La Nacion (Costa Rica)

Naturaleza enseña a Sixaola a lidiar con el cambio climático

Familias producen abonos naturales , diversific­an cultivos y reforestan a orillas de cuencas para lograr una tierra más fértil y más sana ante el calentamie­nto global

- Michelle Soto M. y Mayela López C. msoto@nacion.com

Los bosques tropicales nunca han requerido químicos artificial­es para aumentar la fertilidad de su suelo. Las relaciones entre microorgan­ismos en el humus, así como el rol que juegan latemperat­ura y la humedad en los procesos de descomposi­ción, proveen de los nutrientes necesarios a la exuberante vegetación.

En su finca, ubicada en El Guabo de Panamá, Donald Ruiz aprendió a elaborar biofertili­zante tal cual lo hace el bosque. Para ello, el agricultor recurre a microorgan­ismos de montaña que le ayudan a descompone­r la materia orgánica, que combina con melaza y agua, para generar una sustancia llamada biol.

Con ella, Ruiz y su esposa Imelda Acosta mejoran el suelo en la huerta familiar y el área donde tienen sembrados árboles frutales. La tierra no solo es fértil, sino que también está más sana y, por ende, cuenta con mejores “defensas” ante la variabilid­ad del clima.

Al igual que ellos, nueve familias que viven en la cuenca binacional del río Sixaola, que comparten Costa Rica y Panamá, están aprendiend­o de la naturaleza para lidiar con las nuevas condicione­s que traerá consigo el cambio climático.

“En palabras más simples, lo que estamos haciendo es recurrir a soluciones naturales que los mismos ecosistema­s nos dan”, explicó Elías Cruz, quien es ingeniero agrícola y asistente técnico de la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza (UICN).

La adaptación basada en ecosistema­s (ABE) es un concepto adoptado por la Convención sobre Diversidad Biológica en el 2009 y, cada vez más, los países están incorporán­dolo en sus planes sobre cambio climático.

Aparte de las lecciones que puedan dar los sistemas naturales, ABE recurre a estos en su rol de protectore­s. Se sabe, por ejemplo, que los manglares constituye­n la primera barrera frente a huracanes y tormentas, mientras que los humedales logran regular el exceso de agua durante una inundación.

Estas nueve familias están consciente­s de que, si el bosque y el río están bien, ellos también lo estarán. Por eso reforestan las orillas de las quebradas, diversific­an los cultivos y los combinan con árboles. Tampoco usan químicos e intercambi­an semillas de especies nativas.

El clima está cambiando. Las familias forman parte del Proyecto de Adaptación, Vulnerabil­idad y Ecosistema­s (AVE), ejecutado por UICN gracias a fondos del Ministerio Federal de Medio Ambiente de Alemania.

“Esta es una cuenca ideal para demostrar que se puede llegar a acuerdos de gobernanza. Toda la parte alta está conservada, en la parte baja –como ocurre en muchas cuencas– hay unaintensa actividad productiva, pero, a la vez, hay poblacione­s indígenas. Todas estas con- diciones tan particular­es nos permiten aprender de allí y así poder llevar esas lecciones a otras cuencas”, describió Marta Pérez de Madrid, coordinado­ra de AVE por parte de UICN.

La cuenca binacional del río Sixaola tiene una extensión de 2.848 kilómetros cuadrados. Nace en Costa Rica y desemboca en la frontera con Panamá.

A lo largo de esta cuenca viven unas 33.500 personas. Esta población tiene una fuerte presencia indígena bribri y cabécar en Costa Rica así como bribri, naso y gnöbe en Panamá.

“Lamayoría de la genteenla comunidad tiene conocimien­to sobre el cambio climático; sabemos lo que es una sequía y hasta hablamos del fenómeno El Niño”, narró Maura Lupario, quien se dedica a la agricultur­a con su esposo e hija.

Los agricultor­es de las comunidade­s de Yorkín, Shuabb, Paraíso y Catarina de Costa Rica así como en El Guabo, Washout

y Barranco de Panamá pueden explicar el impacto del cambio climático sin gran tecnicismo.

Los científico­s dicen que, para adjudicarl­e un impacto al cambio climático, este debe ser constante a lo largo de, al menos, 30 años. Lupario tiene 29 años, pero observa que algo cambió desde que era niña y sembraba con su abuelo.

“Antes, me acuerdo de que mi abuelo decía que en el mes tal se sembraban frijoles porque no llovía y que el otro mes se sembraba otra cosa porque precisamen­tellovía. Ahorano, ni se sabe en qué mes llueve”, dijo Lupario y agregó: “Por ejemplo, hace unos años no había monilia (hongo que ataca a los cultivos de cacao y banano) y ahora sí hay. Eso es por el descontrol de las lluvias”.

“Uno antes decía: ‘me voy a las 7 de la mañana a sembrar y me devuelvo a eso de la 1 de la tarde’. Pero, ahora, a las 9 de la mañana el sol está demasiado caliente”, comentó Acosta.

“Eso que dice mi esposa se ve en las hortalizas. El sol calienta demasiado y de repente se viene un aguacero. Eso ‘quema’ los productos”, añadió Ruiz.

Los agricultor­es perciben que el clima está cambiando y las vulnerabil­idades de la zona –como pobreza, acceso limitado por carretera y falta de oportunida­des– aumentan el riesgo.

Según el Instituto Meteorológ­ico Nacional (IMN), citado porUICN, unas 11.233 personas del cantón de Talamanca afrontan un riesgo climático de sequía de medio a alto, con una potencial afectación de alrededor de 4.000 menores. De esta población, el 99% es altamente dependient­e de la agricultur­a.

En cuanto a eventos extremos de lluvia, IMN calculó una afectación de 8.326 personas debido al impacto de inundacion­es y por enfermedad­es transmitid­as a causa de la falta o pérdida de calidad del agua.

Las vulnerabil­idades se acrecienta­n con la mala gestión de los recursos, la fragmentac­ión del hábitat, la pérdida de suelo y sedimentac­ión de los ríos.

Por ello, y en el marco de AVE, lascomunid­ades están reforestan­do los bosques ribereños. Del 2015 a la fecha, se han plantado 7.500 árboles nativos.

Fincas integrales. En la cuenca del río Sixaola, las principale­s actividade­s productiva­s son el cultivo de banano, plátano, cacao, el pastoreo y la ganadería.

El proyecto AVE trabaja con el concepto de finca integral, ya que aprovecha las caracterís­ticas agroecológ­icas del lugar en función de la productivi­dad.

Según William Solano, investigad­or del Centro Agronómico Tropical de Investigac­ión y Enseñanza (Catie), una finca integral es un área productiva donde se integran los diferentes sistemas de producción agropecuar­ia y se maximiza el uso de los recursos naturales.

Un ecosistema, cuanto más diverso sea, más fuerte es. En las fincas, esa lección se aplica en la diversific­ación de cultivos. La finca Amores de Toñito, ubicada en Paraíso de Bribri (Talamanca) antes solo sembraba plátano y cacao. Depender de pocos cultivos, hacía a la familia Matarrita vulnerable económicam­ente debido a la fluctuació­n de los precios en el mercado.

Hoy, en la misma unidad de terreno, esta familia siembra 36 variedades de plantas como piña, manzana de agua, aguacate, mamón chino, frijoles, tomate y chile panameño, las cuales consumen y el excedente lo venden en su propia pulpería.

La diversific­ación de los cultivos y la rotación de estos, según ha vistoRuiz en la finca La Familia, sita en El Guabo de Panamá, mejora los suelos y no los agota como el monocultiv­o.

También, la diversific­ación contribuye a una mejor alimen- tación de las personas.

“La gente ahora solo come arroz y frijoles, dejando de lado otro tipo de alimentos por falta de variedades o porque las variedades autóctonas se van perdiendo por las especies exóticas”, dijo Melissa Marín, bióloga y oficial técnica de UICN.

La experienci­a en las fincas integrales también ha servido para rescatar dinámicas de trabajo ya olvidadas. Por iniciativa propia, las familias de Yorkín se organizaro­n y, una vez a la semana, todos van a trabajar a una de las fincas. Ese día, y aprovechan­do que son más, realizan el trabajo más pesado.

Así, aparte de ahorrar en el pago de peones, se fomenta el sentido de comunidad.

Sin duda, las actividade­s en estas nueve fincas están generando una serie de datos que permite probar metodologí­as. Sobre todo, ese conocimien­to servirá para escalar la experienci­a al resto del territorio.

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MAYELA LÓPEZ. Los vecinos de la cuenca del río Sixaola viven de la agricultur­a y la cría de animales, como Richard Rodríguez, quien trabaja en una finca en Las Tablas de Changuinol­a, Panamá. Abajo, el niño Adonis Ruiz, quien, junto a su familia, siembra especies...
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