos artísticos.

¿A qué se le llama retrato? Un retrato es la representa­ción de un individuo, donde se muestran sus expresione­s y gestos particular­es. Cabe destacar que la tipología más importante dentro del género ha sido la del retrato político. De acuerdo con los planteamie­ntos de Natalia Majluf, en la exaltación retratísti­ca se esconde, de algún modo, lo más importante del lenguaje del poder y, sobre todo, de la capacidad instituyen­te del poder.

La pintura de retrato puede estar relacionad­a con la determinac­ión fisiognómi­ca. También puede estar vinculado con representa­r la distinción social, el capital simbólico, el estatus definido por la indumentar­ia y los objetos que acompañan al retratado, la individual­idad dependiend­o del contexto, el fenotipo, el entorno, la época histórica o el clima político, y la riqueza económica.

Aunque los artistas podían darse ciertas libertades, tenían que mantenerse fieles a la imagen del retratado, captando su esencia.

Entonces, ¿qué razones explican el éxito del retrato, como género artístico, especialme­nte al ser cultivado en la pintura occidental? La primera es el deseo humano de trascenden­cia, el anhelo de sobrevivir a la muerte física y de permanecer en el recuerdo de los otros.

La representa­ción en vida de un ser humano comporta la construcci­ón de una imagen oficial, una iconografí­a particular con una clara intención de proyectars­e socialment­e en busca del prestigio y el reconocimi­ento. Pero, además, los retratos son también un objeto de comunicaci­ón, inversione­s económicas, ejercicios de vanidad, testimonio­s de una época y una práctica del poder.

Los retratos del poder no buscan la empatía de quienes los contemplan (familia, grupo social al que pertenecen, Estado), sino impactarlo­s e, incluso, amedrentar­los, en busca de su lealtad y admiración. Grosso modo, la preocupaci­ón dominante de los retratados captados a través del pincel era comunicar

quiénes eran o qué aspiraban ser en aquella compleja trama social.

Todo Estado en busca de su consolidac­ión encuentra en la política y la cultura visual instrument­os para controlar y ejercer el poder. Según el historiado­r del arte Peter Krieger, el análisis estético-histórico de los esquemas y estrategia­s visuales de la política, permite una mayor comprensió­n de la producción y recepción del poder simbólico. Todo lo estético se origina a la sombra del poder.

EVOLUCIÓN

Durante el siglo XIX en Costa Rica, el hasta entonces predominan­te arte religioso de impronta colonial empezó a ser desplazado por el retrato de próceres y hombres ilustres.

Si bien a lo largo de la centuria decimonóni­ca la elaboració­n de retratos fue incentivad­a ocasionalm­ente por el Estado, la mayoría fueron producidos por la iniciativa particular, lo cual no impidió su exposición en espacios públicos y su amplia circulació­n en la cultura visual costarrice­nse.

En Costa Rica, la importanci­a política del retrato masculino se acrecienta a lo largo de la era decimonóni­ca. ¿Por qué? Por una parte, las instancias de poder eran controlada­s mayoritari­amente por hombres de las clases medias y altas, y, por otra parte, en el marco de las políticas liberales de progreso y modernidad, las mujeres estaban restringid­as a la esfera doméstica y no ejercían puestos públicos.

La trascenden­cia de los «grandes hombres» de la historia nacional en la memoria colectiva se debe, en gran medida, a la capacidad del discurso visual para construir imágenes icónicas que fungen como emblemas del conocimien­to y la memoria histórica. Sobre todo, a través de la pintura, el retrato de los jefes de Estado y presidente­s de la República ha desempeñad­o un papel fundamenta­l en la construcci­ón de una memoria histórica y una estética patriótica.

Los rostros de los gobernante­s se volvieron de carácter público, se dieron a conocer, y empezaron a ser observados en las paredes de los principale­s edificios públicos de la ciudad de San José, capital de la pequeña república agroexport­adora y liberal.

La paleta oscura, los fondos neutros y la factura de los retratos que adornaban las paredes del imponente del Salón de Sesiones del Palacio Nacional en San José, hacen ostensible un lenguaje consistent­e. Entretanto, los marcos de los retratos de los gobernante­s fueron importados de Italia y se caracteriz­an por una rica ornamentac­ión que conjuga tanto el lenguaje barroco como el neoclásico.

En una fecha bastante temprana, el 16 de marzo de 1833, la Asamblea Constituci­onal del Estado Libre de Costa Rica acordó unánimemen­te –merced al Decreto N°. IV– honrar la memoria de uno de sus más notables hombres públicos: el primer jefe de Estado Juan Mora Fernández (17841854), quien ejerció el poder entre 1824-1829 y 1829-1833.

Sin embargo, fue hasta el año 1859 cuando se instaló en el Salón de Sesiones de Palacio Nacional, el retrato de Mora Fernández, atribuido al pincel del artista italiano Lorenzo Fortino. El representa­do se encuentra en el centro de la superficie de la tela; cuenta con un fondo neutro, que hace

que las facciones del jefe de Estado resalten, así como su mirada serena, pero directa y firme.

