No coma cuento
Apenas transcurrida una hora desde el atroz atentado contra el colegio de Parkland, Florida, cientos de participantes en Twitter, sospechosos de tener vínculos con Rusia, se insertaron en el debate sobre el control de armas, uno de los temas más polarizantes y delicados de la política estadounidense.
Elfenómenofuecomúnalo largodelacampañaelectoral del 2016, especialmente en relación con los temas raciales y la agria discusión sobre los inmigrantes. La tecnología permite el envío de miles de mensajes robotizados para atizar la confrontación. Enmuchos casos, los proveedores de discordia fingen apoyo para las dos caras de una discusión, con tal de mantenerla viva y cada vez más enconada.
El propósito es exacerbar los enfrentamientos y mantener a la sociedad estadounidense dividida, sin capacidad de negociación ni esperanza de zanjar las diferencias. Las campañas de desinformacióntambién seencargande sembrardudassobre las instituciones importantes para la vida democrática, sean las autoridades, la prensa o los partidos políticos, entre otras.
Las cuentas robotizadas son capaces de secuestrar una discusión, alterarle el curso o, simplemente, subirle el tono. Lo mismo sucede en Facebook, YouTube y otros sitios de la Internet. En todos los casos, la falsedad es un ingrediente indispensable. Las teorías de la conspiración, fundadas en caprichosas relaciones entre hechos inconexos o inventados, circulan como si fueran análisis, y las mentiras se hacen pasar por noticias. En el caso de Parkland, las cuentas de Twitter difundieron informes de supuestas consultas hechas a Google, en árabe, por el autor de la masacre.
Para colmo de males, un estudio reciente del Instituto Tecno- lógico de Massachusetts (MIT), publicado por la revista Science, confirmó una sospecha de larga data. Las noticias falsas se difunden mucho másrápido en Twitter que lasverdaderas. La posibilidad de repetición de las mentiras es superior en un 70 %.
En promedio, las noticias falsas alcanzan a diez veces más personas, no gracias a las cuentas robotizadas, sino al reenvío por usuariosverdaderos, conelagravante dequeunmensajeenviado por personas conocidas del destinatario goza demayor credibilidad por esa sola circunstancia.
Las campañas de desinformación promovidas por sofisticados servicios de inteligencia contra potencias rivales son una importante manifestación del problema de la falsedad en Internet, pero las mismas técnicas son aplicables a otros propósitos, en paísesmucho menos involucrados en las grandes confrontaciones geopolíticas, como el nuestro. La arena política y las luchas partidarias son campo fértil para la difusión de mentiras, teorías de la conspiración, difamaciones y falsedades destinadas a orientar la discusión pública en un sentido determinado.
En Costa Rica, existe amplia evidencia del uso de las redes sociales para esos efectos, en la política y más allá. La Naciónlanzó un proyecto para colaborar con la contención de la avalancha de informaciones falsas. Desde el primer día, la sección #NoComaCuento ha tenido abundante material ymás bien se ha visto forzada a escoger algunos temas sobre otros menos importantes.
La iniciativa fue concebida como un elemento de la cobertura política en época electoral y sepublicaenla edición electrónica, porque su razón de ser es un fenómeno digital. La práctica nos ha convencido de su importancia. Por eso decidimos extenderle la vigencia más allá de los comicios.
■