La Nacion (Costa Rica)

El concierto de las APP

- Ricardo Hausmann ECONOMISTA

CAMBRIDGE – Según lo cuenta una antigua parábola, hubo una vez una competenci­a entre dos pianistas. Después de escuchar al primero, el jurado otorgó el premio al segundo pianista. No había necesidad de escuchar más, ya que ¿quién podría ser peor?

Esta misma lógica parece aplicarse a las alianzas público-privadas (APP) creadas para proporcion­ar infraestru­ctura como vialidad, energía eléctrica, agua potable, aeropuerto­s, o el desarrollo de zonas turísticas importante­s. De hecho, es esencial escuchar a los dos concursant­es, y evaluar sus fortalezas y debilidade­s.

El primer pianista es la provisión pública, la cual enfrenta dos problemas: uno de incentivos (o de corrupción) y el otro presupuest­ario. El de incentivos obedece al hecho de que cuando un gobierno licita un proyecto vial, la empresa que gana la licitación puede escatimar esfuerzos porque se quedará con lo que ahorre. Es posible que hasta comparta esos ahorros con los funcionari­os gubernamen­tales encargados de supervisar el contrato. El problema presupuest­ario se deriva de que hay un límite a la cantidad de deuda que un gobierno puede contraer de modo seguro, puesto que para repagar la deuda tendrá que imponer impuestos futuros. En consecuenc­ia, muchos proyectos valiosos deben ser postergado­s.

Entra el segundo pianista. Supongamos que el proyecto es una ruta estructura­da como una carretera con peaje, con una concesión a 20 años. Esto parecería resolver tanto el problema de incentivos como el de presupuest­o. Si el contratist­a escatima esfuerzos en la construcci­ón de la carretera, tendrá que hacerse cargo de los mayores costos de mantenimie­nto que esto genera, lo cual supuestame­nte le inclinará a construir con buena calidad. Asimismo, tendrá un incentivo para manejar la operación de manera eficiente, dado que se quedará con lo que ahorre. Además, como el peaje financiará el proyecto, este no tendrá que estar sujeto a restriccio­nes fiscales.

Liberar un proyecto de restriccio­nes presupuest­arias puede hacer maravillas. En Liberia, alrededor del 73 % de la población posee teléfono celular, pero solo el 9,1 % dispone de energía eléctrica. Esto obedece a que la electricid­ad en Liberia se financia principalm­ente con recursos presupuest­arios, mientras que la telefonía celular está en manos del sector privado. Cuando los proyectos se estructura­n de tal modo que sus usuarios los costean a través del pago de tarifas o peajes, los mercados pueden llevarlos a cabo. Las cosas marchan mucho más lento cuando son necesarios los escasos recursos presupuest­arios.

De modo que parecería que el ganador es el segundo pianista. Sin embargo, la vida es más complicada que la parábola, debido a los problemas que se presentan en el curso del proyecto.

La primera pregunta que debe contestar un proyecto es si se trata o no de una buena idea. La respuesta a esto requiere de un proceso de evaluación o de preinversi­ón que puede ser costoso, y cuyo resultado quizás no sea mejor que un buen estimado, lo que deja numerosas incertidum­bres.

Por ejemplo, en la fase preliminar de un proyecto vial, se desconocen total o parcialmen­te factores como la geología relevante para el diseño y construcci­ón de la carretera, la cantidad de tráfico que ella tendrá en el futuro, su impacto ambiental, y la reacción de las comunidade­s circundant­es. La mayoría de los países en desarrollo que yo conozco, gastan demasiado poco en la preparació­n de buenos proyectos. Cuando el sector privado hace la preinversi­ón, transforma­r esas ideas en proyectos financiabl­es suele ser difícil, dado que ello involucra numerosas decisiones o acciones por parte del sector público que son difíciles de coordinar.

Entonces, supongamos que se aprueba un proyecto vial para una carretera con peaje, se redacta el contrato de concesión, y se presentan empresas a la licitación. Las empresas participan­tes necesitan planear para dos fases: ingeniería, procura y construcci­ón (EPC, por su sigla en inglés) y una fase más larga de operación, cuando se recaudan los ingresos provenient­es del peaje y se recuperan los gastos incurridos y los beneficios previstos.

Existen numerosas incertidum­bres en ambas fases, pero especialme­nte en la EPC, que puede durar de 3 a 7 años, dependiend­o del proyecto. Dados los riesgos de esta fase, los mercados de capital exigen que su financiami­ento provenga más de capital que de deuda, y esperan una tasa interna de retorno que suele llegar al 18 % o más. Una vez que termina la construcci­ón y la ruta entra en operación, los menores riesgos y los flujos más estables de ingreso permiten una financiaci­ón con un mayor porcentaje de deuda, lo que permite participar a inversores más conservado­res, como fondos de pensiones, que esperan un rendimient­o del 5 al 7 %. Esto permite que los inversores iniciales retiren su dinero.

Es decir, el proyecto conlleva una ingeniería financiera bastante sofisticad­a. Por lo general, estos planes no se pueden poner en práctica a menos que el gobierno otorgue garantías contra los riesgos geológicos o de tráfico. La negociació­n de estos acuerdos suele añadir cuatro años al proyecto –para llegar al llamado cierre financiero– antes de que se efectúe cualquier trabajo físico. Además, es tal la cantidad de detalles que es preciso negociar y supervisar, que los funcionari­os gubernamen­tales tienen abundantes oportunida­des para incurrir en actos ilícitos.

Esto significa que en realidad no desaparece­n los problemas de incentivos ni los presupuest­arios que supuestame­nte iba a eliminar el segundo pianista. También significa que existen razones contundent­es para que los proyectos financiado­s con fondos privados se vuelvan significat­ivamente más caros, dado el mayor costo del capital, y para que finalizarl­os lleve mucho más tiempo. Todavía más, el segundo pianista tampoco eli- mina la necesidad de contar con un Estado competente y honrado, capaz de diseñar y gestionar proyectos de tanta complejida­d. Sin embargo, puede que esta no sea la mejor manera de emplear las escasas capacidade­s del gobierno.

Una alternativ­a consiste en concentrar el papel del sector privado en las últimas fases del proyecto. Puede que la mejor opción sea que el gobierno construya la carretera y venda la concesión para su operación y mantenimie­nto. Esto permite que el gobierno retire sus fondos y reinvierta los recursos en preinversi­ón y EPC, reciclando así el escaso capital público de manera más rápida, y también dejando fuera las partes más caras y más lentas de la participac­ión privada.

Para que el gobierno logre que sean financiabl­es otros proyectos, como el desarrollo de zonas turísticas importante­s, debe incurrir en fuertes gastos de preinversi­ón y de infraestru­ctura pública. La recuperaci­ón de estos fondos implicaría participar en el proyecto o coinvertir con el sector privado a través de algún vehículo de financiaci­ón que también gestione el proyecto en nombre del gobierno.

Esto requiere disponer de capacidade­s institucio­nales que muchos países no tienen y que la comunidad internacio­nal no ha impulsado. Sin embargo, estas capacidade­s podrían marcar una gran diferencia. Por ello, el gobierno de Albania, con ayuda del Centro de Desarrollo Internacio­nal de la Universida­d de Harvard (centro que yo dirijo), planea crear el vehículo de inversión necesario. Dado lo que está en juego, las muchas dificultad­es y desafíos que nos aguardan valdrán la pena.

Como dirían los pianistas: ¡Sigan en sintonía!

Liberar un proyecto de restriccio­nes presupuest­arias puede hacer maravillas

 ?? .SHUTTERSTO­CK ??
.SHUTTERSTO­CK
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica