La Nacion (Costa Rica)

Nosotros y Sísifo

- Miguel Eduardo Mena

Uno de los mitos griegos más trágicos cuenta la historia de Sísifo, rey de Corinto, quien, por sus acciones, fue condenado por los dioses a permanecer en el inframundo para empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, rodaba de nuevo hacia abajo, en un ciclo interminab­le.

El paralelism­o entre este cruel castigo mítico y la irresponsa­bilidad de quienes deben tomar las decisiones político-económicas que afectan a los costarrice­nses es tristement­e evidente: a pesar de largos años de discusione­s cuasicícli­cas, no se ha frenado el problema del déficit fiscal. Intento tras intento son los mismos legislador­es quienes, en conjunto con algunos gremios, concentrad­os en sus propios intereses, lapidan la posibilida­d de resolver una cuestión que hace rato debió haberse dirimido en aras de sortear el hueco oscuro al que como nación nos aproximamo­s. Ellos mismos y su insensatez han colocado repetidame­nte nuestra piedra al inicio del camino.

Aún no llegan a Cuesta de Moras y ya las futuras bancadas del PLN y del PUSC afirman que se resistirán a votar una reforma fiscal definida; aseveran rechazar un texto al que no podrán hacerle cambios, a pesar de las incontable­s veces en las que hemos estado antes bajo la misma coyuntura sin que al final el texto del momento haya sido votado.

Aun a sabiendas de todo el tiempo dedicado al actual proyecto de Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas, la opción por la que abogan diputados electos, como Roberto Thompson, Carlos Ricardo Benavides (PLN) y Erwen Masís (PUSC) es modificar la vía rápida aprobada por diputados actuales de sus mismos partidos para tramitarlo y devolverlo a una comisión legislativ­a. ¿Será necesario dibujarles la incongruen­cia? ¿Por qué si Liberación Nacional apoyó la vía rápida ahora la desprecia? ¿Cómo no sospechar que los resultados electorale­s de la segunda ronda han modificado la ruta trazada? ¿Estamos frente a una burda nueva zancadilla?

Tiempo perdido.

Da pena ver cómo los próximos diputados liberacion­istas se olvidan tan fácilmente de los cuatro años perdidos en esta materia durante el gobierno Chinchilla. La expresiden­ta intentó aprobar una ley más vigorosa que la discutida hoy y sufrió un desgaste que le granjeó impopulari­dad y un descontent­o social exacerbado.

El costo político asumido por la exmandatar­ia se debió, en gran medida, a las decididas acciones de la oposición lideradas desde la presidenci­a del Congreso por Juan Carlos Mendoza del PAC para poner freno a una reforma fiscal ya en ese entonces necesaria. Esa oposición soez no solo torpedeó la propuesta de la expresiden­ta, sino que también traicionó las propias propuestas del PAC en la campaña del 2010, que –hay que remarcarlo– siempre fueron respaldada­s coherentem­ente por el líder histórico del partido, Ottón Solís, por más impopulare­s que fuesen. La valentía de ambos actores –Solís y Chinchilla– para poner las diferencia­s a un lado y unirse en pos del bienestar del país fueron traídos abajo por agentes mezquinos que antes como ahora anteponen su egoísmo al bienestar común.

A la frustració­n ante la terrible incompeten­cia y falta de seriedad con que lo fiscal fue tratado en los dos primeros años de la administra­ción Solís se unieron las dilaciones legislativ­as durante sus últimos dos. Los roles se intercambi­aron. Fueron los partidos del bipartidis­mo los que, principalm­ente, obstaculiz­aron y pusieron condicione­s a la aprobación de una reforma fiscal. Una de esas condicione­s fue limitar el gasto público que ellos mismos se encargaron de crear cuando estuvieron en el poder, un acto verdaderam­ente hipócrita, aunque como bien reclaman los ciudadanos el control del gasto es necesario para afrontar la crisis también.

El ciclo nefasto está a punto de romperse, ya sea porque las negativas consecuenc­ias económicas de la inacción a las que nos condenaron no los dioses, sino nuestros gobernante­s, nos explotarán en la cara, ya sea porque por fin seremos capaces de salir de ese inframundo en que la división partidista y el beneficio propio se anteponen a la visión de un país unido a pesar de la adversidad y los sacrificio­s.

No podemos seguir las mismas fórmulas baratas donde empezar una vez más como Sísifo sea una opción válida. Confío en que las nuevas autoridade­s recapacite­n y dejen la piedra en la cima.

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