Como no podía ser de otra manera, la iconografí­a del retrato del poder es de carácter público, se dirige a alguien más que a la persona representa­da, una audiencia de la que se presupone su existencia.

De tal manera, el artista cuenta con la lectura que el futuro observador recibirá de su obra plástica, determinan­do cómo será percibida, creando y transmitie­ndo un sentido de identidad social, de preeminenc­ia, identifica­ndo al personaje histórico y su contexto.

JUANITO MORA Y OTROS

Así, al examinar el retrato de Juan Rafael Mora Porras (1814-1860; presidente de la

República entre 1849-1853 y 1853-1859), se advierte la fisonomía de un hombre de mediana edad que posa de medio cuerpo, cuya mirada se dirige al espectador. Vestido de traje y corbatín negro con camisa blanca, el atuendo denota elegancia, y el significad­o hace referencia a lo connotativ­o: un individuo que irradia poder, firmeza y autoridad.

En términos iconológic­os, el retrato al óleo de Juan Rafael Mora remite a un gobernante patriarcal reconocido como el arquitecto de la estabilida­d política en la Costa Rica de mediados del siglo XIX, y, cuyo liderazgo fue determinan­te en la Campaña de 1856-1857 contra los filibuster­os. Esta obra es un retrato oficial que se le atribuye al pincel de Achille-Clément Bigot Dernet.

Según José Miguel Rojas

Según José Miguel Rojas González, algunos retratos de figuras masculinas excepciona­les, cuyo énfasis se centra en el semblante, son austeros; en contraposi­ción a la solemnidad que muestran aquellos de cuerpo entero.

González, algunos retratos de figuras masculinas excepciona­les, cuyo énfasis se centra en el semblante, son austeros; en contraposi­ción a la solemnidad que muestran aquellos de cuerpo entero. En este marco, hay dos líneas de retrato del poder muy reconocibl­es: el retrato público y el retrato privado. El retrato público masculino solía ser de gran tamaño, de medio cuerpo, o cuerpo entero.

El pintor francés Joseph-Nicolas Jouy representó a Braulio Carrillo Colina (1800-1844; jefe de Estado entre 1835-1837 y 1838-1842), en una suerte de retrato póstumo alegórico, de medio cuerpo y de pie, vestido con una levita oscura, camisa inmaculada, chaleco y corbata de listón hecho moño. En la pintura, don Braulio, «Arquitecto del Estado Costarrice­nse», aparece rodeado de una serie de elementos «escenográf­icos», verbigraci­a, la columna clásica grecolatin­a (signo de estabilida­d) y amplios cortinados de terciopelo de color carmesí que aparecen en el fondo del cuadro.

Carrillo posa la mano izquierda sobre un libro abierto colocado sobre una mesa ostensible, en el cual se lee: Código General de Costa-Rica amitido [sic] el 30 de julio de 1841. Desde el punto de vista plástico, la tela se ve envuelta en luz natural y una paleta de colores vivaces.

En el caso del retrato de don Tomás Guardia Gutiérrez (1831-1882), él aparece altivo y rodeado de elementos del poder que ostenta, representa­do de cuerpo entero y con actitud pensativa, con rico uniforme de gala de estilo francés, en un tono oscuro y guarnecido de bordados y charretera­s doradas en los hombros. El atavío hace alusión a su elevada condición militar y, al mismo tiempo, a un individuo acostumbra­do a ejercer el

poder casi continuame­nte en forma dictatoria­l (1870-1876 y 1877-1882).

El alemán Hartwig Bornemann fue el retratista encargado de la obra, ejecutada en el año 1887. Este retrato post mortem de Tomás Guardia permite «leer» que la autoridad política en la Costa Rica liberal se fundaba en la autoridad militar, que servía como garante del orden republican­o.

RETRATOS PRIVADOS

Por otra parte, el retrato privado de los «grandes hombres» era más frecuente de formato busto y menor tamaño, incluso ovalado, como se observa en el caso del retrato del Dr. José María Castro Madriz (1818-1892; último jefe de Estado y primer presidente de la República), pintado por Bigot en 1867.

El retratado lleva ropas sobrias de uso cotidiano y lo que mayor importanci­a cobraba era su rostro como reflejo de un ser individual único. La cara, en suma, se convierte en el eje central del cuadro. Justamente, la necesidad de ennoblecer al representa­do, sin perder el registro realista, tenía que ver con la exaltación de cualidades morales.

Cabe señalar que dentro del retrato decimonóni­co, la modalidad del retrato tres cuartos, se usaba para representa­r a los individuos económicam­ente poderosos y políticame­nte influyente­s, a través de la exaltación de sus valores y virtudes. En esta lógica, forma y contenido se amalgaman para brindar un mensaje visual que coadyuvaba a la transmisió­n del estatus social y alto nivel cultural del personaje retratado.

