La Nacion (Costa Rica)

El último disfraz

-

Luis Guillermo Solís se disfrazó de héroe ante el plenario legislativ­o. Desde el pedestal, pidió a los diputados “patriotism­o” en el manejo de finanzas públicas.

Para poner fin a cuatro años de mascarada, Luis Guillermo Solís se disfrazó de héroe ante el plenario legislativ­o. Desde el pedestal, pidió a los diputados “completo patriotism­o” en el manejo de las finanzas públicas. En ese ámbito, dijo el 2 de mayo, su gobierno merece el calificati­vo de “heroico”.

El antifaz no impidió reconocer al mandatario que, a pocos meses de juramentad­o, elevó el presupuest­o nacional en un 19 %, complació a sus aliados del sector público con generosos aumentos salariales y vertió un chorro de recursos sobre las universida­des. En aquel momento, Solís elogió una marcha estudianti­l contra el ajuste presupuest­ario y su ministra de Cultura se puso al frente de una protesta de trabajador­es del sector. A lo largo del periodo constituci­onal, el presidente corrió con la tea en dirección opuesta al mesón, rehusando confrontar los disparador­es del gasto.

Es pronto para pensar en una estatua ecuestre pero, llegada la oportunida­d, convendría recordar que el mandatario alcanzó el poder a lomos de la demagogia. Con el objeto de infligir una derrota al gobierno de Laura Chinchilla, la facción del Partido Acción Ciudadana alineada con Solís descarriló el Plan de Solidarida­d Tributaria, mejor diseñado y más eficaz que el proyecto fiscal planteado, sin éxito, en las postrimerí­as de esta administra­ción, cuando se sintió eximida del costo político.

Como candidato, Solís prometió no crear impuestos durante sus primeros dos años en el poder. Esa primera mitad del mandato la dedicaría a demostrar cómo se gasta “bien”, con eficacia y austeridad. En ese momento, la batalla de las finanzas públicas no merecía el calificati­vo de heroica. Ni siquiera valía la pena librarla. El presidente criticó a los sectores “obsesionad­os” con el déficit y restó importanci­a al problema.

Nada duraron las promesas de austeridad y el rechazo a la creación de nuevos tributos no llegó al año. La heroica administra­ción, además de exorbitar el presupuest­o nacional, se dedicó a procurar recursos mediante la generación de nuevos ingresos. En lo relativo al control del gasto, los próceres tocaron retirada. Sin parpadeos, como se espera de una estatua, el mandatario declaró inútil la reforma del empleo público, pues tardaría 18 años en producir efectos.

La administra­ción se reservó las demostraci­ones de valentía, optó por el corto plazo y exigió a la Asamblea Legislativ­a aprobar impuestos para seguir alimentand­o excesos y privilegio­s. El impacto de una reforma al empleo público sería mucho más inmediato, pero Solís rehuyó la confrontac­ión con los sindicatos del sector y, a partir de entonces, no hubo esfuerzos heroicos pese al pretérito reconocimi­ento de que “no se puede hablar de ingresos sin hablar de gastos, y los salarios forman parte de eso”.

El heroísmo de la administra­ción, a tenor del discurso pronunciad­o el miércoles, consistió en sortear los retos fiscales acumulados durante décadas. Pero el mandatario no fue elegido para evadir problemas, sino para resolverlo­s. Tampoco es cierta la caracteriz­ación de su gobierno como mártir de los errores del pasado. Solís ayudó a profundiza­rlos hasta el punto de la insolvenci­a, para utilizar su propia descripció­n de las finanzas públicas hacia el final de la administra­ción.

El gobierno heroico no solo carga la culpa de su inacción. El mandatario olvidó el papel de su partido en el fracaso del Plan de Solidarida­d Tributaria, su férrea oposición a dominar los disparador­es del gasto y las políticas dispendios­as de su propia administra­ción. Cuando dejó las filas del Partido Liberación Nacional, del cual fue secretario general, no citó la política fiscal entre sus motivos. Luego de tanto protagonis­mo y de gobernar cuatro años, Solís no puede lavarse las manos depositand­o las responsabi­lidades en hombros de sus predecesor­es. Si el país lo permitiera, renunciarí­a a toda esperanza y restaría sentido a la política misma. ¿Para qué tanto esfuerzo si de las futuras administra­ciones solo esperamos la disposició­n a sufrir heroicamen­te los errores del pasado, sin enmendarlo­s?

La responsabi­lidad histórica de la administra­ción Solís es grave y no debemos olvidarla, sobre todo si su innegable contribuci­ón a la crisis fiscal conduce a mayores sufrimient­os. El gobierno se ha visto obligado a endeudarse, a tasas de interés cada vez más altas, para enfrentar el pago de obligacion­es básicas, como salarios y aguinaldos. La deuda crece y el déficit fiscal ronda niveles catastrófi­cos. La calificaci­ón de riesgo del país empeora y se hace difícil colocar bonos soberanos.

Los esfuerzos “heroicos” del primer gobierno del PAC dejan al segundo en una situación muy comprometi­da. El torpe intento presidenci­al de redefinir la realidad y desplazar responsabi­lidades solo servirá de irritante, mientras la nueva administra­ción despeja dudas y prueba su compromiso con las soluciones de fondo.

Luis Guillermo Solís se disfrazó de héroe ante el plenario legislativ­o. Desde el pedestal, pidió a los diputados “completo patriotism­o” en el manejo de las finanzas públicas

El antifaz no impidió al mandatario reconocer que, a pocos meses de juramentad­o, elevó el presupuest­o nacional un 19 %

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica