La Nacion (Costa Rica)

Apelacione­s caprichosa­s

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Los conductore­s apelan el 9,8 % de los partes por mal estacionam­iento, casi uno de cada diez, aunque la infracción, por su naturaleza, pocas veces admite discusión La apelación es un elemento importantí­simo del derecho a la defensa, pero no pasa de ser una táctica dilatoria y una burla a la autoridad cuando se sustenta en razones ridículas

El 17 de julio,

armada de las normas necesarias para sancionar el estacionam­iento indebido, la Policía de Tránsito lanzó una ofensiva cuyos efectos son visibles. Calles y aceras lucen más despejadas y hay espacio para transitar. ¿Aceras? Pues sí, en muchas vías de nuestra caótica capital el estacionam­iento de vehículos frente a los comercios invade tranquilam­ente las aceras y obliga a los peatones a lanzarse a la calle.

La reacción no se ha hecho esperar. Muchos conductore­s, ferozmente críticos de los congestion­amientos, lloran el fin del “derecho” a estacionar donde les diera la gana, como si no hubiera relación entre una y otra cosa. Nunca ha sido fácil poner orden. La resistenci­a era de esperar. Los oficiales de tránsito no deben ceder un ápice. Por el contrario, es preciso intensific­ar la vigilancia hasta erradicar el vicio. También es necesario extender la ofensiva a otras flagrantes violacione­s de la ley, como la contaminac­ión del aire y el ruido.

Pero el dramático incremento en el número de partes apareja un efecto no menos revelador de la cultura del egoísmo y la irresponsa­bilidad: la negación de culpa con cualquier excusa para, cuando menos, atrasar el pago y obtener la devolución de las placas sin haber cancelado el parte.

La apelación es un elemento importantí­simo del derecho a la defensa, pero no pasa de ser una táctica dilatoria y una burla a la autoridad cuando se sustenta en razones ridículas, sin el menor apego a la realidad o al conocimien­to generaliza­do de la ley. Ningún conductor ignora que la urgencia de llegar a misa no suspende la prohibició­n de estacionar donde hay línea amarilla. Lo mismo puede decirse de las necesidade­s fisiológic­as y las citas de laboratori­o, entre muchas otras causas alegadas ante el Consejo de Seguridad Vial (Cosevi).

Los conductore­s apelan el 9,8 % de lospartes por mal estaciona- miento, casi uno de cada diez, aunque la infracción, por su naturaleza, pocas veces admite discusión. A partir del 17 de julio, los oficiales han hecho 13.708 boletas y las 1.352 apeladas engrosan los 148.000 casos pendientes por todo tipo de faltas.

El número de apelacione­s crecerá a medida que laPolicíam­antenga la política de sancionar el mal estacionam­iento, como es deseable, y extienda el rigor de las reformas recientes a otras conductas, como la contaminac­ión. Cose vi procura adoptar estrategia s para acelerar las resolucion­es, como agrupar los casos según los argumentos pero, aun así, contempla la posibilida­d de pagar horas extras.

Si el pago de horas extraordin­arias fuera necesario para preservar el derecho a apelar, es inevitable hacerlo. Sin embargo, no debería correr por cuenta del Estado, sino de los apelantes temerarios o de mala fe, cuya fingida ignorancia de la ley se transparen­ta en sus argumentos y, en cualquier caso, no podría servir para anular la sanción.

El cobro por tramitació­n de recursos infundados contribuir­ía a disminuir su número y agilizaría la recaudació­n de las multas en general, lo cual incrementa­ría la eficacia de las sanciones frente a las conductas indeseable­s. La recaudació­n, aunada aunareform­a legal, también permitiría contratar más oficiales de tránsito, una necesidad urgente a tenor de la epidemia de accidentes.

Todos los logros enumerados son posibles sin afectar el derecho a la apelación ymás bien fortalecié­ndolo en el caso de quienes lo ejerzan de buena fe, con argumentos atendibles aunque no alcancen para eliminar la multa. A esas personas, en este momento, se les hace esperar injustamen­te mientras se resuelven auténticas burlas a la autoridad, como la del conductor cuyo único fundamento para apelar es que se trataba de la primera vez que incurrió en la conducta sancionada.

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