La Nacion (Costa Rica)

La Alianza que divide a los Alvarado

- Víctor Umaña Jorge Vargas Cullell vargascull­ell@icloud.com

EDIRECTOR DEL CLACDS l Centro Latinoamer­icano para la Competitiv­idad y el Desarrollo Sostenible (Clacds) del Incae Business School llevó a cabo un encuentro con los equipos técnicos que representa­n a los partidos Acción Ciudadana y Restauraci­ón Nacional. Nuestro objetivo fue conocer las posiciones de ambas agrupacion­es en torno a cinco retos nacionales: finanzas públicas, infraestru­ctura, productivi­dad, comercio exterior e inversione­s y desigualda­d territoria­l.

En cuatro de los cinco temas, uno podría concluir que con algún esfuerzo, y amparados al Acuerdo Nacional, las propuestas podrían converger. En finanzas públicas, ambos equipos destacaron la urgencia de actuar para reducir el déficit fiscal enfocándos­e no solo en temas de recaudació­n, sino también en reducción de gastos y eficiencia del sector público.

En infraestru­ctura, los equipos coincidier­on en utilizar la figura de concesión de obra pública y, en general, apoyar las alianzas público–privadas. El banderazo de salida para la ampliación de la ruta 27 el 8 de mayo y la construcci­ón de un tren urbano son proyectos comunes.

Costos de electricid­ad.

En productivi­dad, los partidos plantearon acciones comunes para mejorar el clima de negocios, fomentar empleos, simplifica­r trámites, optimizar los procesos en Setena, mejorar el INA, impulsar el gobierno digital, diversific­ar la economía y bajar los costos de la electricid­ad. ¿Quién podría estar en desacuerdo?

Sin embargo, en el último punto, hubo una importante diferencia. El PAC plantea la reducción de los costos de la electricid­ad a partir del liderazgo del ICE y Recope. El PRN, por su parte, fue claro en aumentar el tope de cogeneraci­ón, en avanzar hacia la apertura del mercado eléctrico y no expandir el monopolio de Recope.

En cuanto a la desigualda­d territoria­l, hubo un reconocimi­ento de los partidos en la necesidad de atender las brechas campo-ciudad. Ambos equipos coincidier­on en la importanci­a de la focalizaci­ón de subsidios a los grupos más rezagados, mantener varios de los programas actuales como Avancemos y Puente al Desarrollo.

El PRN hizo mayor énfasis en la promoción del empleo, mientras que el PAC defendió la gestión de los programas de asistencia actuales.

Sin embargo, donde hubo posiciones completame­nte divergente­s fue en comercio exterior. El PAC destacó la importanci­a de que Costa Rica proteja la producción doméstica, especialme­nte la agrícola, y maximice la utilizació­n de los instrument­os de defensa comercial.

Por su parte, el PRN hizo hincapié en el papel del comercio como motor del desarrollo del país y la continuaci­ón del liderazgo de Comex, Procomer y Cinde para promover más oportunida­des comerciale­s y atraer más inversión.

El punto de mayor diferencia fue la Alianza del Pacífico. El PAC ha sido enfático en su oposición al tratado regional, mientras que para el PRN la Alianza es uno de los bastiones de su propuesta de comercio exterior. De acuerdo con el PAC, no es convenient­e entrar a la Alianza porque se debe proteger al sector agropecuar­io.

¿Qué es la Alianza del Pacífico?

La Alianza del Pacífico está formada por Chile, Colombia, México y Perú. Persigue una integració­n económica profunda que incluiría la libre circulació­n de bienes, servicios, personas y capital. Este enfoque de cuatro libertades semeja la experienci­a europea y coincide con la visión a largo plazo de la integració­n centroamer­icana.

Su enfoque territoria­l, a partir de la cuenca del Pacífico, es convertirs­e en una plataforma para proyectars­e al Asia.

En el plano estrictame­nte comercial, la Alianza prevé el libre comercio para un 92 % de las líneas arancelari­as y la desgravaci­ón a plazos por negociar para el restante 8 %.

Este acuerdo complement­ará nuestros tratados con China y Corea

ENFOQUE

¿Cuáles son las preocupaci­ones para el sector agrícola?

La agricultur­a es un sector muy abierto. La mayor parte de la apertura “dolorosa” ya se dio. Empezamos a fines de los ochenta un poco a la “brava” y con los menos “bravos” y el proceso culminó con el TLC.

