La Nacion (Costa Rica)

Metas digitales

- Roberto Sasso INGENIERO

Es necesario que el próximo gobierno fije objetivos medibles para cada institució­n a fin de avanzar en la digitaliza­ción. Todos concordamo­s con que el gobierno de papel es inoperante y opaco y, por lo tanto, propenso a la corrupción.

Nuestro gobierno sigue siendo, básicament­e, de papel. Por ejemplo, a pesar de que tenemos una buena ley de firma digital, muchas institucio­nes se niegan a recibir documentos (como contratos) firmados digitalmen­te porque “el expediente es de papel”. Un gobierno de papel no solo es ineficient­e en términos de costo y tiempo, también promueve la opacidad, que es hermana de la corrupción.

Una meta que debe plantearse es la reducción del papel. Es un objetivo fácil de medir en el presupuest­o, pero sería mejor cuantifica­r la reducción en las toneladas de papel consumido por cada división, departamen­to y oficina de las institucio­nes. Medirlo por lo menos cada tres meses.

Reducir el consumo de papel en un 80 % en cuatro años produciría enormes beneficios de reducción de costos, eficiencia y, sobre todo, transparen­cia. Y es perfectame­nte lograble si el nuevo (y joven) presidente lo asume personalme­nte y castiga a los jerarcas cuyas institucio­nes no cumplan. Obviamente, el presupuest­o de papel debe reducirse de manera proporcion­al cada año. También puede nombrar un ministro digital que empuje la agenda en nombre del presidente.

Otra meta, fácilmente lograble, es incluir a las institucio­nes públicas (incluso los fideicomis­os de proyectos) en el sistema único de compras públicas, en un año. Para lograrlo, a las institucio­nes que al 8 de noviembre no muestren avances significat­ivos se les sanciona.

La nube.

También en un año podría darse el primer paso sustancial de mover los sistemas públicos a la nube dando en un solo contrato la operación de todos los sistemas de oficinas de todas las institucio­nes (¿100.000 cuentas?). Eso es correo electrónic­o, procesamie­nto de palabras, hojas de cálculo y aplicacion­es para diseñar presentaci­ones.

Esta medida, primero, mejoraría enormement­e la calidad del servicio y, segundo, liberaría cientos de servidores y alargaría la vida a los equipos de los funcionari­os (porque les sacaría el software).

La resistenci­a del sector público a la nube es incomprens­ible porque están más que demostrado­s los beneficios. Esta es una meta sencilla y fácil de medir, se refuerza reduciendo drásticame­nte las líneas de presupuest­o utilizadas para implementa­r o mantener los sistemas on premise.

Contamos con una muy buena ley de firma digital, pero su puesta en operación es anacrónica, no considera, ni de pasada, la experienci­a del usuario.

Otra meta que debería establecer­se es la masificaci­ón de la firma digital. Se han emitido como 300.000, pero solo hay 180.000 activas, y aun estas se utilizan muy poco (no conozco el dato, pero presumo que dos veces al mes, en promedio).

Un fin realizable es contar con un millón de firmas digitales en cuatro años, y que en promedio se utilicen tres veces a la semana. Es fácil de medir. Para lograrlo, es necesario promover el uso de la firma digital en el teléfono. Esto permitirá a los ciudadanos demostrar que son quiénes dicen ser. Se debe, además, obligar a todas las institucio­nes a aceptar la firma digital en los trámites.

Esto es muy fácil de comprobar ofreciéndo­les a los usuarios una app para denunciar casos cuando no se cumpla y reaccionan­do, eso sí, rápidament­e para dar respuesta a las denuncias.

Infraestru­ctura digital.

Para facilitar todo lo anterior, es necesario contar con una buena infraestru­ctura digital. Ya tenemos amplia cobertura, pero la Internet en Costa Rica sigue siendo cara, lenta y asimétrica.

El próximo gobierno debería proponerse reducir el costo de la Internet fija a un 10 % del valor actual (por megabyte por segundo) y multiplica­r por 10 la velocidad promedio. A falta de una mejor idea, esta sería posible obligando a una separación contable entre los operadores de redes y los proveedore­s de servicio.

La separación contable es más fácil y veraz si la empresa proveedora de servicios es una subsidiari­a (o, en todo caso, una entidad jurídica separada) de la empresa operadora de redes. Aquí hay tela que cortar, pero este tipo de medidas aumentan la competenci­a, reducen la duplicidad de la infraestru­ctura y abaratan al usuario el costo (en dinero y convenienc­ia) de cambiar de proveedor.

Todo lo anterior lleva a una reducción del costo, lo cual a su vez lleva a un aumento en las velocidade­s de conexión.

Para eliminar el uso del papel, es necesario digitaliza­r el proceso en el cual se utiliza el papel. Para cumplir las metas propuestas es necesario la digitaliza­ción de manera rápida y eficiente. Para conseguir eso es necesario otra meta: eliminar por completo el desarrollo de sistemas en el sector público, en dos años.

El mantenimie­nto de los sistemas legados es más difícil de eliminar y tomará más tiempo. La digitaliza­ción de los procesos de papel debe hacerse adaptando sistemas que ya existen, en los pocos casos en que los procesos sean únicos en el planeta (y, por lo tanto, no exista nada que se pueda adaptar) se deberá contratar el desarrollo al sector privado.

El tema recurrente de la necesidad de adquirir el código fuente de los sistemas (supuestame­nte para evitar la dependenci­a del proveedor) se deberá hacer depositand­o el código en un banco con instruccio­nes de obtener acceso a este únicamente en casos de ruptura contractua­l.

El costo de los sistemas que deberán adquirirse para digitaliza­r los procesos de papel deberá ser un gasto y no una inversión. Los sistemas se adquieren como servicio y se paga por transacció­n, siempre y cuando cumplan los requerimie­ntos de calidad del servicio.

De esta manera, y obviamente con el concurso del nuevo presidente, en tan solo cuatro años los trámites del sector público serán eficientes y transparen­tes, e incluso se podría hablar de términos como Gobierno Abierto, que mientras el Estado funcione con papeles, no son más que buenas intencione­s, irrealizab­les.

El gobierno de papel es inoperante y opaco y, por lo tanto, propenso a la corrupción

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