La Costa Rica que me gusta
En segunda ronda voto por la solidaridad, el respeto, el sentido humanitario, por encima de banales discusiones político-religiosas.
¿ Cuál es? La que pusieron de manifiesto los jugadores del Club Sport Herediano y algunos de sus patrocinadores el sábado pasado: solidaria, generosa, noble, empática, fraternal, sensible, magnánima; la que pone el sentido humano, el valor de las personas y la dignidad de los demás por encima de rivalidades y competencias.
Eso representó el hermoso gesto de recibir a los integrantes del Municipal Liberia en el estadio Eladio Rosabal Cordero con dos bolsas para cada uno de ellos, las cuales contenían artículos de consumo de primera necesidad para futbolistas –y sus familias– que enfrentan la difícil situación de tener salarios atrasados.
Cierto, el obsequio no solucionó los problemas, necesidades y angustias que afrontan los liberianos, pero al menos significó un respiro para varios hogares que el domingo amanecieron con alimentos. Además, lo más valioso es el mensaje y ejemplo de altruismo enviado por los florenses.
Un hecho que resultó refrescante en medio de la tensión, odio, intolerancia, intrasigencia, arrogancia, desprecio, insulto, mofa e irrespeto que vive Costa Rica de cara a una segunda ronda electoral en la que lamentablemente estamos bebiendo el amargo coctel de política con religión.
Somos una nación “emponzoñada por el sentimiento de soberbia”, como dice el escritor brasileño Diogo Mainardi en su novela La caída.
Después de soportar varias semanas de discursos hepáticos, comentarios generalizados, conclusiones apresuradas, discusiones biliosas, acusaciones generalizadas y ataques ausentes demateria gris —la Costa Rica que no me gusta—, enterarme de lo ocurrido en el estadio ro ji amarillo representó una dosis de descanso para desintoxicarme un poco de tanto veneno que inocula nuestro “pacífico” país.
No soy aficionado al Herediano, pero ello no me impide agradecer a sus jugadores y patrocinadores por un gesto que bien haríamos en tener presente para reflexionar sobre valores que nos han distinguido y que vale la pena conservar por encima de agrias disputas político-religiosas que no contribuyen en nada a generar la serenidad, sensatez, unidad, y madurez que necesitamos para enfrentar los grandes retos y rezagos.