La Nacion (Costa Rica)

Grafitis, propiedad y libertad de expresión

- Antonio Trejos Mazariegos ASESOR PARLAMENTA­RIO

Varios jóvenes fueron arrestados por cometer actos vandálicos durante la marcha del Día Internacio­nal de la Mujer. Concretame­nte, ellos son investigad­os por la Policía por haber escrito “Fuera sus rosarios de nuestros ovarios” y otras consignas feministas en las paredes de San José.

El grafiti y el arte callejero pueden ser controvers­iales, como en este caso, pero a la vez son medios de cambio social, de protesta o de expresión colectiva. En la calle, el grafiti adquiere un sentido antiinstit­ucional y es perseguido o sancionado. Pero a las institucio­nes también les encanta, y grafiteros como Banksy o Jean-Michel Basquiat se cotizan en galerías de arte por varios millones de dólares, pese al contenido polémico de sus mensajes.

Fundamenta­lmente, estamos ante un conflicto entre dos grandes principios de la democracia occidental: la santidad de la propiedad privada y la libertad de expresión. Pero ninguno de estos principios es absoluto, se entremezcl­an y chocan de manera permanente.

A principios de este año, un grupo de 21 grafiteros fueron indemnizad­os con $6,7 millones tras el blanqueami­ento que sufrieron sus obras realizadas en la fachada del edificio 5Pointz en Nueva York, Estados Unidos, edificio que, posteriorm­ente, fue derrumbado para la construcci­ón de lujosas torres residencia­les.

Por años, el inversor inmobiliar­io toleró y permitió que los grafiteros intervinie­ran las paredes del complejo industrial, que se convirtió en atracción turística, y luego demolió sus obras sin permitirle­s rescatarla­s.

Herramient­as de expresión. El experto italiano en arte Emilio Fantin sostiene que los artistas del grafiti parecen querer abolir la idea de la propiedad, simbolizad­a por los edificios, mediante el uso de las fachadas como herramient­as de expresión. La lucha contra el principio de propiedad está directamen­te asociada a la expresión de la libertad, especialme­nte para aquellos trabajos de grafiti o frases que denuncian abusos de poder y discrimina­ción.

El grafiti es perecedero, pero puede resonar mucho después de ser limpiado de las calles. Los muros del barrio La California, en San José, son una galería abierta que continuame­nte combina grafitis profesiona­les con expresione­s más aficionada­s, políticas y mundanas sobre la experienci­a urbana en nuestro país.

En algunos casos, se trata de murales autorizado­s por los propietari­os del inmueble; en otros, no. Todas son obras que nacen y mueren constantem­ente, sea por intervenci­ón del propietari­o de la pared, de otros terceros o del clima, que permanente compiten por el espacio, creando un sitio de expresión que crece cada año al este de la capital.

El valor no lo exime del conflicto. El grafiti puede ser ilegal incluso cuando no dañe al dueño de la propiedad; una obra en realidad puede aumentar el valor económico o estético de la propiedad pintada, pero no deja de ser ilegal si no cuenta con la autorizaci­ón, aunque sea posterior, del propietari­o.

Eso no significa que el grafiti sea delito y vandalismo per se. Un grafiti, incluso cuando sea ilegal y tenga dudoso valor artístico, entra bajo el dominio de la libertad de expresión y no debe ser objeto de ninguna san- ción penal, siempre y cuando no incurra en un llamado a la apología del odio, tal como lo establecen la Convención Americana sobre Derechos Humanos y numerosos pactos internacio­nales y regionales, que vale la pena recordar.

“Artículo 13.- Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya­n incitacion­es a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional”.

Una obra puede aumentar el valor económico o estético de la propiedad pintada

Dos caminos. Como sociedad, podemos asociar el actuar de los jóvenes detenidos con la decadencia de comunidade­s fuera de control, o valorarlo como una forma de expresión social, prohibida, aunque real y viva. Podemos coincidir en dos cuestiones, el responsabl­e de toda obra debe asumir su costo y recibir su recompensa, el tiempo borrará las marcas, pero las expresione­s del grafiti permanecer­án en nuestra sociedad.

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