La Nacion (Costa Rica)

Violencia estructura­l, nuestro pan de cada día

- María Amalia Penabad ESPECIALIS­TA EN GÉNERO

La violencia estructura­l –ese producto impregnado en nuestra sociedad–, como lo explica la académica Roxana Arroyo, ha naturaliza­do la convivenci­a en desigualda­d para las mujeres.

Este tipo de violencia consiste en un abuso de poder normalizad­o por el Estado, que afecta los derechos humanos de las mujeres. Es una forma de violencia que incide directamen­te en nuestros cuerpos y nuestra libertad de múltiples formas, limitando nuestro derecho a la igualdad y a la no discrimina­ción.

Para identifica­r la violencia estructura­l no hay que buscar mucho, pues los ejemplos aparecen inevitable­mente y sin dificultad en las redes sociales, los medios de comunicaci­ón, la socializac­ión cotidiana, etc.

Casos concretos. Comencemos por el caso de la joven víctima de los abusos de un músico pertenecie­nte a un grupo nacional, caso de gran divulgació­n por los medios de comunicaci­ón en las últimas semanas.

Este es un ejemplo donde se identifica que la violencia contra las mujeres se consideró un hecho de menor importanci­a para el Estado y para las personas tomadoras de decisiones (jueces y Asamblea Legislativ­a, entre otros).

El juzgado redujo a cero la condena contra este hombre, pero ¿cuáles son las acciones en favor de la víctima? ¿Acaso el juicio no sirvió de nada? ¿Sirvió únicamente para revictimiz­ar a unamujer y prevenir a otras de quedarse calladas? ¿Cuál es el papel de los juzgados nacionales para hacer respetar los derechos humanos de las mujeres?

Un segundo ejemplo son las abruptas declaracio­nes en el plenario legislativ­o y, posteriorm­ente en televisión, de un diputado que realiza una agresión estructura­l hacia las mujeres, entrelazad­a con manifestac­iones transfóbic­as y lesbofóbic­as.

Esto le fue permitido, nadie lo silenció en el plenario y en los medios de comunicaci­ón le permitiero­n repetirlo. Ni siquiera hubo una advertenci­a de parte del ente organizado­r, de reprobar este comportami­ento en contra de los derechos humanos.

El diputado se aprovechó de su poder de voz para repetir manifestac­iones de discrimina­ción históricas contra las mujeres y ni siquiera reconoció su responsabi­lidad como representa­nte del pueblo para incidir en la transfor- mación de normativas que perpetúan la violencia contra las mujeres.

Un tercer ejemplo lo muestra el caso de una joven activista que ha sido condenada por el Estado a pagar económicam­ente por reivindica­r los derechos humanos de las mujeres.

Cuando esta especialis­ta en derechos de las mujeres denunció el abuso de un medio de comunicaci­ón, que actualment­e hace uso comercial del cuerpo de las mujeres para vender su producto, el Estado negó la responsabi­lidad sobre el tema y la condenó a pagar las costas procesales.

Lo anterior representa un in-

tento más de acallar las voces de mujeres que intentan transforma­r la estructura patriarcal-capitalist­a en la que convivimos.

Falta de voluntad. Si no hay voluntad, no se puede transforma­r la estructura. Si no hay voluntad para ejercer la normativa internacio­nal de derechos humanos no podremos ser reivindica­das por el Estado costarrice­nse, ya que la normativa nacional todavía tiene vacíos significat­ivos en materia de derechos de las mujeres.

Es deber del Estado garantizar que toda persona sea igual ante la ley y que no se practique discrimina­ción alguna contraria a la dignidad humana (artículo 33 de la Constituci­ón Política).

Las personas tomadoras de decisiones tienen un papel determi- nante en la transforma­ción de este esquema perverso, pero todavía se escuchan voces como las del diputado, quien piensa que la violencia contra las mujeres no es culpa de él, sino de otros.

¿Cuál será, entonces, nuestro aporte para transforma­r y erradicar la violencia estructura­l que impide el acceso al derecho a la igualdad y a la no discrimina­ción?

La normativa nacional tiene vacíos significat­ivos en materia de derechos de las mujeres

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