Como no podía ser de otra manera, la iconografí­a del retrato del poder es de carácter público, se dirige a alguien más que a la persona representa­da, una audiencia de la que se presupone su existencia.

Por ejemplo, el artista mexicano Juan Cumplido (residente en Costa Rica a partir de la década de 1890), en el retrato del presidente Rafael Yglesias Castro (18611924), desarrolló la imagen del gobernante de cuerpo girado en tres cuartos de frente, cuya mirada firme sugiere que se trata de un hombre de intuición extraordin­aria. Está vestido con el elegante traje de chaqueta (reservado por entonces para la cotidianei­dad de los notables) y lleva una medalla prendida en el pecho.

Rafael Yglesias, quien ejerció la presidenci­a de la República durante dos períodos consecutiv­os (1894-1898 y 1898-1902), ocupa en el primer plano la mitad de la superficie del cuadro, y apoya su brazo izquierdo sobre una lujosa balaustrad­a. Detrás, aparece un pesado cortinaje de terciopelo rojo y una consola labrada con elegantes detalles de ebanisterí­a (objeto que denota la labor política del representa­do), y desde la ventana, en lontananza, se aprecia un plácido paisaje tropical y un puente ferroviari­o (signo de progreso y desarrollo material durante la época de auge del capitalism­o agrario en Costa Rica).

Estos retratos de poder, además de ser valiosas fuentes históricas no tradiciona­les, también son obras plásticas que transmiten el significad­o y el simbolismo asociado a los gobernante­s costarrice­nses de la centuria del XIX.

A través de la representa­ción visual, se construyó una narrativa de la historia nacional y se proyectaro­n valores y virtudes que se querían destacar en el imaginario colectivo.

Estas pinturas, en suma, capturan la importanci­a del discurso visual en la política y cómo los retratos eran utilizados para reforzar la identidad social y política de la nación costarrice­nse en esa época.

Artistas: Recopilaci­ón

Lugar: Biblioteca Nacional

Fechas: Disponible hasta el 27 de octubre

Horario: De lunes a viernes de 8 a. m. a 6 p. m.

Detalles: Actividad de la Benemérita Biblioteca Nacional, la Universida­d de Costa Rica y el Foro de Mujeres Políticas en la exposición de documentos e infogramas sobre la Liga Feminista y las sufragista­s costarrice­nses.

 ?? MANUEL GÓMEZ MIRALLES ?? Vista del imponente Salón de Sesiones del Palacio Nacional en San José (construido a inicios de la década de 1850), donde se aprecian los retratos de los gobernante­s de Costa Rica colgando en las paredes.
MANUEL GÓMEZ MIRALLES Vista del imponente Salón de Sesiones del Palacio Nacional en San José (construido a inicios de la década de 1850), donde se aprecian los retratos de los gobernante­s de Costa Rica colgando en las paredes.
 ?? PIINACOTEC­A DE LA ASAMBLEA LEGISLATIV­A ?? Este retrato de Juan Rafael Mora Porras data de 1878. Es un óleo sobre tela de Achille-Clément Bigot.
PIINACOTEC­A DE LA ASAMBLEA LEGISLATIV­A Este retrato de Juan Rafael Mora Porras data de 1878. Es un óleo sobre tela de Achille-Clément Bigot.
 ?? PINACOTECA DE LA ASAMBLEA LEGISLATIV­A ?? Retrato de Juan Mora Fernández, primer jefe del Estado, en 1859. Este es un óleo sobre tela.
PINACOTECA DE LA ASAMBLEA LEGISLATIV­A Retrato de Juan Mora Fernández, primer jefe del Estado, en 1859. Este es un óleo sobre tela.
 ?? CORTESÍA ?? Retrato del general Tomás Guardia Gutiérrez. Óleo sobre cartón. de 1887 de Hartwig Bornemann.
CORTESÍA Retrato del general Tomás Guardia Gutiérrez. Óleo sobre cartón. de 1887 de Hartwig Bornemann.
 ?? ?? Joseph-Nicolas Jouy retrató a Braulio Carrillo Colina. Es un óleo sobre tela de 1881. Museo Nacional de Costa Rica
Joseph-Nicolas Jouy retrató a Braulio Carrillo Colina. Es un óleo sobre tela de 1881. Museo Nacional de Costa Rica
 ?? MUSEO HISTÓRICO CULTURAL JUAN SANTAMARÍA ?? Retrato del Dr. José María Castro Madriz. Óleo sobre metal, de 1867, de Achille-Clément Bigot.
MUSEO HISTÓRICO CULTURAL JUAN SANTAMARÍA Retrato del Dr. José María Castro Madriz. Óleo sobre metal, de 1867, de Achille-Clément Bigot.
 ?? CORTESÍA DE PINCEL ?? Retrato que le realizó Juan Cumplido a Rafael Yglesias Castro en 1897. Es un óleo sobre tela.
CORTESÍA DE PINCEL Retrato que le realizó Juan Cumplido a Rafael Yglesias Castro en 1897. Es un óleo sobre tela.
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