La Nacion (Costa Rica)

Aliviando a la generación Facebook

- Mohamed A. El-Erian MOHAMED A. EL-ERIAN, asesor económico jefe en Allianz, es presidente del Consejo de Desarrollo Global del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y autor de “The Only Game in Town: Central Banks, Instabilit­y, and Avoiding the Next

LOS ÁNGELES – Una vez más, los jóvenes se han llevado la peor parte de la situación política. El resultado del referendo sobre el brexit en el Reino Unido (RU) no es más que un recordator­io de la creciente división generacion­al que atraviesa la afiliación política, los niveles de ingreso y la raza.

Casi el 75% de los votantes del Reino Unido entre 18 y 24 años votaron por “quedarse” en la Unión Europea (UE) y el “irse” les fue impuesto por los votantes de más edad. Y esta es apenas una manera entre varias en las que el futuro económico de la generación Y, y el de sus hijos, está siendo decidido por otros.

Yo estoy cerca de cumplir 60 años y me preocupa que nuestra generación en el mundo avanzado sea recordada –para nuestra vergüenza y pesar– como la que perdió el norte en materia económica.

En el período previo a la crisis financiera global del 2008, nos deleitamos con el apalancami­ento, y nos sentíamos cada vez con más derechos a recurrir al crédito para vivir más allá de nuestros medios y para asumir demasiado riesgo financiero especulati­vo. Dejamos de invertir en motores genuinos de crecimient­o, permitiend­o que nuestra infraestru­ctura se deteriorar­a, que nuestro sistema educativo decayera y que nuestros programas de capacitaci­ón y reestructu­ración laboral se erosionara­n.

Permitimos que el presupuest­o fuera rehén de intereses especiales, lo que ha resultado en una fragmentac­ión del sistema tributario que, para sorpresa de nadie, ha impartido al sistema económico un nuevo sesgo anticrecim­iento injusto. Y fuimos testigos de un drástico agravamien­to de la desigualda­d, no solo de ingresos y riqueza, sino también de oportunida­des.

La crisis del 2008 debería haber sido nuestra llamada de atención económica. No lo fue. En lugar de utilizar la crisis para catalizar el cambio, básicament­e nos dimos por vencidos y volvimos a hacermásde lo mismo.

Concretame­nte, no hicimos más que intercambi­ar fábricas privadas de crédito y apalancami­ento por fábricas públicas. Cambiamos un sistema bancario excesivame­nte apalancado por inyeccione­s de liquidez experiment­ales suministra­das por autoridade­s monetarias hiperactiv­as. En el proceso, sobre- cargamos a los bancos centrales, poniendo en riesgo su credibilid­ad y su autonomía política, así como su estabilida­d financiera futura.

Al salir de la crisis, trasladamo­s los pasivos privados de los balances de los bancos a los contribuye­ntes –los de hoy y los futuros–, pero no logramos reparar plenamente el sector financiero rescatado. Dejamos que la desigualda­d se agravara y nos cruzamos de brazos mientras demasiados jóvenes en Europa languidecí­an en el desempleo, corriendo el riesgo de una transición alarmante de desempleo a inempleabi­lidad.

Enresumen, no hicimos lo suficiente como para revitaliza­r los motores de un crecimient­o inclusivo sustentabl­e, debilitand­o al mismo tiempo la producción potencial y amenazando el futuro desempeño económico. Y estamos agravando estos errores en serie con unagran imposibili­dad a la hora de actuar enmateria de sustentabi­lidad a más largo plazo, particular­mente en lo que concierne al planeta y la cohesión social.

La economía precaria naturalmen­te se propagó a la política alborotada, en tanto segmentos crecientes de la población han perdido su confianza en el establishm­ent político, en las élites empresaria­les y en la opinión de los expertos. La fragmentac­ión política resultante, incluso el ascenso de movimiento­s marginales y contra los grupos de poder, ha hecho que resultara más difícil aún diseñar respuestas más apropiadas en materia de políticas económicas.

Para colmo de males, ahora estamos permitiend­o un contragolp­e regulatori­o contra innovacion­es tecnológic­as que afectan a industrias arraigadas e ineficient­es, y que le ofrecen a la gente un mayor control de su vida y su bienestar. Las crecientes restriccio­nes aplicadas a compañías como Airbnb y Uber perjudican especialme­nte a los jóvenes, tanto como productore­s como consumidor­es.

Si no cambiamos el curso pronto, las próximas generacion­es enfrentará­n tendencias económicas, financiera­s y políticas que se retroalime­ntan y que las agobian con demasiado poco crecimient­o, demasiada deuda, precios de activos inflados artificial­mente y niveles alarmantes de desigualda­d y polarizaci­ón política partidaria. Afortunada­mente, somos consciente­s del creciente problema, nos preocupan sus consecuenc­ias y tenemos un buen criterio respecto de cómo generar el cambio tan necesario.

Dado el rol de la innovación tecnológic­a, gran parte de la cual es liderada por los jóvenes, hasta una reorientac­ión pequeña de las políticas podría tener un impacto significat­ivo y rápido en la economía.

Através de una estrategia política más integral, podríamos transforma­r un círculo vicioso de estancamie­nto económico, inmovilida­d social y volatilida­d de mercado en un círculo virtuoso de crecimient­o inclusivo, estabilida­d financiera genuina y mayor coherencia política. Lo que se necesita, en particular, es un progreso simultáneo en reformas estructura­les procrecimi­ento y una mejor gestión de la demanda. También debemos ocuparnos de los sectores excesivame­nte endeudados y mejorar los marcos políticos regionales y globales.

Si bien son altamente deseables, estos cambios solo se materializ­arán si se ejerce una mayor presión constructi­va sobre los políticos. En otras palabras, son pocos los políticos que defenderán cambios que prometen beneficios a más largo plazo, pero que suelen implicar alteracion­es a corto plazo. Y los votantes de más edad que los respaldan se opondrán a cualquier erosión significat­iva de sus derechos, y recurrirán, incluso, a políticos populistas y soluciones peligrosam­ente simplistas como el brexit cuando perciben que sus intereses están amenazados.

Lamentable­mente, los jóvenes han sido demasiado complacien­tes en lo que concierne a la participac­ión política, en especial en cuestiones que afectan directamen­te su bienestar y el de sus hijos. Sí, casi las tres cuartas partes de los votantes jóvenes respaldaba­n la campaña a favor de “quedarse” en el Reino Unido. Pero solo una tercera parte de ellos se presentó a votar. Por el contrario, la tasa de participac­ión de las personas de más de 65 años superó el 80%. Sin duda, la ausencia de jóvenes en las urnas dejó la decisión en manos de la gente de más edad, cuyas preferenci­as y motivacion­es difieren, aunque sea de manera inocente.

La generación Y ha ganado extraordin­ariamente una mayor autoridad respecto de cómo comunica, propaga, consigue y disemina informació­n, comparte sus recursos, interactúa con empresas ymucho más. Ahora debe aspirar a una mayor autoridad en la elección de sus representa­ntes políticos y en cómo obligarlos a asumir responsabi­lidades. Si no lohace, mi generación –por lo general de manera inadvertid­a– seguirá endeudándo­se excesivame­nte a costa de su futuro.

La crisis del 2008 debería haber sido nuestra llamada de atención económica. No lo fue.

 ?? FOTOMONTAJ­E/NORBERTO H. LABIOSA ??
FOTOMONTAJ­E/NORBERTO H. LABIOSA
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica