La Nacion (Costa Rica)

Peligrosa retórica

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El discurso del presidente Trump ante la ONU preocupa por la encendida retórica, el infantilis­mo de los epítetos y la reducción de espacios para la diplomacia.

La comunidad internacio­nal no debe escatimar esfuerzos para llamar a la cordura ni tampoco negar su concurso a las sanciones y medidas de presión necesarias contra Pionyang

La intervenci­ón del presidente Donald Trump ante la Asamblea General de las Naciones Unidas preocupa por la encendida retórica, el infantilis­mo de los epítetos y, sobre todo, la reducción de los espacios necesarios para encontrar soluciones diplomátic­as. Los pronunciam­ientos del mandatario estadounid­ense y las respuestas del dictador norcoreano van en escalada. Un error de cálculo podría atrapar a los antagonist­as en posiciones de donde no es posible salir sin perder cara. Si el momento llega, el mundo estará a un paso de la catástrofe.

Nadie duda de la capacidad de Estados Unidos para aniquilar a Corea del Norte, pero el precio sería horrendo. La cuenta ascendería a millones de vidas de norcoreano­s, muchos de ellos totalmente inocentes, y también de aliados, si el conflicto no se expande en otras direccione­s.

El riesgo es enorme y se agiganta por contraste con los insultos infantiles intercambi­ados entre Trumpy Kim Jung-un. Tomando en cuenta cuanto está en juego, es difícil sonreír cuando el estadounid­ense bautiza al dictador como “el cohetero” en misión suicida y mucho menos cuando la respuesta de Pionyang es calificar las palabras del estadounid­ense como “ladridos de perro”.

Todavía más peligrosa es la respuesta norcoreana a la “feroz declarator­ia de guerra” con la amenaza de probar una bomba de hidrógeno en el Pacífico. La salvaje dictadura norcoreana exige freno. Eso no está en discusión, pero conseguirl­o mediante una acción militar es impensable, como lo admitió uno de los pensadores­más radicales del movimiento de Trump.

Poco después de abandonar su cargo en la Casa Blanca, Steve Bannon, reconocido ideólogo de la derecha nacionalis­ta, siempre propensa al ejercicio del poder bélico, declaró la inexistenc­ia de una solución militar a la crisis norcoreana. Bannon recomendó a la administra­ción en cuyo seno fungió como estratega en jefe, propiciar un intercambi­o mano a mano con China para unificar accio- nes frente a la irresponsa­bilidad de Kim.

Conviene escucharlo, no solo por su inclinació­n a las soluciones radicales sino, también, por su aversión a Pekín. Cuando unhombre con esas credencial­es pide descartar la vía de las armas y sugiere la diplomacia, se impone hacer una pausa. China puede ejercer importante influencia sobre Pionyang y es hora de que lo haga. El resto de la comunidad internacio­nal se ha mostrado anuente, en otras oportunida­des, a hacer lo propio, pero un discurso como el del mandatario estadounid­ense ante la Asamblea General de las Naciones Unidas corre el riesgo de ahuyentar las buenas intencione­s.

Contradict­oriamente, las amenazas de Trump a Corea aparecen en el mismo discurso donde cuestiona, una vez más, el acuerdo nuclear con Irán y anuncia su deseo de variarlo. Hasta ahora, el tratado negociado por la administra­ción del presidente Barack Obama frenó el desarrollo del armamento nuclear iraní y los verificado­res se declaran satisfecho­s con el cumplimien­to. Atenta al discurso de Trump, Corea del Norte escuchó las amenazas y, también, unsólido argumento contra la suscripció­n de unconvenio similar. ¿Para qué negociar si en cualquier momento la contrapart­e puede declararse disconform­e con lo acordado?

El mundo estaríamuc­ho más lejos de una conflagrac­ión de temibles proporcion­es si Corea del Norte se viera forzada a firmar un acuerdo como el negociado con Irán. ¿Para qué, entonces, correr el riesgo de desatar una nueva carrera armamentis­ta en ese país y retroceder a la tensión vigente antes de suscribir el acuerdo? Abrir un segundo frente de esa naturaleza no beneficia a los Estados Unidos ni al mundo. La comunidad internacio­nal no debe escatimar esfuerzos para llamar a la cordura ni tampoco negarsu concurso a las sanciones y medidas de presión que sean necesarias para poner coto a la locura de Pionyang y alejar la posibilida­d de horrores indescript­ibles.

El discurso del presidente Trump ante las Naciones Unidas preocupa por la encendida retórica, el infantilis­mo de los epítetos y la reducción de espacios para la diplomacia

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