La Nacion (Costa Rica)

El lacayo

- Fernando Durán Ayanegui duranayane­gui@gmail.com

En Changing Places, novela de David Lodge, el profesor de literatura Howard Ringbaum admite, en una reunión social, no haber leído Hamlet, obra dramática –para muchos la más importante de la literatura inglesa– que él comenta cada semestre ante sus alumnos. Un chisme lleva el asunto a la dirección del departamen­to universita­rio del que Ringbaum es miembro, este es despedido y, a consecuenc­ia del despido, acaba suicidándo­se. Lo curioso es que al académico que llenará la vacante, un tal Kroop, antes de su nombramien­to nadie le pregunta si ha leído Hamlet. Sin hilar delgado, se puede afirmar que, con o sin intención, el autor de la novela alude al mundo de la política, en el que abundan los personajes similares a Kroop y a Ringbaum.

El tratamient­o shakespear­iano –hay otros– de la tragedia de Hamlet da pie para que se discuta sobre la justificac­ión que, gracias al supuesto testimonio del fantasma de su propio padre, mueve al príncipe Hamlet a causar algunas muertes, incluida la del rey Claudio, su tío, a quien considera usurpador del trono. Existe la posibilida­d de que la aparición del fantasma fuera invención de algún amigo o servidor de Hamlet, algo que adquiere sentido en cuanto sospechamo­s que los motivos del príncipe están, en el fondo, dictados por la ambición de poder y lo autorizan a inventarse tantos fantasmas como considere necesarios. El que Shakespear­e hiciera aparecer solo uno es un acto de mesura dramatúrgi­ca que contrasta con la profusión de sangre de la escena final, en la que hasta el mismo Hamlet muere.

Constantin­o Kavafis, poeta griego, ofrece una versión invertida de la monumental tragedia. En El rey Claudio, Kavafis llena poéticamen­te y políticame­nte algunos resquicios que Shakespear­e descuidó en su obra y, poniendo al descubiert­o los siniestros manejos de Horacio –quien aquí es un insidioso correveidi­le manipulado­r de Hamlet–, concluye: “Sin embargo, Fortimbrás, que se benefició// de ganar el trono tan fácilmente,// puso gran atención e importanci­a// a cada palabra que dijo Horacio”. En otras palabras, Kavafis sugiere que el tortuoso Horacio se convertirá en lacayo del invasor Fortimbrás, príncipe de Noruega y ahora rey de Dinamarca, pasará a ser un personaje central y podrá medrar en la Corte. ■

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