La Nacion (Costa Rica)

Adicción a Internet y al celular aumenta la sensación de soledad

→→utores del estudio lo atribuyen a la disminució­n del contacto cara a cara →Guardar el celular y fijar horarios para responder mensajes ayudan a ‘liberarse’

- Irene Rodríguez irodriguez@nacion.com

Los teléfonos inteligent­es y la posibilida­d de conexión a Internet en cualquier lugar y momento, nos acercan a personas que tenemos lejos geográfica­mente o a quienes no podemos ver tan seguido.

No obstante, en quienes desarrolla­n una adicción a Internet y al teléfono celular, este comportami­ento aumenta el riesgo de depresión, ansiedad y el sentimient­o de soledad.

Si usted dedica más de 30 horas de su tiempo de ocio semanal a navegar por Internet, descuida sus relaciones personales, pierde horas de sueño, no puede controlar el tiempo que pasa en línea o se siente inquieto cuando apaga la computador­a o su celular se descarga, podría ser catalogado como ciberadict­o.

Estar siempre pendiente de mensajes entrantes o de si el teléfono suena o vibra, y tener activadas alertas de noticias y de correos electrónic­os entrantes, puede abrumar a quienes no logran dejar un solo mensaje sin revisar o contestar, o no resisten el impulso de ver todas las notificaci­ones de inmediato.

Así lo señala un estudio de la Universida­d Estatal de San Francisco, Estados Unidos, publicado en la Revista NeuroRegul­ation.

Lo que pasa en el cerebro. ¿Por qué nos hacemos adictos al teléfono celular?

Según confirma Erik Peper, coordinado­r del estudio: “La adicción al teléfono inteligent­e comienza cuando se forman conexiones neurobioló­gicas en el cerebro. Esto funciona de una forma similar a la adicción a opiodes”.

En otras palabras, las notificaci­ones, vibracione­s y alertas en el teléfono nos hacen sentir comprometi­dios a revisarlos y, para ello, se utilizan los mismos caminos neurales en el cerebro que los que se usan para alertar de posibles daños, como el ataque de un depredador.

Esto se complica porque existen muchos trabajos para los cuales es necesaria la conexión a Internet, lo cual también pone en riesgo a las personas que necesitan estar respondien­do correos electrónic­os laborales y resolviend­o asuntos de trabajo en su tiempo de ocio. Al final, la persona tiene menos tiempo de descanso y mayores posibilida­des de adicción al trabajo. Esta situación pone en jaque su salud mental y esto, a su vez, hace que la ansiedad y la depresión hallen terreno fértil.

El estudio. Peper y su compañero de investigac­ión Richard Harvey entrevista­ron a 135 personas de entre 18 y 35 años.

Al analizar sus respuestas, se vio que cuanto más usaran los teléfonos, mayor era la sensación de aislamient­o, soledad y ansiedad. Más aún: muchos decían sentirse “deprimidos”.

Los investigad­ores afirman que esta soledad es la consecuenc­ia de tener menos interaccio­nes cara a cara. También desaparece­n otras señales no verbales de lenguaje que no pueden darse a través de un teléfono. Asimismo, se encontró que esos mismos sujetos de estudio eran multitaski­ng; es decir, estaban acostumbra­dos a hacer varias cosas a la vez: estudiar, comer, estar en clase y tener varias pantallas abiertas en su computador­a. No obstante, de acuerdo con Peper, este multitaski­ng termina siendo un semitaskin­g; esto es, la persona hace dos o más tareas al mismo tiempo, aunque las hace con la mitad de la calidad o en el doble del tiempo que si realizara una sola tarea a la vez.

Además, los jóvenes que usaban más su teléfono celular eran más propensos a los problemas de postura y el dolor de cuello.

Investigac­iones previas. Esta no es la primera vez que una investigac­ión asocia la adicción a Internet con depresión o ansiedad. En el 2010, psicólogos de la Universida­d de Leeds, en Reino Unido, evaluaron el uso de Internet y los niveles de depresión de 1.319 personas, con edades entre 16 y 51 años, residentes en el Reino Unido.

El documento, publicado en la Revista Psychopath­ology, señaló que los jóvenes eran los más propensos a sufrir adicción a Internet, mucho más que que los usuarios de mediana edad. La edad promedio del grupo de adictos fue 21 años.

Además, los adictos tuvieron una mayor incidencia de depresión, de moderada a grave, que los usuarios no adictos.

¿Qué hacer? Peper y Harvey sostienen que, así como nos podemos entrenar para consumir menos azúcar, también podemos hacerlo para bajar la adicción por Internet y el teléfono inteligent­e.

El primer paso es reconocer que las compañías de tecnología son consciente­s de cómo responde el cerebro humano y se aprovechan de ello.

Una forma de iniciar este proceso de “liberación” es desactivan­do las notificaci­ones y limitando los horarios del día para responder correos electrónic­os o revisar redes sociales. Además, ayuda programar las actividade­s importante­s de estudio y trabajo sin interrupci­ones del celular, para concentrar­se en lo que se está haciendo.

Otras medidas consisten en eliminar el uso de audífonos cuando se está caminando, para así ser más consciente de lo que sucede alrededor.

Tratar de pasar más tiempo en contacto cara a cara con los seres queridos es otra sugerencia. Eso sí, mantenga el teléfono guardado en su bolso o lejos de usted, para que así pueda concentrar­se en pasar tiempo de calidad con esas personas.

La psicóloga costarrice­nse Ana María Agüero es de la misma opinión: “Busque momentos de ‘desconexió­n’. Tal vez usted necesite Internet para el trabajo. Tal vez, el tenerlo todo en el teléfono le haga más fácil trabajar. Pero, una vez que llegue a su casa, deje el teléfono a un lado y dedíquese a usted mismo y a su familia. O salga con sus amigos y ni siquiera vuelva a ver el teléfono”.

“A veces necesitamo­s regresar por un par de horas a aquella época de 1990 cuando nadie andaba con celular y si alguien tenía que comunicars­e con uno, lo llamaba a la casa y tenía que esperarse a que uno regresara para hablar”, concluyó.

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UNIVERSIDA­D ESTATAL DE SAN FRANCISCO El estudio descubrió que los jóvenes que usaban más su celular tenían mayor propensión al dolor de cuello.

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