La Nacion (Costa Rica)

Los propósitos del pianista

- Jacques Sagot Dorelia Barahona

El pianista salió a escena, y después de agradecer el aplauso con una discreta sonrisa, tomó la palabra. “Afin de atraer gente a uno de sus recitales poéticos, Arthur Cravan tuvo que mistificar al público, anunciando que se suicidaría in situ. Logró llenar el auditorio. Curiosos y gentecilla morbosa, pero público al fin. Me alegra constatar que, sin tener que recurrir a este tipo de argucias, he conseguido llenar la sala. Voy ahora a hacer algo que muchos juzgarán un tanto heterodoxo. Diré exactament­e las metas que me he propuesto en este recital.

”La mayoría de ustedes ha venido a oír música, animados por la buena voluntad, por la benevolenc­ia ( bene volens: querer el bien). Salieron de sus casas en una noche de lluvia y pagaron sus tiquetes para vivir la comunión en la belleza –que no otra cosa es un concierto–. Yo haré las veces de oficiante. Les regalaré mi magia. Siquiera uno que otro momento de gozo, quizás de beatitud.

”Acaso no sea capaz de sostenerlo­s durante más de algunos compases, pero puedo asegurarle­s que no faltará ese pasaje –esos pasajes, si las musas, los duendes y ángeles secundan mi intención– que les revelarán una dimensión superior de la conciencia que es la experienci­a estética. Para ustedes, lomejor demiarte, el trabajohon­estode mis manos y la dación de mi al- ma.

”Otros han venido para disertar, para hacer ostentació­n de su sapiencia musicológi­ca. Son los críticos musicales. Invocarán conceptos como ‘enfoque estilístic­o’, ‘fraseo’, ‘fidelidad al texto’, ‘matices’, ‘paleta tímbrica’, ‘colorido pianístico’, ‘expresivid­ad’, ‘flexibilid­ad del rubato’, o‘rigor rítmico’.

”Para complacerl­os –porque también ellos pagaron su tiquete– tocaré piezas según criterios cuestionab­les: demasiado pedal en Bach, un sonido excesivame­nte seco para Debussy, un lirismo romántico no por completo adecuado para Beethoven y un Prokofiev no idiomático, rítmicamen­te laxo y no lo suficiente­mente percusivo. Es importante que los críticos tengan cosas que decir. Tienen que llegar a sus casas a barajar los tres o cuatro parámetros que siempre manosean, y yo debo ser, para ellos, unbuen generador de discurso. Proveerles la materia prima para sus disquisici­ones. También ellos son público, y es mi deber complacerl­os.

”Finalmente, hay gente que se tomó la molestia de venir hoy aquí con el único afán de oírme fallar notas, emborronar pasajes, y aun –tal es el más caro de sus anhelos– perderme en mitad de una u otra pieza.

”Esos son los envidiosos, los mezquinos, los intrigante­s, una caterva de seres liliputien­ses –colegas, la mayoría de ellos– que apenas podrán ocultar –aunque la disfrazará­n tras una expresión de profunda preocupaci­ón– la satisfacci­ón que les producirá cada una de mis pifias. De nuevo: ellos –y ellas– también han venido aquí en pos de los suyo, y no conviene que se vayan con las manos vacías.

”No tendrían conversaci­ón, el día siguiente, en los corrillos de los conservato­rios y en los cafetines que suelen frecuentar. En un acto de generosida­d ejemplar, fallaré intenciona­lmente algunas notas para no privarlos de su triste alegría, de su alegre tristeza, de eso que los alemanes llaman schadenfre­ude.

”Como no llegarán nunca adonde estoy yo, o, habiendo llegado, no quieren sentirse amenazados en su delirio de hegemonía pianística, voy a obsequiarl­es carretadas de notas falsas para que puedan esta noche conciliar el sueño, arrullados a la sombra de su intacta superiorid­ad”.

Por terminado su preámbulo, el pianista se sentó y comenzó a tocar. Su éxito fue resonante, y por única vez en su vida satisfizo de manera unánime las expectativ­as de su variopinta audiencia.

Diferentes motivacion­es mueven a los asistentes a los conciertos. El pianista los complace a todos

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