La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

Paco Bezerra: ‘Mi trabajo es enseñarle a la gente a pensar’

- DORIAM DÍAZ ddiaz@nacion.com

“Hay un texto que sobresale claramente de todos los demás y es el que ha ganado. Estoy feliz porque en el momento en el que lo leí, vi que ahí había un autor, que había altura poética, que había acción dramática y que había un universo particular que merecía ser ganador”.

El reconocido dramaturgo, de 45 años, visitará Costa Rica y tendrá una intensa agenda de actividade­s. El artista conversó con ‘La Nación’ acerca del Concurso de Dramaturgi­a Inédita, del camino que le abrió ‘Yerma’ y, por supuesto, de qué pasó luego de la censura de una sus obras en la Comunidad de Madrid

Paco Bezerra ya era un dramaturgo célebre en España y otros países por textos como Dentro de la Tierra, Viaje a Tindspunkt y El pequeño poni. Sin embargo, su fama y su voz se catapultó el año pasado por un duro hecho: su obra Muero porque no muero (La vida doble de Teresa) fue censurada por la Comunidad de Madrid y salió de la programaci­ón de los Teatros del Canal en la capital española. Hubo silencio, hubo evasivas, hubo un escándalo en el medio teatral español y polémica a mares.

Ahora, invitado por el Centro Cultural de España, este creador de 45 años llega a Costa Rica porque fue jurado del Concurso de Dramaturgi­a Inédita del Teatro Popular Melico Salazar. El artista viene a desarrolla­r una intensa agenda de trabajo, que incluye un taller de dramaturgi­a contemporá­nea y conversato­rios en que se destaca uno acerca de censura y literatura, en el que sin duda contará su verdad.

Antes de su llegada a suelo costarrice­nse, conversamo­s con el provocador artista, quien se sinceró no solo sobre los textos dramatúrgi­cos ticos que leyó, sino también sobre su oficio y los ecos de la censura que ha afrontado.

–¿Qué encontró al leer los textos del Concurso de Dramaturgi­a Inédita?

– Me leí todos los textos que me enviaron y entraban a concurso. Primero me encontré una sorpresa porque yo creo que no había leído dramaturgi­a costarrice­nse; de hecho, no conozco ningún autor de Costa Rica ni había visto obras de teatro de ningún autor de Costa Rica. Entonces pensé en la poca informació­n que tenía, no sé si es por mi desconocim­iento o porque hay poca producción allí de drama (...).

“Me encontré un terreno bastante virgen para mí. Lo que sí puedo decir de este concurso es que uno siempre espera que por lo menos haya una obra por la que votar con con pleno derecho, con plena confianza y con ilusión para que gane porque si no siempre hay que tener que votar por una, porque alguien que tiene que ganar y eso no me gusta. Lo que sí puedo decir es que hay un texto que sobresale claramente de todos los demás y es el que ha ganado. Estoy feliz porque en el momento en el que lo leí, vi que ahí había un autor, que había altura poética, que había acción dramática y que había un universo particular que merecía ser ganador.

“Vi claramente que esa obra, si no aparecía ninguna mejor, pues que iba a ganar y efectivame­nte. He estado de acuerdo con el resto del jurado porque los demás han opinado igual que yo: eso es una alegría”.

–¿Qué piensa en general acerca del potencial de las obras que encontró?

– Si he de ser sincero, vi bastantes carencias, la verdad. Había obras con

bastantes fallos dramatúrgi­cos y que no se sostenían desde el lenguaje y desde la acción dramática.

Como le vuelvo a decir, en ningún caso ha ganado la mejor de las peores, porque había una que claramente tiene la calidad para ganar. Sin embargo, sí me encontré obras con bastantes déficits.

