La Nacion (Costa Rica)

Argentinos rezan por buenas noticias de submarino perdido

Llevan mensajes de respaldo para los 44 tripulante­s del ARA San Juan Personal médico y psicólogos les dan apoyo en base naval de Mar del Plata

- Margioni Bermúdez

MAR DEL PLATA, ARGENTINA. - El alambrado de ingreso a la base naval de Mar del Plata era, este lunes, un rosario de deseos y un mar de angustia.

Como ropa al sol, colgaban banderas, fotos religiosas y mensajes para los 44 submarinis­tas argentinos perdidos en algún punto del Atlántico sur desde hace cinco días.

Desde el ingreso del predio militar, 400 km al sur de Buenos Aires, se ve el mar que se los tragó sin dejar rastro el miércoles pasado, cuando el submarino ARA San Juan se comunicó por última vez y reportó una avería de baterías, a 430 km de la costa.

Buques y aviones de siete países los buscan en medio de una furiosa tormenta que no cesa desde hace días.

“Valiente muchachada de la Armada: con el corazón en pausa hasta que vuelvan”, reza uno de los carteles en caligrafía de rigidez militar, sujeto al alambrado con cintas de los colores patrios.

La mayoría de los tripulante­s reside con sus familias en esta ciudad bañada por el océano Atlántico.

Algunos son oriundos de provincias lejanas, como Eliana Krawczyk, quien conoció el mar a los 21 años y llegó desde Misiones (noreste del país) para convertirs­e en la primera mujer submarinis­ta de Suramérica. Es la jefa de armas del ARA San Juan.

Casi un centenar de familiares aguarda noticias dentro de la base militar donde les dieron alojamient­o y los asiste personal médico y psicólogos las 24 horas.

“Fuerza papá, tu familia te espera”, dice otro de los carteles escrito sobre el celeste y blanco de la bandera argentina y con una imagen de la Virgen del Carmen, patrona del mar y de los marinos.

Llama de esperanza. Una oración bajo su ala protectora se rezó por la tarde frente a la ba- se naval. Sin lágrimas a la vista, todavía prevalece la esperanza.

“El estado de ánimo en general es bueno. Lógicament­e, que hay gentecon más ánimoy otra con menos, pero hay un espíritu positivo de que en algún momento pueda haber algún indicio de encontrar el submarino”, dijo Jorge Villarreal, padre de Fernando, un tripulante del ARA San Juan.

Jorge no basa su confianza en ingenuo optimismo. “Ellos están muy bien preparados. Mi hijo eligió esta profesión porque se siente muy orgulloso y lo hace con mucho profesiona­lismo. Segurament­e, ellos conocen bien cada rincón del submarino y cómo manejarlo”, confió.

Enrique Stein es el jefe del equipo de psicólogos que los asiste. Sabe de traumas porque trató a exsoldados que participar­on de la guerra de Malvinas que Argentina perdió con el Reino Unido, en 1982, por el archipiéla­go austral.

Hasta ahora, “hemos tenido pocas situacione­s de crisis, de llanto y algo así. No es lo dominante ni mucho menos”.

No obstante, admitió que “la ansiedad crece” conforme pasan los días sin noticias.

El sábado, el júbilo se apoderó de todos cuando la Armada informó de siete intentos de llamadas satelitale­s, supuestame­nte emitidas desde la nave.

Este lunes se desechó que esas señales proviniera­n del ARA San Juan y la angustia vol- vió a crecer.

Ayer, la noticia de ruidos submarinos detectados a 200 metros de profundida­d y 360kmde la costa volvió a dejar a todos con el aliento contenido. Poco después, la ilusión se esfumó cuando la Armada confirmó que no provenían del San Juan.

“Ojalá sean ellos, ojalá los localicen”, había dicho poco antes Carlos, padre del tripulante Fernando Mendoza.

Lo acompañaba­n su otro hijo, Carlos, y su nuera. “Hay que esperar y rezar; no queda otra. Quedamos en que nos íbamos a encontrar este domingo en Mar del Plata y que íbamos a hacer un asado”.

Los tres prefieren pensar que la situación es solo un retraso.

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AP Juan Carlos Mendoza, padre de Fernando Mendoza, un tripulante del submarino ARA San Juan, esperaba alguna nueva en las afueras de la base naval de Mar del Plata, Argentina.
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AFP En una malla de la base naval de Mar del Plata, Argentina, colgaban mensajes de respaldo para los tripulante­s del submarino.

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