La Nacion (Costa Rica)

La jerarquía de Víctor Cordero

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E s muy fácil hablar y analizar las circunstan­cias de un partido de fútbol cuando se ha ganado.

Lo difícil es dar la cara tras una derrota, sobre todo estrepitos­a, como el baile que América le montó a Saprissa el miércoles anterior, tras un 5 a 1 que no admite atenuantes ni excusas, en los octavos de final de la Concacaf.

Pues bien, le tocó a Víctor Cordero, asistente técnico –y no al titular Vladimir Quesada–, saltar a escena y explicar los porqués de semejante paliza, en vista del impediment­o de Quesada, a quien, como se conoce, le falta obtener la licencia A que el reglamento exige.

Esta circunstan­cia, a todas luces irregular, es una de las rarezas típicas en este fútbol macondiano, en el que cualquier cosa puede suceder, situación que afecta tanto al titular como al asistente, pues como lo ha manifestad­o Vladimir, tendría que ser él, con rango de timonel oficial, quien dé la cara después de cada juego.

Mas, lo cierto es que en la noche aciaga de San Juan del Murciélago, ante los requerimie­ntos reporteril­es de ticos y aztecas, Víctor Cordero sentó cátedra de señorío, claridad de pensamient­o e hidalguía para reconocer cada yerro en que incurrió el elenco tibaseño.

Noconozco a Víctor en persona. Quizás, me sumé en un par de ocasiones en grupo a entrevista­rlo después de los partidos en sus tiempos de jugador. No obstante, tengo plena certeza acerca de su estatura humana y profesiona­l.

Además, como futbolista activo, lo vi jugar y destacar siempre con reciedumbr­e y nobleza, en lucha abierta y franca por el balón, sin trampas ni alevosía.

Cuesta entender cómo una junta directiva formal ha sido la responsabl­e de nombrar a la dupla Quesada-Cordero en una condición anómala y tan perjudicia­l para dos estimables caballeros y excelentes deportista­s.

Sirva entonces esta dolorosa experienci­a de Saprissa y del fútbol criollo para sacar provecho de lo positivo, que siempre es posible hacerlo, si se mira en perspectiv­a al deporte como un fenómeno social y, por ende, vitrina de la conducta colectiva.

Basta recordar y/o revisar en los archivos las palabras de Cordero en la ocasión descrita, para certificar la pertinenci­a de los criterios en esta tribuna de opinión.

Finalmente, quienes amamos de verdad el fútbol, debemos asimilar y aprender la dura lección, pasar la página. Y seguir adelante.

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