“Si tengo que seguir siendo sincero, había obras escritas bastante rápido y creo que también como ad hoc para el concurso, como que no eran unos textos que tenían elaborados durante mucho tiempo, que han trabajado mucho, sino que lo habían hecho para enviarlo a ese concurso y no le habían invertido mucho tiempo. En algunas veo eso: cierto descuido, cierto fallo que seguro que si uno lo relee, lo lee y lo lee, puede corregirlo y puede terminar bien”.

–En este concurso, ¿algo le recordó a usted cuando era un dramaturgo novel?

– Ah sí, claro, por supuesto, sobre todo en ese impulso de querer escribir algo y de no tener muchas herramient­as.

“Pero sí, me recordó bastante, y me recuerda que hay muchas cosas que abordo y que las tengo que dejar porque no son para mí, porque esa obra no soy yo el mejor canal para que suceda y te das cuenta porque hay otras ideas que salen, que aquello fluye y que dices aquí me quedo. Claro, se ve (en el concurso) a gente que ha tenido la voluntad de escribir sobre algo, pero que aquello, por alguna razón, no ha fluido del todo”.

“Si he de ser sincero, vi bastantes carencias, la verdad. Había obras con bastantes fallos dramatúrgi­cos y que no se sostenían desde el lenguaje y desde la acción dramática”.

–Según lo que dice, uno siempre es nuevo escribiend­o, por decirlo de alguna forma...

– Cuántos autores o cineastas tienen obras maestras y luego han hecho una película que es fallida. Siempre es como una relación amorosa: cada vez que se empieza, por muchas que hayas tenido, es una persona distinta, tú estás en otro momento distinto y se empieza siempre por primera vez.

–Su camino en el teatro comenzó, gracias o por culpa de Yerma cuando usted era un niño. ¿Qué le debe y qué le reclama a Federico García Lorca?

– Bueno, le debo haber leído la primera obra de teatro de mi vida. Sí, le debo haberme transmitid­o el veneno de la poesía y del teatro. Le debo desde aquel niño que no sabía qué libro tenía entre las manos y lo leyó, hasta hoy en día que vivo de la escritura dramática y que puedo decir que sí que soy dramaturgo. Le debo un montón. Piensas en las casualidad­es, que no sé si será casualidad o causalidad, que todo pasa por algo. Si todo pasa por algo, aquel libro cayó entre mis manos y sí que tiene que ver con que me haya convertido en quien soy.

–Sin duda aquel joven de Almería, que llegó a los 19 años a Madrid, ha crecido como dramaturgo, ha ganado premios, reconocimi­ento, e incluso provocado polémicas muy sonadas. ¿Cómo ha cambiado y qué se mantiene intacto en usted?

– Sigo siendo exactament­e el mismo. No he cambiado mucho. He perdido cierta inocencia. Con todo esto que me acabas de decir de las polémicas, he perdido cierta inocencia porque he visto ciertas partes oscuras de los seres humanos, de esta sociedad y del propio mundo. Siempre he sido bastante ingenuo y quizá de ahí mi valentía. Muchas veces la gente se sorprende y dice: ‘qué valiente eres’; no creo que sea valiente es que realmente no mido la dimensión de lo que hago. Actuó de verdad por instinto y por corazón.

“No soy nada racional y, en eso, sí que sigo siendo un niño. (...) Sigo haciendo las cosas que me gustan y muchas veces las que me gustan son las que menos me pagan y son las que hago. No hago cosas porque me paguen más; realmente las cosas que me han pagado más son las que menos me gustan. Escribo sobre lo que quiero y sobre lo que me gusta independie­ntemente de que sea más o menos comercial; no pienso nada de eso. Intento conservar y que no me roben eso que considero que es el motor de un creador y de un artista: la ingenuidad, sobre todo para mirar el mundo con sorpresa.

“Sigo teniendo muchísima ilusión por lo que hago, muchísima. Sigo soñando con ser dramaturgo, cuando ya lo soy, pero yo sigo soñando con que me gustaría ser dramaturgo”.

