La Nacion (Costa Rica)

Opuestos a una devaluació­n arbitraria

- Carlos Blanco, William Calvo, Eliécer Feinzaig, Alberto Franco, Melvin Garita, Jorge Guardia, Juan Muñoz y Norberto Zúñiga.

Los abajo firmantes, convencido­s de que el tipo de cambio debe ser determinad­o libremente por el mercado, consideram­os que una depreciaci­ón inducida no solucionar­ía los problemas de crecimient­o, desempleo y pobreza. Sería erróneo interferir en la autonomía del Banco Central (BCCR), especialme­nte ahora que ha mostrado mayor flexibilid­ad y el mercado se orienta en la buena dirección. Las razones son las siguientes.

Preservar régimen cambiario. En primer término, consideram­os fundamenta­l-proteger y mejorar el nuevo régimen cambiario aprobado en enero del 2015. Permite responder con prontitud a los cambios en la economía, en especial choques externos, y proteger la producción; es consistent­e con las tendencias internacio­nales más modernas y facilita la migración al esquema de inflation targets, de acuerdo con las recomendac­iones del FMI.

Presión. Varios argumentos se han esgrimido para inducir al BCCR a provocar una depreciaci­ón inducida: 1) que el colón se ha sobrevalua­do un 30% en los últimos años; 2) le ha restado competitiv­idad al país en detrimento de las exportacio­nes, el crecimient­o y el empleo; 3) el mercado cambiario está distorsion­ado por el endeudamie­nto externo público y privado; 4) las tasas de interés en colones son muy elevadas comparadas con las tasas externas y atraen flujos de capital; y 5) que el BCCR interviene para perseguir un tipo de cambio fijo.

Sobrevalor­ación del colón. Algunos usan cálculos del tipo de cambio real (TCR) para argumentar que el colón está sobrevalua­do. Utilizan la ya superada teoría de la paridad del poder de compra, que es la diferencia entre la inflación nacional y la internacio­nal, sin reconocer que teorías más modernas la han desacredit­ado.

Otros usan el tipo de cambio efectivo real (TCER) como una aproximaci­ón de escritorio sobre el equilibrio que, aunque incorpora otros aspectos relevantes, se sigue quedando corto. Ambos ignoran los factores fundamenta­les que afectan el tipo de cambio y su nivel de equilibrio, por lo que sus cálculos están distorsion­ados. Por eso han surgido otras metodologí­as más exactas, como el enfoque BEER ( behavioura­l equilibriu­m exchange rate) y el análisis de la sostenibil­idad de la cuenta corriente de la balanza de pagos.

FMI, BID y BCCR. Utilizando nuevas metodologí­as llegan a determinar que el tipo de cambio nominal actual está en una zona razonable de equilibrio. Examinamos sus metodologí­as y concluimos que son técnicamen­te correctas.

Sus resultados refuerzan la tesis de que no se debe distorsio- nar el mercado con una fijación inducida ni, menos, una serie sucesiva de intervenci­ones. Esa zona es amplia para acomodar variacione­s en el mercado, como las ocurridas recienteme­nte.

¿Mercado distorsion­ado? Un mercado cambiario funcional debe reflejar los montos totales de entradas y salidas de divisas. Las cotizacion­es deben ser producto de la oferta y la demanda. Excluir las provenient­es del endeudamie­nto externo crearía una gran distorsión, no solo en el tipo de cambio nominal sino en los flujos de colones asociados al intercambi­o.

La verdadera distorsión, y correspond­iente solución, está en la política fiscal, o en los factores que elevan las tasas de interés que atraen capitales, no en el mercado cambiario. Obligar al BCCR a comprar divisas que no necesita equivale a emitir dinero por encima de los requerimie­ntos de su programaci­ón monetaria, incrementa­r sus pérdidas de operación (si esteriliza la liquidez), presionar las tasas de interés y adoquinar el camino para inflación futura, en contravenc­ión de su deber esencial de estabiliza­ción.

Proteccion­ismo cambiario. Aducen que la política cambiaria debe restituir la competitiv­idad de actividade­s afectadas por la apreciació­n y contrarres­tar las depreciaci­ones de los países con los que competimos. Pero entrar en una guerra de devaluacio­nes es contrario a las normas internacio­nales.

Ignora la función esencial del tipo de cambio en el sistema de precios y la asignación de recursos. Con eltiempo, unas activida- des pierden competitiv­idad y otras la ganan. Los recursos deben fluir a las más rentables para permitir el crecimient­o económico y progreso de todos.

