Sobreviviente: ‘Sabía que Dios no me iba a dejar’
ParaWilliam Guadamuz, otro de los sobrevivientes del naufragio del Fu Fa Cheng, lo sufrido en febrero por los tripulantes del barco Bismark debió ser desolador.
Guadamuz conversó con el equipo de este diario en la parte alta del hotel Mariposa, donde trabaja como salonero, en Manuel Antonio, Quepos.
Desde ese hotel, que da al Pacífico, recuerda los días de tormenta y de sol en aquel océano donde estuvo a punto de perder la vida 15 años atrás, cuando iba a bordo del barco que se incendió.
“Lo que nosotros vivimos fue algo muy duro. Poco antes del accidente, mi esposa iba a la casa del capitán y por ahí hablábamos por radio. La última vez fue un domingo.
”Luego, al romperse la comunicación, sospecharon que algo malo había ocurrido y se empezó a vivir todo un calvario”, comentó.
Dice que a ellos los salvó su fe: “Sabía que Diosnome ibaa dejar en esos momentos y que iba a poder salir de ahí, volver a estar con mi familia y ver a mis hijos crecer; de hecho, ya soy abuelo: tengo un nieto y vivo feliz”, agregó.
Lo que le activó la lucha por sobrevivir fue la familia. Fue el hecho de saber que en tierra firme había gente que lo esperaba y lo amaba. Pensar en los hijos, padres y hermanos.
“Solo Dios y los que estuvimos ahí sabemos lo que pasó. No teníamos agua y ocurrieron cosas increíbles que nos permitieron obtenerla y salir adelante”, añadió.
Ve lo ocurrido como un acci- dente y estima que así como le pasó en altamar, pudo haberle ocurrido en tierra.
Él tiene escritos sus recuerdos y espera poder plasmarlos alguna vez en un libro.
A lo largo de estos años, Guadamuz, de 47 años, ha trabajado solo en restaurantes.
Se separó de su esposa, Elizabeth Mora, y ahora tiene otra pareja, pero aún mantiene buena relación con sus tres hijos.
Dice que lo suyo siempre ha sido trabajar como salonero, pero aquella vez. por una temporada baja, fue a probar suerte.
A la ligera. Afirmó que cuando pasó el percance no podía creerlo porque él no se dedicaba a la pesca y, de pronto, se vio metido en eso por haber tomado una decisión a la ligera, quizá por mejorar su situación económica.
“En las primeras de tanteo pasa lo que pasa; yo estoy ahí, yo me veo ahí y no lo puedo creer...
”La vida ahí se le detiene a uno y, de ahí en adelante, la lucha es diferente: vivo o no vivo”, expresó Guadamuz.
Tiene muy fresca la sensación de haber sentido un golpe y el barco se fue de lado.
La embarcación quedó a os- curas, se fue el sistema eléctrico y el piso metálico se empezó a poner caliente, lo que significaba que había fuego y comenzó la desesperación.
Desde que sobrevivió al naufragio, William ha tenido sueños recurrentes de aquellos días a la deriva en el mar, en que vieron pasar unos 17 barcos que navegaban principalmente de noche y se alejaban sin verlos, sin siquiera sospechar de su desdicha.
Uno de sus hijos trabaja como auxiliar de mecánica en Tracopa, la misma empresa donde labora Saúl Quirós, razón por la cual a veces se ponen de acuerdo para encontrarse y departir en familia de aquella experiencia.
Su actual esposa es de Paquera y la familia de ella tiene unas pangas, por lo que cuando tiene vacaciones, a veces se va para allá con Karolai, su hija menor.
A Francisco Povedanunca lo volvió a ver, mientras que a Eliécer Espinoza lo visitó un par de veces en Quebrada Ganado, Garabito, donde tenía unos familiares. Pero la última vez no pudo saludarlo porque la familia le dijo que Eliécer se ponía anímicamente muy mal cuando algo le rememoraba la tragedia.