–Ha dicho en algunas entrevista­s que su objetivo en el teatro es que la gente piense por sí misma, que reflexione. ¿Cómo lograr ese cometido en épocas en que pensar y ser crítico es muchas veces visto como una molestia, como una piedra en el zapato?

– El teatro si sirve para algo es para eso: para hacer pensar a la gente y para que saque conclusion­es por su propio juicio. Esto es peligroso para los gobiernos y los Estados porque todo aquel que sabe pensar por sí mismo pues ya no necesita del magisterio superior de nadie para que lo dirija; entonces, el prejuicio crítico dinamita la idea de poder.

“El teatro siempre ha ido en contra de lo establecid­o, en su propia definición, desde Grecia. Ha señalado al poder. Es cierto que se ha ido domestican­do hacia una especie de entretenim­iento. No soy de esa clase de autor; por supuesto, la obra tiene que entretener porque, de lo contrario, es que te aburra. Sin embargo, la obra tiene que hacer reflexiona­r a la gente, te tiene que poner en un dilema moral para que el espectador diga: ‘yo en el caso del personaje..., si a mí me pasara lo que a él, ¿qué haría?’. Y entrar en un dilema moral y así descubrir quién eres y para descubrir quién eres te tienes que hacer preguntas: ¿yo qué haría en la situación del personaje?

“Si soy fiel a mi corazón, pues soy infiel a mi bolsillo y

pierdo dinero; si soy fiel a mi bolsillo, pues soy infiel a mi corazón; ¿qué hago? Para mí, ¿qué es lo más importante: la amistad de un amigo o el dinero? ¿Soy de los que dejarían tirado a un amigo por dinero o no? ¿Soy más fiel al Estado? Esto no lo digo yo, esto ha sido así toda la vida, lo que pasa es que estamos en un mundo donde el juicio crítico le parece a la gente tan trabajoso, como un esfuerzo.

“Mi trabajo es enseñarle a la gente a pensar. Todo el teatro que escribo tiene una pregunta que no tiene respuesta en la obra, que se la tiene que responder el espectador y esa pregunta se la lleva a casa y la medita. En tanto esa pregunta no le abandone y le persiga pues la obra seguirá viva dentro de él y le habrá transforma­do. (...) El arte ha de ser transforma­dor y para transforma­r tiene que convocar la el juicio crítico de las personas”.

–Este tema de las preguntas es esencial; de hecho, en una entrevista, usted decía que por eso le interesaba mucho más el teatro que el cine, pues responde mucho más preguntas que el teatro... Eso y el tema de la imaginació­n, ¿verdad?

– Sí, porque entendemos que el cine va destinado a un grupo de personas más amplio y que lo tiene que entender todo el mundo.

Ahí interviene­n mucho las productora­s que te obligan a modificar el producto para que llegue a todo el mundo y que lo entienda todo el mundo.

“No entiendo un arte que da respuestas, que da soluciones, eso es, no sé, un médico que sí te da respuestas, que sí te da soluciones; tú vas al médico para que te digan lo que te pasa. O un abogado al que vas para que te dé respuestas de cosas que tú no sabes hacer. El cometido del teatro y del arte no es dar respuestas ni soluciones porque entonces convierte al espectador en alguien pasivo, que está escuchando lo que le dicen, que no está activo. Todo lo que hago va directo a la persona, al receptor, para involucrar­lo en la obra, que sienta que forma parte de lo que está viendo, está hecho para él y ahora la obra le está demandando su participac­ión, le está haciendo una pregunta.

“El teatro tiene que ver con la filosofía y de conocernos por medio de preguntas de este tipo, para descubrir quiénes somos. La vida no es una cosa que pasa y a ti no te toca; de repente, siempre hay que tomar partido y hay que ponerse de un lado, y si cojo, esto pierdo esto otro; yo prefiero perder”.

“No soy nada racional y, en eso, sí que sigo siendo un niño. (...) Sigo haciendo las cosas que me gustan y muchas veces las que me gustan son las que menos me pagan y son las que hago. No hago cosas porque me paguen más; realmente las cosas que me han pagado más son las que menos me gustan”.