En el camino, hemos acordado tratados con la OMC, Centroamér­ica, Chile, Canadá, México y China. Sin lugar a dudas, el sector agropecuar­io ha sido el gran ganador de la apertura demostrand­o su competitiv­idad. Entre 1995 y el 2015, las exportacio­nes agrícolas crecieron más de siete veces y contribuye­n a una balanza comercial positiva de más de $2.000 millones.

La agricultur­a costarrice­nse puede organizars­e en tres grupos de acuerdo con su exposición al comercio internacio­nal.

1.

Productos de exportació­n como café, banano, piña, melón, raíces y tubérculos.

2.

Productos orientados al mercado local con poca competenci­a internacio­nal (hortalizas frescas)

3.

Productos orientados al mercado local con mucha competenci­a internacio­nal y alta protección como papa, cebolla, arroz, lácteos, res, pollo y cerdo.

La protección a este último grupo es lo que justifica el rechazo a la Alianza por parte del PAC. Sin embargo, un análisis puntual demuestra que la mayoría de estos productos tendrán libre comercio en el marco del TLC entre el 2020 y el 2025. Para los lácteos ya la competenci­a está en Nicaragua y en San Ramón. Otros tres: cerdo, res y arroz, ya son parte de los tratados bilaterale­s con México y Chile. Azúcar, por su parte, ya ha sido excluida de la Alianza. Así que es perfectame­nte posible negociar para los productos que queden plazos mayores de desgravaci­ón que reflejen los intereses defensivos de sus productore­s.

Sabiendo que las sensibilid­ades son manejables mediante plazos, no se justifica el rechazo a negociar un acuerdo regional que se convertirá en plataforma para la plena integració­n de Costa Rica con la cuenca del Pacífico y que será su entrada definitiva en Asia. Este acuerdo complement­ará nuestros tratados con China y Corea, potenciará la inserción de la industria costarrice­nse en nuevas cadenas globales de valor y abrirá nuevos mercados a nuestros productos y servicios.

EPOLITÓLOG­O s Jueves Santo, el ambiente parece apacible, pero se trata de una calma mentirosa. Hace semanas que los ánimos andan exaltados. Elegimos presidente el próximo domingo y, como suele ocurrir cuando unas elecciones están reñidas, el nerviosism­o es intenso.

No tengo la menor idea sobre quién ganará. Me gustaría saberlo y me sorprende el montón de gente que está segurísima del resultado. ¿Cómo harán? Supongo que están atrapados por la burbuja de sus prejuicios, pues con unas 300.000 personas indecisas la cosa puede irse para cualquier lado.

Sí intuyo que terminamos este proceso con un ánimo sombrío. El problema no lo causan, principalm­ente, las exageracio­nes con las que se procuró el apoyo de los electores: que este gobierno es el peor y más corrupto de la historia (falso) o, alternativ­amente, que estamos por ceder nuestras libertades a un régimen teocrático (falso). Son excesos inevitable­s cuando nos vamos a los penales de una segunda ronda electoral.

El problema básico es que hay preocupant­es síntomas de descomposi­ción política. Lo son las acusacione­s al Tribunal Supremo de Elecciones: los reclamos para “ponerlo en su sitio” son muy graves. Hay líneas que no deben cruzarse en una democracia y que en esta ocasión se cruzaron. Otro síntoma grave es el espectácul­o de división que nos ha dado el Partido Liberación Nacional: sé que una segunda pérdida consecutiv­a trae secuelas, pero aquí se ha desnudado una falta extrema de coherencia organizati­va e ideológica. ¿Migrará una parte de su dirigencia hacia otros lares?

Finalmente, el veneno rabioso que se ha destilado en esta campaña me llena de escalofrío­s. Tuve la vana esperanza de que la cloaca no se apoderara de la esfera pública, pero he visto una y mil veces a muchos asesinando simbólicam­ente a sus contrincan­tes. Podría uno luego ver quién lo hizo con más intensidad, pero aquí nadie es inocente.

Más allá de los resultados, me parece que el principal legado de este proceso electoral es mostrarnos la existencia de una fatiga con esta democracia que no logra disminuir las grandes asimetrías sociales y falta de oportunida­des para muchos.

Unos dicen que los culpables son los burócratas; otros, la falta de liderazgo; los de allá, la Constituci­ón Política; y los de acá, los plutócrata­s. En este juego de recriminac­iones, queda postergado lo principal: la reforma de nuestra disfuncion­al democracia política.

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