¡Qué vergüenza!
La euforia de la clasificación nos ocultó el hecho de que jugamos los tres últimos partidos (Honduras, México y Panamá) atrozmente mal. No hicimos el análisis que la situación ameritaba y aquí estamos ahora, despedazados por España. Y a como conozco a mi país, posiblemente un triunfillo contra Hungría el martes nos devuelva a la borrachera triunfalista de siempre. Entérense, amigos, de que Hungría no juega ni chumicos, que acaba de perder con Luxemburgo por 2-1, que el último mundial al que concurrió fue México 1986, donde fue goleada por la Unión Soviética (6-0), y Francia (3-0). Fue grande en los cincuentas y sesentas: ahora es un fósil futbolístico. La propia España que nos borró de la cancha está lejos de su mejor nivel futbolístico y ocupa el octavo lugar en el ranking de la FIFA.
Contra La Furia no existimos. Fuimos sombras, fantasmas, babosas arrastrándose por el terreno de juego, dejando una estela de viscosa materia a su paso. No marcamos, no recuperamos balones, no atacamos, no contuvimos, no jugamos ni para atrás, ni para adelante, ni a los lados, no tiramos siquiera los clásicos pelo- tazos marca registrada Ramírez, que algún dividendo nos han dado en el pasado. Fuimos superados en absolutamente todos los parámetros concebibles en un partido de fútbol: rapidez, técnica, anticipación, ritmo, fuerza, estrategia, táctica… Once cadáveres en el terreno de juego hubiesen tenido más capacidad de reacción que nosotros. El mundo entero fue testigo de nuestra ineptitud. Eso significa que muchos buenos rivales perderán todo interés en contratarnos para fogueos: ¿qué se puede foguear contra un equipo inexistente?
Nos quedan ocho meses para transformar once chayotes en futbolistas de primer nivel. ¿Mi pronóstico? No lo lograremos. Nos agarró tarde. Podemoscosmetizar tal o cual aspecto del equipo, pero no ya generar una transformación profunda en el sistema de juego. Nuestro pequeñismo se nos sale por los poros. El tercermundismo endémico de nuestra cultura ha vuelto a encarnarse en nuestro fútbol. Con el nivel de juego exhibido ante España, marchamos hacia el que sin duda será el peor de nuestros cinco campeonatos mundiales. Triste y sonrojante: nuestro fútbol fue cobarde, pusilánime. ¿Costa Pobre? Ni a eso llegamos.