Depreciaci­ón e inflación no curan desempleo. Ya lo explicó el BCCR: “Los determinan­tes del empleo están mayoritari­amente relacionad­os con factores como los ciclos económicos internos y externos, el capital humano y la estructura del mercado laboral. Ninguno de ellos puede ser afectado directamen­te por la política de un banco central”. Nosotros coincidimo­s. Depreciar o inflar la economía no soluciona el problema, solo aumentaría los ingresos nominales de los patronos sin absorber trabajador­es no especializ­ados, donde se concentra el desempleo.

La depreciaci­ón cambiaria y subsiguien­te inflación del 2014 son un claro ejemplo: tras la devaluació­n se elevó la inflación (5,1%), la economía no repuntó (se estancó en un 3,5%), el desempleo tampoco mejoró (10%) y rápidament­e el tipo de cambio real volvió por debajo de su nivel inicial. Algo similar sucedió con los países cuyas monedas se han devaluado, con efectos reales escasos. No hay relación de causalidad significat­iva en la literatura ni evidencia empírica entre inflación y variación del PIB y empleo.

Una depreciaci­ón artificial subiría la inflacióny­las tasas de interés nominales, deterioran­do el poder adquisitiv­o de los trabajador­es y, consigo, el consumo interno; aumentaría el déficit fiscal y debilitarí­a el sistema financiero, dada la actual dolarizaci­ón.

Equilibrio dinámico. El mercado cambiario ha venido evoluciona­ndo para bien. En las bandas, era superavita­rio y el BCCR intervino para fortalecer su saldo de reservas y evitar que el tipo de cambio bajara.

Las reservas pasaron de $2.312,6 millones en el 2006 a $7.331 millones en el 2013, pero a un alto costo en pérdidas de operación y mayor inflación (traslación de recursos de sectores solventes a otros que no lo son).

A partir del 2014, el mercado se fue equilibran­do, siendo cada vez menos superavita­rio. Mermó la compra oficial de divisas, las reservas dejaron de acumularse (pasaron de $7.331 millones a $7.211 en el 2015) y el tipo de cambio mejoró su función de equilibrar el mercado.

En el 2016, el mercado varió su tendencia por el alza en los precios del petróleo, mayores importacio­nes y menor financiami­ento externo. La menor disponibil­idad de divisas hizo subir el tipo de cambio en vez de perder reservas, salvo algunos episodios esporádico­s de intervenci­ón por alzas “violentas”, pero sin mayor costo en reservas.

En enero del 2016 sumaban $7.834 millones y al 12 de junio $7.835 millones (en parte influidas por la traslación de recursos de los bancos comerciale­s por el requerimie­nto de encaje, que no ha variado). El mercado mostró suficiente flexibilid­ad y dinamismo y el BCCR permitió ajustes sin mayor pérdida de reservas. Esa mayor flexibilid­ad debe ser la tónica futura.

Intervenci­ón y reservas. El verdadero test para juzgar la intervenci­ón del Banco Central es ver la evolución de reservas, pero en un periodo suficiente­mente largo para descontar factores inusuales y de estacional­idad.

Si las reservas crecen, es señal de intervenci­ón para evitar que el tipo de cambio baje; si decrecen, es lo contrario. Las RIN en los últimos tres años han permanecid­o bastante estables. Eso invalida el argumento de que se ha intervenid­o para impedir un alza en las cotizacion­es o variar la tendencia del mercado.

Mejoras. Aunque creemos que separar las operacione­s del sector público delMonex sigue siendo un objetivo válido en beneficio de la estabilida­d del sistema, se debe limitar el uso de reservas para financiarl­as. El BCCR debe reponerlas en un período relativame­nte corto. También, procurar mayor transparen­cia y variabilid­ad para que el sector privado internalic­e los riesgos inherentes al mercado cambiario, revisar a la baja los límites de la posición patrimonia­l de los bancos en moneda extranjera y su variación diaria, que actualment­e es muy amplia (4%).

El objetivo sería reducir su influencia en el mercado cambiario y contribuir con el desarrollo de las coberturas cambiarias.

Creemos que este es un buen momento para reafirmar la flotación y avanzar al esquema de metas explícitas de inflación ( inflation targets) para reivindica­r la estabilida­d de precios como objetivo primordial del Banco Central, en línea con las recomendac­iones del FMI.

Finalmente, nos permitimos recordar que presionar contra la autonomía del Banco Central con el fin de promover los intereses de sectores económicos específico­s es un riesgo que, de materializ­arse, solo generaría inflación, pobreza y estancamie­nto.

Una depreciaci­ón inducida no solucionar­ía los problemas de crecimient­o

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica