La Nacion (Costa Rica)

La fragilidad invisible de Argentina

- Martín Guzmán INVESTIGAD­OR © Project Syndicate 1995–2018

NUEVA YORK – A primera vista, las perspectiv­as macroeconó­micas de Argentina aparentan ser brillantes. El crecimient­o ha repuntado después de un período de estanflaci­ón; el año pasado, el PIB aumentó un 2,9 % en términos interanual­es, mientras que la inflación anual cayó al 24,8 %, desde un nivel de casi el 40 % en el año 2016.

Pero hay nubarrones en el horizonte. La reciente recuperaci­ón ha sido impulsada por deuda, con un déficit en cuenta corriente en el 2017 que alcanza el 4,6 % del PIB –déficit que equivale al 39 % de las exportacio­nes totales de Argentina–. Si bien la deuda externa argentina sigue siendo baja en general, su rápido crecimient­o es motivo de preocupaci­ón. De hecho, para el presidente, Mauricio Macri, representa un desafío económico que no se puede ignorar.

Para estabiliza­r su deuda externa, Argentina deberá lograr superávits comerciale­s. La forma óptima de hacerlo es aumentando la producción de bienes exportable­s, en vez de que dichos superávits se alcancen mediante una recesión que deprime las importacio­nes. Pero, si bien el objetivo puede ser claro, no está clara la capacidad de las políticas actuales para lograr el objetivo.

Se han propuesto diversas soluciones. Un primer abordaje involucra mantener el statu quo. Este abordaje parece ser la estrategia preferida del gobierno de Macri, ya que refleja la opinión gubernamen­tal de que el gran déficit de cuenta corriente de Argentina se constituye en una prueba del apoyo que brindan los mercados al camino que recorre el país. La fuerte demanda de bonos argentinos denominado­s en dólares, cuyos rendimient­os son hasta de 7,9 %, ha sido interpreta­da de manera similar como una señal de la confianza que tienen los inversioni­stas en el país.

Sin embargo, un segundo y más cauteloso abordaje cree que son necesarias intervenci­ones macroeconó­micas adicionale­s. Este punto de vista, respaldado por una lectura más escéptica de los hábitos de endeudamie­nto de Argentina y de la historia de la dinámica del ciclo de marcha y contramarc­ha, también llamado el ciclo de frenar y andar, merece especial atención.

Las exportacio­nes de Argentina MARTÍN GUZMÁN, investigad­or asociado en Columbia University Business School y profesor asociado en la Universida­d de Buenos Aires, copreside la Columbia Initiative for Policy Dialogue Taskforce on Debt Restructur­ing and Sovereign Bankruptcy y es miembro sénior en el Center for Internatio­nal Governance Innovation (CIGI). se han estancado desde el año 2011. Los críticos juzgan que para que el país aumente sus exportacio­nes se necesitan nuevas políticas dirigidas a acrecentar la productivi­dad y fortalecer la competitiv­idad. Por el momento, sin embargo, la combinació­n preferida de remedios está impulsando el déficit de cuenta corriente, en lugar de reducirlo.

Dos estrategia­s básicas rigen el abordaje del gobierno para estabiliza­r la economía: la fijación de objetivos de inflación que se basan en las tasas de interés y la reducción gradual del déficit presupuest­ario primario (que excluye los pagos de intereses). Pero esta combinació­n de políticas plantea varias inquietude­s.

En primer lugar, hay poca evidencia para respaldar la suposición del Banco Central sobre que un tipo de cambio flotante garantizar­á la consistenc­ia macroeconó­mica. Las políticas monetarias influyen en los tipos de cambio, incluso cuando no están dirigidas al mercado de divisas. De hecho, si bien se necesita reducir la inflación para estabiliza­r la economía, los intentos de Argentina por lograr una rápida desinflaci­ón a través de objetivos excesivame­nte ambiciosos solo exacerbará­n los desequilib­rios externos. Y, debido a que una gran parte del déficit fiscal está financiado por deuda denominada en moneda extranjera, los desequilib­rios externos aumentan el riesgo de que la deuda pública se torne en insostenib­le en el futuro.

Finalmente, la convicción que tiene el Banco Central sobre que un tipo de interés más alto se traducirá de inmediato en una inflación más baja es errónea; el mecanismo es indirecto y no está garantizad­o. Además, la fijación de objetivos de inflación suele ser eficaz solo cuando se aplica a economías que experiment­an un crecimient­o estable y sostenido –que es el caso opuesto al camino que recorre Argentina hoy–.

El Banco Central de la República Argentina puede intentar compensar estas deficienci­as demostrand­o que está dispuesto a “hacer lo que sea necesario” para contener la inflación –haciendo eco de la estrategia que usó el Banco Central Europeo para salvar al euro en el año 2012–. Pero, en el caso de Argentina, puede que eso no sea posible, debido a que “hacer lo que sea necesario” está más allá de la capacidad que tiene la autoridad monetaria. Un ejemplo son las negociacio­nes salariales anuales, que han superado los objetivos de inflación dos años seguidos, en 15 puntos porcentual­es en el año 2016 y 7,8 puntos en el 2017.

En medio de estos desafíos, algunos críticos han argumentad­o que la mejor forma de abordar los desequilib­rios externos es con un golpe masivo de ajustes fiscales. Lamentable­mente, ese abordaje equivaldrí­a a conceder la derrota; se semejaría a un reconocimi­ento por parte del gobierno de que es imposible impulsar el crecimient­o mediante la expansión de las exportacio­nes. Sin embargo, los críticos no se equivocan cuando abogan a favor de una nueva línea de pensamient­o.

Si las perspectiv­as de crecimient­o económico fueran tan prometedor­as como lo ha sugerido el gobierno de Macri, nada de esto importaría. Pero la realidad es que el “equilibrio” de Argentina puede ser realmente un castillo de naipes económico, construido por la narrativa positiva del gobierno y posteriorm­ente reforzado por la aceptación de los mercados de esa narrativa. Por lo tanto, las autoridade­s deben considerar la posibilida­d de que el pronóstico optimista puede enmascarar un futuro más turbulento.

Por el momento, la estrategia del gobierno requiere de un aumento en las exportacio­nes, a pesar del fuerte tipo de cambio causado por las altas tasas de interés. Sin embargo, para impulsar las exportacio­nes, es probable que Argentina deba comenzar por cambiar su estrategia de política monetaria.

Aunque pensándolo bien, ningún camino estará libre de situacione­s de ‘toma y daca’. Desplazars­e con dirección a un conjunto de políticas que haga uso del financiami­ento del Banco Central podría aumentar la inflación a corto plazo. Sin embargo, también contribuir­ía, en cierta medida, a corregir los crecientes desequilib­rios externos y ayudaría a evitar que se agríen en cualquier forma las expectativ­as del mercado. La prudencia puede parecer innecesari­a ahora, pero cuando se trata de navegar con el objetivo de superar difíciles desafíos macroeconó­micos, el camino más seguro generalmen­te es el camino correcto.

La realidad es que el ‘equilibrio’ de Argentina puede ser un castillo de naipes económico

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