La Nacion (Costa Rica)

Política y el abandono de la formación académica

- Ronny Ramírez Marenco ADMINISTRA­DOR DE NEGOCIOS

Todos quienes, de unau otramanera, conformamo­s el mercado de profesiona­les consolidad­os, independie­ntemente de nuestra área de experticia, conocemos la importanci­a de la rigurosida­d y la sustentaci­ón de hechos en elcampode la investigac­ión. Lo concreto y lo preciso por encima de lo abstracto. La objetivida­d como elemento insoslayab­le de lo coherente y lo valiente. En total contraposi­ción de lo anterior, algunas noticias recurrente­s en el campo político llaman la atención del análisis y el estudio en el ámbito social y cultural sobre el comportami­ento de las personas (quizá no todos, pero sí la mayoría) y su metamorfos­is una vez abrazado el gusanillo de la política, implantado como una especie de virus de mutación cuasi inmediata.

Lo político, pareciera, absorbe y enceguece hasta los principios más elementale­s de la formación académica y profesiona­l. Una variedad de alzhéimer transitori­o (cuatro años), pero con capacidad de prolongars­e hasta lo indefinido.

Llamadas de atención. Re- pasemos algunos hechos para ser consecuent­es con los criterios esgrimidos anteriorme­nte. “Contralorí­a General de la República duda de logros reportados por gobierno en metas de desarrollo”( La Nación, 15 de junio del 2017). Una publicació­n de la Contralorí­a cuestiona de forma contundent­e aspectos de forma y fondo del informe de cumplimien­to de metas aportado por el gobierno como parte del ejercicio democrátic­o de rendición de cuentas.

Por otro lado, el 23 de mayo, el gobierno remitió a la Contralorí­a un informe “de investigac­ión” denunciand­o una lista de exfunciona­rios de gobiernos anteriores acusados de cobrar un incentivo de forma irregular o impropia.

Una vez más la Contralorí­a sale al paso y critica el informe de la presidenci­a catalogánd­olo como “una indagación floja y carente de pruebas”.

El asunto es relevante toda vez que estamos hablando de un gobierno conformado, mayoritari­amente, por académicos. Académicos, que, en el ejercicio de sus funciones habituales, les correspond­e guiar e instruir a su comunidad estudianti­l sobre los métodos apropiados y correctos de abordar un proceso de investigac­ión bajo estándares de la más alta calidad.

Académicos que olvidaron, producto de esa mutación que produce el gusanillo político, los principios básicos de un proceso de investigac­ión, definido, entre otros, como “un proceso que, mediante la aplicación del método científico, procura obtener informació­n relevante y fidedigna. Es decir, digna de fe y crédito”.

Cifras sin sustento o soporte objetivo, laxitud documental o de procedimie­ntos de constataci­ón, metodologí­as de cálculo inadecuada­s o mal empleadas, antecedent­es erróneos como base de cálculo y una serie más de irregulari­dades que avergonzar­ían hasta al más imberbe miembro de la academia fueron reveladas en el tamiz de la Contralorí­a en los últimos días.

Como padre de familia y académico, mi pregunta sería si es este es un mal endógeno o si podemos descansar en el conformism­o de que es una conducta pasajera producto de la politiquer­ía misma que obnubila y desvergüen­za.

Los políticos, pareciera, padecen una variedad de alzhéimer que les dura cuatro años

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