Adicción a Internet y al celular aumenta la sensación de soledad
→→utores del estudio lo atribuyen a la disminución del contacto cara a cara →Guardar el celular y fijar horarios para responder mensajes ayudan a ‘liberarse’
Los teléfonos inteligentes y la posibilidad de conexión a Internet en cualquier lugar y momento, nos acercan a personas que tenemos lejos geográficamente o a quienes no podemos ver tan seguido.
No obstante, en quienes desarrollan una adicción a Internet y al teléfono celular, este comportamiento aumenta el riesgo de depresión, ansiedad y el sentimiento de soledad.
Si usted dedica más de 30 horas de su tiempo de ocio semanal a navegar por Internet, descuida sus relaciones personales, pierde horas de sueño, no puede controlar el tiempo que pasa en línea o se siente inquieto cuando apaga la computadora o su celular se descarga, podría ser catalogado como ciberadicto.
Estar siempre pendiente de mensajes entrantes o de si el teléfono suena o vibra, y tener activadas alertas de noticias y de correos electrónicos entrantes, puede abrumar a quienes no logran dejar un solo mensaje sin revisar o contestar, o no resisten el impulso de ver todas las notificaciones de inmediato.
Así lo señala un estudio de la Universidad Estatal de San Francisco, Estados Unidos, publicado en la Revista NeuroRegulation.
Lo que pasa en el cerebro. ¿Por qué nos hacemos adictos al teléfono celular?
Según confirma Erik Peper, coordinador del estudio: “La adicción al teléfono inteligente comienza cuando se forman conexiones neurobiológicas en el cerebro. Esto funciona de una forma similar a la adicción a opiodes”.
En otras palabras, las notificaciones, vibraciones y alertas en el teléfono nos hacen sentir comprometidios a revisarlos y, para ello, se utilizan los mismos caminos neurales en el cerebro que los que se usan para alertar de posibles daños, como el ataque de un depredador.
Esto se complica porque existen muchos trabajos para los cuales es necesaria la conexión a Internet, lo cual también pone en riesgo a las personas que necesitan estar respondiendo correos electrónicos laborales y resolviendo asuntos de trabajo en su tiempo de ocio. Al final, la persona tiene menos tiempo de descanso y mayores posibilidades de adicción al trabajo. Esta situación pone en jaque su salud mental y esto, a su vez, hace que la ansiedad y la depresión hallen terreno fértil.
El estudio. Peper y su compañero de investigación Richard Harvey entrevistaron a 135 personas de entre 18 y 35 años.
Al analizar sus respuestas, se vio que cuanto más usaran los teléfonos, mayor era la sensación de aislamiento, soledad y ansiedad. Más aún: muchos decían sentirse “deprimidos”.
Los investigadores afirman que esta soledad es la consecuencia de tener menos interacciones cara a cara. También desaparecen otras señales no verbales de lenguaje que no pueden darse a través de un teléfono. Asimismo, se encontró que esos mismos sujetos de estudio eran multitasking; es decir, estaban acostumbrados a hacer varias cosas a la vez: estudiar, comer, estar en clase y tener varias pantallas abiertas en su computadora. No obstante, de acuerdo con Peper, este multitasking termina siendo un semitasking; esto es, la persona hace dos o más tareas al mismo tiempo, aunque las hace con la mitad de la calidad o en el doble del tiempo que si realizara una sola tarea a la vez.
Además, los jóvenes que usaban más su teléfono celular eran más propensos a los problemas de postura y el dolor de cuello.
Investigaciones previas. Esta no es la primera vez que una investigación asocia la adicción a Internet con depresión o ansiedad. En el 2010, psicólogos de la Universidad de Leeds, en Reino Unido, evaluaron el uso de Internet y los niveles de depresión de 1.319 personas, con edades entre 16 y 51 años, residentes en el Reino Unido.
El documento, publicado en la Revista Psychopathology, señaló que los jóvenes eran los más propensos a sufrir adicción a Internet, mucho más que que los usuarios de mediana edad. La edad promedio del grupo de adictos fue 21 años.
Además, los adictos tuvieron una mayor incidencia de depresión, de moderada a grave, que los usuarios no adictos.
¿Qué hacer? Peper y Harvey sostienen que, así como nos podemos entrenar para consumir menos azúcar, también podemos hacerlo para bajar la adicción por Internet y el teléfono inteligente.
El primer paso es reconocer que las compañías de tecnología son conscientes de cómo responde el cerebro humano y se aprovechan de ello.
Una forma de iniciar este proceso de “liberación” es desactivando las notificaciones y limitando los horarios del día para responder correos electrónicos o revisar redes sociales. Además, ayuda programar las actividades importantes de estudio y trabajo sin interrupciones del celular, para concentrarse en lo que se está haciendo.
Otras medidas consisten en eliminar el uso de audífonos cuando se está caminando, para así ser más consciente de lo que sucede alrededor.
Tratar de pasar más tiempo en contacto cara a cara con los seres queridos es otra sugerencia. Eso sí, mantenga el teléfono guardado en su bolso o lejos de usted, para que así pueda concentrarse en pasar tiempo de calidad con esas personas.
La psicóloga costarricense Ana María Agüero es de la misma opinión: “Busque momentos de ‘desconexión’. Tal vez usted necesite Internet para el trabajo. Tal vez, el tenerlo todo en el teléfono le haga más fácil trabajar. Pero, una vez que llegue a su casa, deje el teléfono a un lado y dedíquese a usted mismo y a su familia. O salga con sus amigos y ni siquiera vuelva a ver el teléfono”.
“A veces necesitamos regresar por un par de horas a aquella época de 1990 cuando nadie andaba con celular y si alguien tenía que comunicarse con uno, lo llamaba a la casa y tenía que esperarse a que uno regresara para hablar”, concluyó.