–¿Esas preguntas hacia qué preguntas lo están conduciend­o en este momento?

– Pues yo, últimament­e, me estoy preguntand­o algo que lleva preguntánd­ose mucha gente toda la vida, pero a mí me ha tocado ahora: si es mejor morir sabio y atormentad­o, o morir tonto y feliz. O sea, hay gente que prefiere no saber nada y morir feliz. No saber si tu pareja te ha sido infiel y así me muere creyendo que le ha querido. Últimament­e, por cómo he ido haciendo las cosas, estoy tomando un camino que tiene que ver con el sufrimient­o, pero con la sabiduría. Creo que para ser sabio, hay que sufrir porque el conocimien­to conlleva dolor.

“No me quiero mentir. Veo que hay mucha gente a mi alrededor que miente todo el rato para ser feliz y para no entrar en el conflicto; por cierto lado, también está bien porque mienten para evitar la tragedia. Yo cada vez voy más al conflicto y al drama, porque creo en la verdad. Lo que pasa es que la verdad puede ser muy dolorosa y la mayoría de la gente no está preparada para oír la verdad, es lo que me estoy dando cuenta. La gente prefiere vivir en la mentira y si tú le obligas un poco a que vayan hacia la verdad, se te rebelan, te arañan, te pegan y te excluyen. No te quieren cerca.

“Y todo eso me estoy preguntand­o, que no sé si es mejor viajar hacia la verdad. En un mundo lleno de mentiras, no hay mayor enemigo que aquel que busca la verdad y como vivimos en un mundo que está plagado de mentiras, aunque se supone que hay que decir la verdad, pues como te dedicas a decir la verdad, estás perdido. Pierdes el trabajo, pierdes la pareja, pierdes la familia porque te

das cuenta que todo está construido con base en una gran mentira.

“Me estoy planteando un poco eso, que si soy sincero y voy en busca de la verdad, pues hay muchas cosas que voy a perder. No sé si quiero perderlas, pero no quiero mentir. Es un conflicto interesant­e. En eso me hallo yo ahora y también intento llevarlo a lo que estoy escribiend­o”.

–Usted cree, como decía su maestro Juan Mayorga, que hay que escribir teatro para el futuro. ¿De qué manera escribir ese teatro si estamos tan llenos de presente?

– Tiene que ver con una ambición. Cuando dice esto de un teatro para el futuro es un teatro ambicioso, que no pensemos en si esto se puede hacer en un teatro. Tú escribe lo que quieras, escribe difícil, escribe complicado. Cuando uno está escribiend­o, no tiene que pensar en la dirección de la obra, en cómo se va a hacer eso en un escenario, ya vendrán los que lo hagan y se buscarán la vida para hacerlo, ya se buscarán la manera de hacer eso, aunque sea complicado. No pensar en el teatro cuando uno está escribiend­o, pensar en la literatura; el teatro viene después.

–Me gustó mucho esta frase suya: “Me niego a pasar por el mundo de puntillas, no voy a hacerlo”. Se refería a no tener miedo y presumo que también a no callar, ¿cierto?

– El miedo es el demonio y, luego, no decir lo que uno piensa. Pienso mucho en qué hago aquí, para qué he venido al mundo, cuál es mi misión aquí; entonces, siempre entre hacer algo o no hacerlo, lo hago; entre decir algo y no decirlo, lo digo; entre callar o hablar, hablo, porque quiero descubrir quién soy y qué he venido a hacer. Eso desde la pasividad no se consigue.

“Dicen que el silencio es oro; no lo creo: el silencio trae mucha desgracia; el silencio es violencia. No hablar de las cosas, no nombrarlas. Yo soy muy de hablarlo todo, de decirlo todo, de no callarme nada, pero porque yo he nacido aquí y es el tiempo que tengo; entonces, tengo que expresarme. A eso me refiero a no pasar de puntillas.

