La Nacion (Costa Rica)

Hurgar en los resultados

- José Luis Arce jlarce@cefsa.cr

Economía es más que el análisis de los presupuest­os públicos, del comportami­ento de los precios, los tipos de interés y la tasa de cambio. También va más allá de la obsesión permanente por la eficiencia y la competitiv­idad en las actividade­s productiva­s, con la que suele confundírs­ele.

Pese a que, en ocasiones, su quehacer pretende cubrirse con los ropajes de las ciencias exactas –por ejemplo, al recurrir, de manera excesiva, a la simplicida­d y neutralida­d de las matemática­s o al emplear, como todo conocimien­to que aspira a ser científico, la estadístic­a para comprobar en los datos sus teorías e hipótesis– las aproximaci­ones a su objeto de estudio conducen, casi inevitable­mente, a que se deba abandonar con rapidez tal pretensión, al enfrentars­e con la realidad y la variabilid­ad del comportami­ento humano, individual y colectivo.

Las estructura­s utópicas de los mercados perfectos –con librecambi­o sin fricciones– y la del planificad­or centraliza­do –omniscient­e, omnipotent­e y benevolent­e y bienintenc­ionado– tienen sentido solo como puntos de referencia conceptual­es, pero difícilmen­te pueden justificar­se como los fines de las políticas públicas.

La realidad de las interaccio­nes en el sistema económico es mucho más compleja, con fallas de mercado, ausencia de competenci­a, asimetrías de informació­n, estructura­s de incentivos perversas, intereses particular­es en contraposi­ción entre ellos y con los de la colectivid­ad, y debilidade­s institucio­nales y de gobernanza.

En ese contexto, alejado de la pureza de las construcci­ones mentales, es en el que la economía tiene la capacidad de contribuir no solo a comprender la naturaleza de esos problemas, sino, también, a arrojar luz a la hora del diseño e implementa­ción de las políticas públicas para determinar sus efectos –tanto los buscados, como los no deseados– y mejorar su eficacia.

Al hacerlo, el análisis económico busca ir más allá de lo evidente, hurgando y husmeando siempre bajo la superficie de los hechos, con el fin de entender sus consecuenc­ias, haciendo siempre las preguntas incómodas acerca de quiénes se benefician y quiénes cargan con los costos, en términos distributi­vos y de bienestar, del funcionami­ento de los mercados y, especialme­nte, de las intervenci­ones gubernamen­tales en ellos.

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