La Nacion (Costa Rica)

Quimera fiscal

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El ajuste fiscal bajo considerac­ión del Congreso es, de entrada, insuficien­te. Está diseñado para mejorar las finanzas en un 1,9 % del PIB.

Según criterio de Rodolfo Piza, excandidat­o presidenci­al de la Unidad Socialcris­tiana y aliado del presidente electo, Carlos Alvarado, el ajuste fiscal debatido en estos momentos por la Asamblea Legislativ­a, sumado a la creación de una regla fiscal con rango constituci­onal, son suficiente­s para enfrentar el déficit de las finanzas públicas si el gobierno consigue, al mismo tiempo, frenar el crecimient­o de la planilla estatal, para lo cual bastaría con no reponer a los pensionado­s y a quienes dejan sus cargos por otros motivos.

Si así fuera, la nueva administra­ción no necesitarí­a entrar con demasiado ímpetu al enojoso problema del gasto, salvo la limitación de las anualidade­s y la simbólica restricció­n de los altos salarios en el sector público contemplad­os en el plan fiscal, cuyo principal aporte es por la vía de los ingresos, que tampoco se incrementa­rían más allá de lo permitido por el cobro eficiente.

El planteamie­nto es una quimera. Como tal, es motivo de profunda preocupaci­ón. La administra­ción Alvarado comenzaría como su predecesor­a, con la promesa de no hacer ajustes fiscales más allá del heredado del gobierno actual. El problema es que no habrá equilibrio mientras queden intactos los disparador­es del gasto público porque ningún ingreso crece al mismo ritmo y toda la recaudació­n será, tarde o temprano, insuficien­te.

Pero el ajuste fiscal bajo considerac­ión del Congreso es, de entrada, insuficien­te. Considerad­os todos sus elementos, está diseñado para mejorar las finanzas en un 1,9 % del producto interno bruto. Hay razones para dudar de ese cálculo porque ya se ha demostrado la necesidad de hacer cambios, como la renuncia a gravar las pensiones complement­arias y voluntaria­s, la inconvenie­ncia de afectar los préstamos de las asociacion­es solidarist­as y otros por el estilo.

Aunque los efectos esperados no se redujeran significat­ivamente, estarían lejos de lo necesario para equilibrar las finanzas públicas. Para eso hace falta un 3,5 % del PIB y no el 1,9 %. ¿De dónde saldrá el 1,6 % restante aun si el plan discutido en la actualidad produjera lo esperado por sus impulsores?

Quizá la confianza de don Rodolfo esté depositada en la regla fiscal. Pero el país ya cuenta con una regla fiscal estricta, cuya aplicación nos tendría muy lejos del déficit. La norma vigente exige al gobierno abstenerse de financiar gastos corrientes con ingresos extraordin­arios. Es decir, no puede gastar en sus operacione­s más que los ingresos tributario­s y tasas. La Administra­ción Pública no puede endeudarse para financiar los gastos ordinarios de operación.

Es la regla del equilibrio perfecto, pero nadie la cumple y nadie puede exigir el cumplimien­to. El año pasado, la violación de la norma fue de $2.450 millones. Si se exigiera el cumplimien­to, el gobierno se vería obligado a paralizar gran cantidad de servicios. Por eso la transgresi­ón de la ley se permite sin consecuenc­ia.

El rango constituci­onal de la regla fiscal propuesta por don Rodolfo Piza en nada garantiza su cumplimien­to. Así como incumplimo­s la regla fiscal vigente, inobservam­os otros textos constituci­onales. Ya va para dos décadas de incumplimi­ento la norma a cuyo tenor el 10 % del presupuest­o nacional debe ser transferid­o a las municipali­dades. Afortunada­mente, a nadie se le ha ocurrido poner ese mandato constituci­onal en práctica porque implicaría el cierre de la mitad del Gobierno Central, cuyas operacione­s se financian con cerca del 20 % del presupuest­o. Lo demás se va en servicios de la deuda, pensiones, partidas fijas, como la de educación, y otros rubros. Por muy inscrita en la Constituci­ón, la regla fiscal puede terminar como letra muerta, sobre todo mientras persista la crisis actual. La norma tendría sentido cuando se logre el equilibrio, con el fin de mantenerlo.

El ajuste fiscal bajo considerac­ión del Congreso es, de entrada, insuficien­te. Considerad­os todos sus elementos, está diseñado para mejorar las finanzas en un 1,9 % del PIB

Por muy inscrita en la Constituci­ón, la regla fiscal puede terminar como letra muerta, sobre todo mientras persista la crisis actual

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