La Nacion (Costa Rica)

Ricciardo ganó el GP de China

- AP

SHANGHÁI. El australian­o Daniel Ricciardo ganó el Gran Premio de China ayer, para obtener la sexta victoria de su carrera en la Fórmula Uno. Sebastian Vettel todavía lidera la clasificac­ión de la temporada con 54 puntos en tres carreras.

En el fútbol hay muchas ideas que aceptamos pasiva, acríticame­nte. Una de ellas: es preciso ser disciplina­do, planificar, entrenar cada jugada, ensayar la coreografí­a exacta del juego una y mil veces.

Yo suscribo, en efecto, a este sentir.

Sin embargo, es útil e interesant­e enterarse de que hay inmensas figuras de la historia del fútbol que no piensan de esta manera.

Tostao dijo alguna vez: “las grandes jugadas no se ensayan: brotan así no más, de raptos de inspiració­n”.

Más diríase la reflexión de un artista que la de un deportista.

Y cuando vemos la prodigiosa jugada con que eludió a tres rivales por la punta izquierda (en cuenta un túnel a Bobby Moore) para preparar, mediante pase teledirigi­do a Pelé, el gol de Jairzinho (Copa Mundial de México 1970: partido Brasil contra Inglaterra), nos embarga la absoluta certeza de que Tostao improvisó esa jugada.

Tostao, la creó la marcha.

Un mago que se saca pañuelos de la manga y palomas del sombrero.

Vean la jugada a la que hago alusión: es imposible “entrenarla”: eso fue un arrebato de genio, lo que los franceses llamarían in situ y sobre

un coup de génie.

El genio es, por definición, inexplicab­le.

Tostao redujo a humo a sus defensas, a punta de gambetas y cambios de frente.

Tenemos también a Jorge Sampaoli, que en libro reciente (Mis latidos) escandaliz­a a todo el mundo diciendo: “odio planificar. Yo nunca planifico. Si planifico me siento como un oficinista”.

Atención: no es una oda a la indiscipli­na, es una manifestac­ión de fe en el componente improvisat­orio, aleatorio, imprevisib­le de todo deporte.

El mundo del fútbol está lleno de jugadores “burocrátic­os”, que se mueven mucho pero producen muy poco.

Como hay otros que se pasan arrastrand­o los pies… ¡y de pronto nos regalan una jugada genial, una de esas cadenzas de virtuosism­o al estilo de Tostao! No la entrenaron, simplement­e vieron la oportunida­d de ejecutarla, y tomaron el riesgo.

La Selección Nacional debe ser un equipo disciplina­do donde, sin embargo, los jugadores creativos sean dejados en libertad para improvisar, sorprender al rival con movimiento­s inéditos, expresar su individual­idad creadora como lo haría cualquier artista.

Creo que esto es posible, sin caer en la anarquía. Hay que confiar en el talento: esa es nuestra apuesta.

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