Despido de Urbina
El joven y valiente Sebastián Ur- bina quiso darle un beneficio al usuario del servicio de transporte remunerado de personas –que somos la mayoría– y no le permitieron ni el impulso para un primer intento. ¿Por qué nos asombramos si esa es la norma en nuestro país cuando pretendemos tocar beneficios, gracias a favores políticos, otorgados por el Estado?
Urbina se metió a redentor y lo crucificaron, pero por encima de toda esta miseria política, su nombre seguirá transparente en una jungla donde nos comportamos irracionalmente y nos convertimos en serviles del poder. Albán Rugama Dávila Barrio México