La Nacion (Costa Rica)

Los sueños, sueños son

- Gina Montaner PERIODISTA

L

legaron a los Estados Unidos cuando eran niños, sin ser dueños de su destino ni consciente­s de lo que había impulsado a sus padres a abandonar sus países de origen en busca de un futuro mejor a riesgo de vivir sin papeles.

Son los llamados dreamers, o soñadores: unos 800.000 jóvenes que desde la infancia vivieron en las sombras y gracias al programa de protección temporal conocido como DACA, que se les otorgó bajo la administra­ción del presidente Barack Obama, pudieron regular su situación migratoria.

Deese modo han podido acceder a las universida­des y a la fuerza laboral, así como insertarse en el mainstream­del que nohan podido beneficiar­se los adultos que los trajeron con la esperanza de que ellos gozaran de más oportunida­des.

Bien, con una política migratoria que bajo el gobierno de Donald Trump no solo pretende cerrar las fronteras, sino también cortar drásticame­nte la inmigració­n legal, la suerte de los soñadores nunca ha sido más incierta.

Recienteme­nte, el presidente decidió eliminar DACA y se limitó a decir que el Congreso tenía quebuscar una solución dentro de un plazo establecid­o, antes de que estos muchachos se vieran obligados a salir del país en el que crecieron y con el que se identifica­n culturalme­nte.

Víctimas colaterale­s. Es sabido que en el ámbito de la política los principios suelen acabar atropellad­os por las rencillas partidista­s o las promesas electorale­s para ganar votos. En esta dialéctica cainita y preñada de intereses, los soñadores pueden terminar como víctimas colaterale­s y con sus anhelos hechos pedazos.

Con mucho que perder, pues se trata de toda una vida forjada en los Estados Unidos, estos jóvenes se aglutinan en manifes- taciones, les escriben a los políticos y acuden a Washington para que no los arranquen del único entorno que conocen.

Así fue como el pasado jueves casi un millar de ellos ocupó el Capitolio de forma pacífica abogando por su causa. Fueron momentos muy emotivos. Tanto, que en el hemiciclo hubo republican­os que se mostraron solidarios con ellos, admitiendo que es necesario encontrar una solución y no dejarlos caer en el vacío, como hijos bastardos del país que para ellos es tan suyo como los que nacieron en su suelo.

Congresist­as republican­os de origen hispano como Ileana Ros-Lehtinen y Carlos Curbelo han dicho repetidame­nte que sería un acto de máxima crueldad renegar de estos chicos que forman parten del tejido social del país y cuya primera lengua es el inglés. Pero urge que en sus propias filas prevalezca la empatía y se encuentren avenidas para un estatus legal permanente bajo condicione­s que pueden determinar­se de manera bipartidis­ta.

Momentos difíciles. Sin duda son momentos difíciles para los inmigrante­s que, a pesar de su arraigo, seven sacudidos por una ofensiva antiinmigr­atoria que desde el principio ha sido prioritari­a para el actual gobierno. Los soñadores, apoyados por medio de demandas que han salido adelante en Estados, donde se desafía la orden ejecutiva del presidente de eliminar DACA, dan la batalla por quedarse en el lugar al que pertenecen.

A ellos se suman los cientos de miles de centroamer­icanosy haitianos que desde hace al menos dos décadas se han acogido al TPS (Estatus de Protección Temporal País Designado) y que ahora también corren el peligro —la suerte ya está echada para al menos 2.500 nicaragüen­ses— de tener que salir del país. La tónica general es la de cerrar las puertas en una nación que hasta ahora se ha definido por la riqueza de su diversidad.

Ojalá que en esta era marcada por corrientes populistas que ensalzan el nacionalis­mo los soñadores logren salvarse de la quema. Bastante tienen con la angustia de saber que aquellos que se sacrificar­on por ellos están condenados a permanecer en la clandestin­idad o ser deportados. El sueño que un día tuvieron sus padres hoy es su mayor pesadilla.

Bajo la administra­ción Trump, la suerte de los

dreamers nunca ha sido más incierta

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