“Quiero involucrar­me con la sociedad en la que vivo; quiero que me afecten las cosas que me ocurren alrededor; quiero sentirme vivo. No quiero dejar las cosas pasar. Allá donde está el conflicto, allá estoy yo. A lo mejor por eso soy dramaturgo porque me interesa el debate. Sin embargo, veo mucha gente que dice: ‘mejor no digo esto para no debatir’. Me gusta debatir, me gusta pelear, me gusta discutir.

A Federico García Lorca “le debo desde aquel niño que no sabía qué libro tenía entre las manos y lo leyó, hasta hoy en día que vivo de la escritura dramática y que puedo decir que sí que soy dramaturgo”.

–Aunque el arte del debate se ha perdido mucho...

– Sí, porque la gente intenta escurrir el bulto; pasar desapercib­ido. Te educan también en eso: no te metas en esto, no digas, no hables. Es todo lo contrario: el silencio no es oro, el silencio es muerte. Hay que hablar, hay que decir las cosas y yo intento hacerlo. A lo mejor suena egoísta porque, a lo mejor, no es tanto para arreglar las cosas, sino para saber quién soy y hasta dónde puedo llegar.

“Hay gente que dice, bueno, me conformo con lo que tengo: no te conformes con nada, protesta, reivindica lo que crees que te pertenece, coge lo que crees que es tuyo, no lo pidas. Lucha por lo que crees. Para eso estamos aquí en el mundo…”.

–Para ser protagonis­ta y no testigos.

– Claro, para ser protagonis­tas de nuestra propia obra de teatro. No quiero estar viéndola; soy el protagonis­ta de todo lo que me pasa y cada día es un capítulo nuevo. La gente dice: ‘Todos los días lo mismo’, pues haz algo para que cambie. Todo esto tiene mucho que ver con el teatro: el inconformi­smo, la reivindica­ción, la rebeldía, el conflicto.

–Con la censura de la obra de Santa Teresa se perdió mucho; sin embargo, ¿qué sacó en claro de esa experienci­a? ¿Sirvió de algo ese momento tan amargo?

– Pues, mira, he perdido el miedo: el poco o el que tuviese lo he perdido. Quizá porque me daba mucho miedo protestar, reivindica­r, quejarme, decir en alto lo que me habían hecho, llamar a El País –el periódico más importante de España– y que lo sacaran en sus páginas. Tenía miedo por la represalia y en cuanto lo hice (la denuncia) se me quitaron; entonces, eso me ha hecho más fuerte porque el miedo estaba aquí en mi cabeza.

“Cuando lo haces dices, por Dios, es lo que tenía que hacer y se me ha quitado. Si no lo hubiese hecho estaría ahora acobardado, pensando en que lo tendría que haber hecho porque pensaba que era lo justo, pero me daba miedo por lo que podía perder y estaba siendo infiel a mi corazón. He perdido mucho en lo económico, pero he ganado un montón en el corazón. Yo tenía problemas para dormir, fíjate; yo me he quedado tranquilo y duermo bien porque he hecho lo que tenía que hacer. Aquella frase, que te he dicho antes: haz lo que tengas que hacer y te conocerás; me he conocido, me he quedado tranquilo y me he dado cuenta que con dinero no se vive mejor. La felicidad la da saber que estás siendo fiel a tu corazón y que estás haciendo lo que tienes que hacer, no lo que debes hacer.

“Entonces, he ganado en tranquilid­ad y he perdido mucho miedo”.

–Leí que la obra le llegó a más gente que si la hubiesen estrenado; aunque logró su cometido, la censura sigue siendo deleznable y un mal precedente para los dramaturgo­s, sobre todo los dramaturgo­s de Madrid, porque ese espacio sigue existiendo y las personas que lo dirigen siguen.

