La Nacion (Costa Rica)

El papa Francisco

- Nuria Marín Raventós

Hace cinco años, el mundo era testigo de dos nuevos acontecimi­entos en la Iglesia católica: un Papa dejaba su cargo por razones de edad y salud, BenedictoX­VI, y senombraba por primera vez a un latinoamer­icano obispo de Roma.

Jorge Mario Bergoglio, cardenal argentino de pensamient­o moderno, férreo contra la pobreza, amante del fútbol y destacado detractor de la opresión y la corrupción en su país, simbólicam­ente, escogía el nombre Francisco I y una vida de austeridad muy diferente a la de sus antecesore­s.

Desde un inicio, marcó la diferencia con sus primeras acciones, sencillas, pero simbólicas, al viajar en el mismo vehículo que el resto de los cardenales y ubicar su nueva residencia con ellos, la Casa Santa Marta.

Con pocas manifestac­iones, Francisco se ha ganado el respeto del mundo, no solo de quienes somos católicos, sino, además, de muchas otras congregaci­ones y personas. Su llegada hasignific­ado uncambio importantí­simo para modernizar conceptos y promover una nueva visión. Basta con ver su abordaje de inclusión a los divorciado­s vueltos a casar.

También ha destacado por la firmeza se sus actuacione­s frente a comportami­entos indecoroso­s de miembros del clero, sancionand­o a los cuestionad­os, disculpánd­ose frente a las víctimas y propiciand­o la cero tolerancia. Su reciente visita a Chile, así lo demuestra. Deben reconocers­e sus decisiones de control sobre las finanzas vaticanas.

Su segunda encíclica Lau

dato si aborda temas de enorme actualidad como la protección del medioambie­nte y la Madre Tierra, “casa común” que debemos proteger frente al cambio climático.

Resulta curioso que luego de un lustro en el cargo y varias visitas a América Latina, no haya ido a Argentina. Se especulaba que era por su distancia con Cristina Fernández, ahora, por las posiciones neoliberal­es de Macri. ElPapa ha sido esquivo en explicar, pero no regresar a su país resalta el recuerdo e impacto de la primera visita de Juan Pablo II a su natal Polonia.

Sin duda, el mundo y la Iglesia católica requerían de esa nueva inspiració­n y del cambio que promueve su santidad. Su llegada y su pensamient­o han sido oportunos y convenient­es; su voz frente a la guerra, el materialis­mo, el capitalism­o sin conciencia social y la corrupción, debe seguir calando en la humanidad.

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