La Nacion (Costa Rica)

El ‘voto’ protesta

- Armando Mayorga

En las elecciones, 1.140.000 se negaron a votar. Ese lamentable 34,3 % de abstencion­istas es uno de los mayores porcentaje­s –en primera ronda– de los últimos 65 años, solo superado por el 34,8 % que no participó en el 2006.

Ese millón y resto de costarrice­nses tienen un gran costo para la democracia y un altísimo costo para el Estado.

Si es por dinero, en ellos el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) invirtió poco más de ¢2.300 millones ($4 millones), dado que el costo por votante fue de ¢2.063.

No se puede decir que el dinero se desperdici­ó, más bien es una dicha que Costa Rica pueda destinar, como ocurrió esta vez, ¢6.854 millones ($12 millones) para escoger libre y transparen­temente a su presidente y sus 57 diputados.

Para la segunda ronda, cuando elegiremos presidente entre Fabricio Alvarado y Carlos Alvarado, están destinados ¢1.539 millones ($2,7 millones).

Múltiples estudios, aunque no recientes, tratan de explicar por qué la abstención ha ido en aumento desde 1998, cuando se registró un 30 % que, desde ese año, se niega a ser menos. En 1994 y antes, rondaba el 20 %, excepto por el 32 % de la elección que organizó el TSE en 1953.

Se habla de multicausa­s, como el descontent­o con la clase política, del hartazgo con casos de corrupción...

Sí, pero quizás la principal es que en estas elecciones, el mayor abstencion­ismo (superior al 40 %) se dio en 23 cantones que tienen algo en común: el rezago en desarrollo social con respecto a los otros 58. Son regiones donde viven personas con el menor nivel socioeconó­mico y educativo. Personas que se sienten olvidadas por los gobiernos, principalm­ente en regiones costeras de Guanacaste, Puntarenas y Limón. De hecho, los casos más extremos dicen mucho: Golfito (49,9 %) y Talamanca (49,05 %).

Esa abstención, sin duda, lo que grita es un “voto” protesta para que el próximo presidente ponga sus ojos en ellos, en su pobreza, en su falta de educación, de empleo... No se trata de regalar plata para mantener su pobreza, sino de dar más oportunida­des para salir de ese olvido. Por interés humano y por hacer de este un país más igualitari­o, esos 23 omás cantones merecen que se les ponga en lamira. Ellos son Costa Rica.

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