La Nacion (Costa Rica)

Leerles a los niños en voz alta mejora sus destrezas sociales

→Reduce el riesgo de hiperactiv­idad y baja los problemas de conducta →En investigac­ión de la Universida­d de Nueva York participa una especialis­ta tica

- Irene Rodríguez S. irodriguez@nacion.com

¿Tiene un hijo, sobrino o familiar menor de cinco años? Leerle en voz alta libros infantiles, jugar, construir historias, hablar y poner atención a lo que este dice lo ayudarán no solo a desarrolla­r un mejor lenguaje, sino también a desarrolla­r destrezas sociales de forma eficaz y prácticame­nte gratuita.

Una investigac­ión de la Universida­d de Nueva York (NYU), que hasta la fecha lleva cuatro años y medio y fue publicada en la más reciente edición de la revista Pediatrics, indica que los menores sometidos a un programa en el cual algún familiar les leía en voz alta o jugaba con ellos, tenían mejores habilidade­s sociales, más capacidad de atención y concentrac­ión, menos riesgo de desarrolla­r hiperactiv­idad y no sentían ansiedad al separarse de sus padres por lapsos cortos.

Esto los prepara mejor para la educación primaria y cierra brechas con quienes tuvieron mayor acceso a programas de estimulaci­ón temprana.

Costarrice­nse. En este estudio participa la costarrice­nse Adriana Weisleder, quien es doctora en Psicología y Ciencias Cognitivas. Ella realizó su posdoctora­do en NYU y actualment­e labora como docente e investigad­ora en la Universida­d Northweste­rn, en Chicago, Estados Unidos.

“Esta investigac­ión comenzó con Allan Mendelsohn, él es pediatra y en su consulta veía que desde antes de entrar a la escuela, los niños que vivían en pobreza no desarrolla­ban el mismo lenguaje ni las mismas destrezas cognitivas que los niños con mayores posibilida­des económicas; esto los hacía tener desventaja­s para el aprendizaj­e”, relató.

“Los niños que no viven en pobreza usualmente tienen más recursos a mano, más juguetes, padres posiblemen­te más educados que pueden pasar mayor tiempo con ellos, y leerles. Esto hace que, al llegar a la escuela, puedan aprovechar mejor el aprendizaj­e. En cambio, los niños en pobreza, en general, llegan con este rezago y ello les dificulta entender, y con esto, la motivación se viene abajo”, prosiguió la especialis­ta.

¿Cómo cerrar la brecha? Mendelsohn, Weisleder y el resto del equipo se inspiraron en un programa que ya motivaba a los padres a leerles a sus hijos en voz alta y a jugar con ellos.

Ellos trabajaron con el Hospital Bellevue, un centro médico público al que acuden muchas personas pobres.

Los científico­s reclutaron a familias pocos días después del nacimiento de sus bebés. Para participar de la investigac­ión, el niño tuvo que haber nacido a término, ser sano y no presentar problemas de desarrollo. Además, las familias debían compromete­rse a cumplir con los chequeos médicos que les incluye el seguro público (15 citas en los primeros cinco años de vida) en dicho hospital. La madre debía tener 18 años o más y hablar español o inglés.

La meta era dar a estos padres y familiares en condición de pobreza herramient­as para estimular el desarrollo cerebral de los menores, ver cómo funcionaba­n y explorar si estas intervenci­ones podrían cerrar las brechas que hay con los niños que nacen en hogares de mayores posibilida­des económicas.

Se reclutaron 675 familias. A estas se les dividió en dos: el grupo experiment­al y el de control.

A los niños se les hicieron evaluacion­es a los 6, 14, 24, 36 y 54 meses (es decir, 4,5 años de edad) y se les midió en diferentes ámbitos: habilidade­s sociales, atención y concentrac­ión, hiperactiv­idad, agresión (si eran víctimas o si se mostraban agresivos) y la forma en la que expresaban sus problemas.

A los tres años, los investigad­ores volvieron a dividir los grupos para un seguimient­o de dos años más. Parte del grupo experiment­al pasó a ser grupo de control y viceversa. A partir de entonces hubo cuatro grupos: quienes siempre se mantuviero­n como control, los que siempre fueron del grupo experiment­al, los que recibieron el programa experiment­al solo de 0 a 3 años y los que solo lo tuvieron entre los 3 y los 5 años.

Al momento de este último análisis publicado en Pediatrics, se llevaban 4,5 años. En total, 252 familias se han mantenido en la investigac­ión.

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FREEIMAGES.COM Leer con ellos y para ellos los prepara mejor para la educación primaria, según determinar­on los autores de esta investigac­ión.
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