La Nacion (Costa Rica)

Certezas

- Esteban Ramírez Editor de Economía eramirez@nacion.com

Cuando tomamos decisiones en las finanzas personales, los negocios, incluso en la vida personal, podemos identifica­r tres criterios que nos ayudarán a elegir el mejor camino por seguir: el riesgo, la incertidum­bre y la certeza.

Repasemos, por ejemplo, el Programa Macroeconó­mico

2018-2019 que publicó el Banco Central, el 31 de enero. Ahí se hacen una serie de proyeccion­es: este año la economía crecerá un 3,6% y la meta de inflación interanual rondará el 3%, en promedio, entre otras. Estas proyeccion­es utilizan la mejor informació­n disponible, pero se hacen en un entorno de riesgos que podrían desviar los números de la estimación original.

En la parte externa, por ejemplo, puede ocurrir que la economía mundial crezca menos de lo previsto y eso reduzca la demanda de bienes costarrice­nses de nuestros socios extranjero­s y alterar el crecimient­o económico esperado. O bien, cambios abruptos en la cotización de las materias primas internacio­nales, entre ellas los hidrocarbu­ros, podrían afectar los precios internos y apartar la inflación del rango meta (de 2% a 4%).

La informació­n es un insumo básico en el proceso de toma de decisiones, pero cuando esta es insuficien­te, de mala calidad, poco confiable o no existe, entramos en otro terrenoesc­abroso: el de las incertidum­bres.

Este es el caso del actual proceso electoral, donde se nos perfila un contexto político poco claro. A estas alturas ya se sabe que uno de dos partidos será el llamado a gobernarel país –menos mal, porque hace una semana teníamos 13 opciones y las encuestas, si acaso, nos permitían acortar la lista a cinco con posibilida­des de pasar a segunda ronda–, pero todavía persisten vacíos sobre quiénes podrían integrar el futuro gabinete, qué clase de alianzas partidaria­s se formarán y cuáles serán los temas prioritari­os.

Esta incertidum­bre nos obliga a tomar decisiones aferrados a nuestra mejor estimación: basados en la experienci­a, el cálculo político o económico, la aversión al riesgo, nuestro olfato y hasta la especulaci­ón.

Por eso lo más seguro es tomar decisiones en situacione­s de total certeza, pero todos sabemos que eso ocurre en raras ocasiones. Aunque, ahora que lo pienso, hay certezas que sería mejor no tenerlas, como el déficit financiero del Gobierno, que llegó al 6,2% de la producción el año pasado, y que nos garantiza un 2018 de fuerte presión sobre las tasas de interés y restriccio­nes a la inversión.

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