La Nacion (Costa Rica)

Destrucció­n de valor

- Esteban Ramírez Editor de Economía eramirez@nacion.com

Si en algo deberían estar de acuerdo tanto los defensores a ultranza de la banca estatal como sus principale­s críticos, es en el enorme riesgo económico y fiscal que representa el Banco de Costa Rica (BCR) en las manos de su actual Junta Directiva. Desde una lógica racional no se puede admitir tanta destrucció­n de valor, tanta impericia.

A nadie le sirve un banco que deje pérdidas, ymenos uno que caiga en tan mala situación que no haya más remedio que salir a venderlo a precio de remate; al menos, no a nadie que piense de manera responsabl­e.

Sin embargo, he ahí el BCR, el segundo banco más grande del país, sin un gerente general titular, pues Mario Barreneche­a, el actual jerarca, está suspendido desde julio anterior. Hablemos también de las pocas esperanzas de que algún otro banquero de experienci­a quiera meterse a dar un golpe de timón en la institució­n, pues a su órgano directivo no lo veo capaz ni de ponerse de acuerdo para un minuto de silencio, menos restituir el liderazgo necesario para sacar la carreta del atolladero.

En lugar de dedicarse a generar eficiencia, gobierno, transparen­cia, utilidades y solidez financiera, el órgano director del Banco de Costa Rica está ocupado –un día sí y el otro también– en responder por los créditos polémicos otorgados a Coopelesca para la compra de la hidroeléct­rica Aguas Zarcas, y al Grupo JCB, para la importació­n de cemento desde China.

En vez de aportar la visión y tutelar el cumplimien­to del plan estratégic­o, los personajes de esta trama cada día acercan más al Banco al precipicio de la desconfian­za, la iliquidez y de las costosas estimacion­es por créditos riesgosos. ¡Qué mal negocio para el accionista!

Eso, el superinten­dente de Entidades Financiera­s, Javier Cascante, ya se lo hizo saber a la Directiva y al mismo presidente de la República: hay un debilitami­ento en la dirección del Banco, que, de no corregirse, irá en detrimento de la gestión delnegocio y de sus finanzas.

Para la Superinten­dencia, el problema va más allá, pues recuerda que los eventuales apuros del BCR se podrían convertir en un impacto para todo el sistema financiero, y yo le agrego que todo se pondría aún peor si fuera necesario poner a jugar la garantía estatal: un rescate de estas dimensione­s tendría un impacto fiscal fulminante.

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