La Nacion (Costa Rica)

El señor Ramírez

- Armando Mayorga amayorga@nacion.com

Nicaragua es una tierra con muy buena cosecha de escritores y uno es Sergio Ramírez Mercado, nacido en Masaya hace 75 años.

Este laureado nicaragüen­se estuvo en San José la semana pasada para presentar su más reciente novela Ya nadie

llora por mí, una historia de corrupción y abuso del poder, muy ajustada a la realidad de su país. Un detective, Dolores Morales, es el protagonis­ta, y dolores morales, precisamen­te, sufre su “padre” –el escritor, el periodista, el abogado y el político retirado–, por la Nicaragua en que vive...

“Si Augusto César Sandino pudiera ver lo que pasa hoy en Nicaragua, volvería a morirse”, dice Ramírez, un crítico de Daniel Ortega y Rosario Murillo, el matrimonio gobernante al que no le ve ninguna gana de permitir que emerja una nueva clase política. Ramírez fue vicepresid­ente de Ortega, entre 1985 y 1990, y abandonó el Frente Sandinista decepciona­do por la “traición” a los principios de Sandino. En 1996 se retiró de la política y se dedicó a lo que le apasiona: “Contar historias, escribir. Yo soy un contador de historias y sería una gravísima equivocaci­ón de mi parte volver a la política”, me dijo en una entrevista en

Diálogos, de nacion.com. Con él es imposible no hablar de política e imposible no hablar de literatura. En 30 minutos, hablamos, mitad y mitad, de cada uno, y, al final, su gran estatura queda corta ante una virtud: su humildad.

Ningún premio se le ha ido arriba, ni el Alfaguara (1998), ni el Carlos Fuentes (2014) y mucho menos el Cervantes (2017), el premio nobel de las letras hispánicas, que por primera vez honra la pluma de un centroamer­icano.

“Yo vivo de la literatura y esa es mi profesión”, pero “no sueño con los premios ni escribo para ganar premios”, dice al advertir que aunque en política sí debe haber un tiempo para el retiro, “en literatura no hay tercera edad. Uno escribe hasta el día de su muerte…”. Y así lo promete.

Lo invito a observar el diálogo con el señor Ramírez porque no solo deja ver que lo más triste de Nicaragua es que ya nadie llora por ella, sino que “hubo una revolución y es como si la huella de ese cambio profundo nunca hubiera ocurrido”... Los nuevos millonario­s, irónicamen­te, son de origen sandinista.

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