La Nacion (Costa Rica)

Respeto al derecho de formar una familia

- Andrés Formoso O. PERIODISTA

El pasado 15 de mayo se conmemoró el Día Internacio­nal de la Familia (instaurado por Naciones Unidas en 1993) bajo el lema “Familias, educación y bienestar”. La celebració­n fue días después de la elección de Emmanuel Macron como presidente de Francia, cuya vida familiar se llevó al primer plano electoral por estar casado con unamujer 26 años mayor, quien fuera su profesora de colegio y se divorció para casarse con él cuando Macron tenía 17 años. No tuvieron hijos (ella ya tenía tres).

Traigo a colación a Macron porque su adversaria política, la ultraderec­hista Marine Le Pen, utilizó el tema para descalific­arlo como digno representa­nte de las familias francesas y de sus valores. El intento fracasó, el electorado llevó unpoco de paz y estabilida­d a su país y a la agitada Europa. ¿Qué habría pasado si Macron hubiera sido candidato en Costa Rica?

Cambio social.

La familia tradiciona­l (papá, mamá e hijos) dejó de ser la principal figura en las sociedades contemporá­neas de muchos países de Occidente. Diferentes factores, sociales y económicos, hacen que este núcleo tenga hoymuchas y variadas formas.

Una marca de galletas, con una agencia de publicidad muy astuta, dio en el clavocon un anuncio donde nos muestra una realidad de la que no escapamos. Muchísimas personas viven en familias no convencion­ales.

¿Es esto bueno o malo? ¿No debería el derecho de familia cobijar a todos por igual sin importar el modelo de familia que se escoja o se tenga?

Ciertos grupos político-religiosos insisten en encasillar a todas las familias con su forma de ver la vida, y pretenden que quienes no cumplen con sus preceptos no existen, o no tienen los mismos derechos y necesidade­s.

Hoy, cientos de miles de costarrice­nses viven en familias no convencion­ales. Abuelas, padres y nietos; tías y sobrinos; madres o padres solteros; viudos y viudas con hijos; novios en unión de hecho; parejas heterosexu­ales u homosexual­es en unión libre (porque a estos últimos se les niega el derecho al matrimonio). Invente usted una combinació­n y, de seguro, hay alguien viviendo así.

Además, en Costa Rica, el año pasado, por cada 100matrimo­nios hubo 45 divorcios, por lo cual es difícil pensar que no existan otras familias distintas a la tradiciona­l. ¿Qué pasa con todas estas personas? La vida sigue: solos, en unión libre, viviendo con los abuelos, con un amigo, vueltos a casar.

La mayoría conformará­n nuevoshoga­res y familias, aunque algunas organizaci­ones insistan en mirar con desprecio la creciente cantidad de costarrice­nses en esta condición. A la realidad eso la tiene sin cuidado.

Rezago.

El que grupos fundamenta­listas (que pretenden imponer su libro sagrado por encima de los derechos fundamenta­les) impidan aprobar en la Asamblea Legislativ­aleyes que satisfagan las necesidade­s actuales en materia de familia, es un reflejo del rezago de Costa Rica en el tema. Tanto así, que hemos sido reprendido­s por la Cor-

La familia tradiciona­l (papá, mamá e hijos) dejó de ser la principal figura en las sociedades

te Interameri­cana de Derechos Humanos por no respetar los derechos de la población sexualment­e diversa.

Quienes no aceptan otras formas de familia que no sea la “tradiciona­l” pueden vivir de acuerdo con sus propios preceptos. Lo que no es válido es negar esta posibilida­d a quienes desean conformar ante la ley una familia con los mismos derechos y deberes que cualquiera otra, solo porque su inclinació­n sexual no es de su agrado.

¿Qué impide a estos mismos grupos fundamenta­listas alegar luego que el matrimonio interracia­l, interrelig­ioso, entre ateos y creyentes, o con 26 años de diferencia entre mujer y hombre, no son válidos para su credo y deben ser proscritos?

En Costa Rica, no debe existir discrimina­ción por la inclinació­n sexual, pero bloquear el acceso a estos derechos a las personas sexualment­e diversas demuestra que sí la hay. Todos merecemos vivir al amparo de la ley cuando se trata de los derechos de la familia.

Inclusión.

Las ideas de estos grupos político-religiosos sobre qué es bueno en esta materia no pueden imponerse a los demás. Nada, ni nadie, debe impedir a los habitantes el acceso a estos derechos, aunque no esté de acuerdo con su forma de ver la vida. Lasleyes deben incluir, no discrimina­r, a todos los costarrice­nses.

Por cierto, en la Francia del presidente Emmanuel Macron el matrimonio homosexual es una realidad desde el 18 de mayo del 2013. Además, las parejas pueden tener 26 años de diferencia entremujer y hombre, no tener hijos, convertirs­e en la primera familia del país y nadie se preocupa demasiado por ello. Bueno, tal vez solo los ultraderec­histas.

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