– Lo que hicieron es un ejemplo malísimo porque aquí aparece la autocensur­a. Con esto, cómo va a sentirse libre la gente a la hora de escribir algo, cómo no se van autocensur­ar y decir: ‘No voy a escribir sobre esto porque mira lo que le pasó a Paco, no voy a estrenar’. Entonces, en este caso, es un ejemplo malísimo el que ha dado la Comunidad de Madrid para la cultura. Después de lo que ha pasado con más razón tendrían que haberme llamado y decir: ‘no, Paco, tú vas a estrenar aquí porque necesitamo­s que des un ejemplo de libertad; no vayan a pensar que ahora, a la hora de crear, hay ciertas cosas de las que no pueden hablar’; sin embargo están haciendo todo lo contrario a lo que deberían. Me están castigando cada vez más por haberles señalado y eso es un ejemplo malísimo el que están dando para la cultura. No se merecen el nombre que llevan de Consejería de Cultura porque están cagándose encima de la cultura directamen­te.

 ?? CORTESÍA DE PACO BEZERRA ?? El dramaturgo
Paco Bezerra ha recibido muchos reconocimi­entos en España, por ejemplo, ha ganado los premios Barahona
de Soto (2004), el Calderón de la Barca (2007), el Nacional de Literatura Dramática (2009) y SGAE de Teatro
Jardiel Poncela (2022).
CORTESÍA DE PACO BEZERRA El dramaturgo Paco Bezerra ha recibido muchos reconocimi­entos en España, por ejemplo, ha ganado los premios Barahona de Soto (2004), el Calderón de la Barca (2007), el Nacional de Literatura Dramática (2009) y SGAE de Teatro Jardiel Poncela (2022).
 ?? ROS RIBAS/TEATRO DE LA ABADÍA ?? Grooming, texto de Paco Bezerra y dirección de José Luis Gómez, se presentó del 1 de febrero al 11 de marzo en el Teatro de la Abadía en España.
ROS RIBAS/TEATRO DE LA ABADÍA Grooming, texto de Paco Bezerra y dirección de José Luis Gómez, se presentó del 1 de febrero al 11 de marzo en el Teatro de la Abadía en España.
 ?? CORTESÍA DE PACO BEZERRA ?? Paco Bezerra nunca ha dirigido ninguna obra suya: no lo ha buscado y tampoco se lo han propuesto por ahora.
CORTESÍA DE PACO BEZERRA Paco Bezerra nunca ha dirigido ninguna obra suya: no lo ha buscado y tampoco se lo han propuesto por ahora.
 ?? JOSÉ LUIS FILPO CABANA/WIKIMEDIA COMMONS ?? Santa Teresa de Jesús, según el pintor José de Ribera. El cuadro pertenece al Museo de Bellas Artes de Sevilla.
JOSÉ LUIS FILPO CABANA/WIKIMEDIA COMMONS Santa Teresa de Jesús, según el pintor José de Ribera. El cuadro pertenece al Museo de Bellas Artes de Sevilla.
 ?? ?? Escena de la obra Dentro de la tierra, texto de Paco Bezerra, presentado en el Centro Dramático Nacional de España del 11 de octubre al 19 de noviembre del 2017. Centro Dramático Nacional de España
Escena de la obra Dentro de la tierra, texto de Paco Bezerra, presentado en el Centro Dramático Nacional de España del 11 de octubre al 19 de noviembre del 2017. Centro Dramático Nacional de España
 ?? ALEJANDRO PERSICHETT­I/EL GALPÓN ?? En el 2019, el Teatro El Galpón de Uruguay presentó la obra El pequeño Poni, un texto de Paco Bezerra con la dirección de Natalia Menéndez. Aquí los actores Estefanía Acosta y Pablo Robles.
ALEJANDRO PERSICHETT­I/EL GALPÓN En el 2019, el Teatro El Galpón de Uruguay presentó la obra El pequeño Poni, un texto de Paco Bezerra con la dirección de Natalia Menéndez. Aquí los actores Estefanía Acosta y Pablo Robles.

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