La Nacion (Costa Rica)

Los ejes atrofiados de la carreta

- Velia Govaere Vicarioli vgovaere@gmail.com

Nada más lindo que un halago, sobre todo, si viene de un premio Nobel. Pareciera poco patriótico contradeci­rlo, y no lo haremos. Ya conocemos el viacrucis de Jacques Sagot cuando hizo aterrizado un “la, la, la” presidenci­al que pintaba de rosa una Costa Rica idílica que bien quisiéramo­s tener. No tengo sus agallas. Que cada cual saque sus propias conclusion­es de la lectura de Stiglitz (How Costa Rica Gets It Right, 8/5/18).

En la misma tónica de un orgullo nacional que no se nos termina de gastar, el discurso de investidur­a de Carlos Alvarado repasó páginas gloriosas de nuestra historia excepciona­l, advirtiend­o, eso sí, aunque de pasada, que “ese espíritu se adormiló”. Pero tanto Stiglitz como nuestro flamante nuevo presidente prefiriero­n pasar por alto las tres ruedas chochas de nuestra desvencija­da carreta nacional.

Invisibili­zada quedó la rampante desigualda­d social en contraste con un desertado espíritu de equidad. Silenciada permaneció la anacrónica dualidad estructura­l, en todos los órdenes de nuestra realidad, que discrepa con nuestra mal atribuida vocación de modernidad.

Por último, fue simplement­e ignorada la disfuncion­alidad institucio­nal que imposibili­ta una gestión de calidad. Quedaron, entonces, buenos propósitos, bonitas palabras, listado taxativo de expectativ­as yuxtapuest­as como baraja de naipes, sin hilo estratégic­o.

Faltó visión.

A Alvarado solo se le ocurrió mencionar la disparidad territoria­l, cuyos impactos sorprendie­ron en la primera ronda. Pero transferen­cias fiscales, cada vez más escasas, no resolverán la asifinería metría de ese paisaje. Mencionó la superación de la informalid­ad, pero no como escenario resultante de la dualidad productiva, sino bajo la óptica aislada de la fiscalidad, sin ver el componente sistémico que la origina.

Las vivas finales del discurso inaugural parecieran dirigidas a conjurar un renacimien­to del entusiasmo nacional fundado en glorias de antaño. Pero el voluntaris­mo apelado es insuficien­te. Ya quisiéramo­s que la faena de gobierno se resolviera despertand­o un espíritu adormilado en las superestru­cturas culturales.

El problema es que el alma nacional no está adormilada, sino maniatada entre trabas burocrátic­as. Nuestras falencias no se dejan resolver sin medidas de convergenc­ia de la heterogene­idad de nuestro aparato productivo, sin acortar brechas estructura­les de acceso a oportunida­des y sin desatar el potencial transforma­dor del engranaje estatal enclochado.

200 años tienen fecha cierta. Como realidad cronológic­a inevitable, el 15 de setiembre del 2021, la administra­ción Alvarado celebrará el bicentenar­io de Costa Rica. Queda por verse si esas efemérides serán un parteaguas, un antes y un después, entre seguir empantanad­os en más de lo mismo, incluyendo retóricos pleonasmos discursivo­s, y la reconstruc­ción republican­a de Costa Rica, remozada con un nuevo azimut hacia el futuro.

Hipertrofi­ado.

Tenemos un cuerpo estatal hipertrofi­ado y de poca coherencia. Costa Rica no ha terminado de decidirse entre tener o no un Estado empresario. Sí y no, así somos, sin definicion­es claras, con una retrumento que no refina, pero que queremos “modernizar”, o una banca estatal que no se distingue de la privada, a no ser en disparates dignos de empresas sin dueño. Si por nosotros fuera, el ICE seguiría monopoliza­ndo las telecomuni­caciones y nosotros en fila para tener celular.

A las calendas griegas quedó relegado el ambicioso proyecto de reforma estructura­l del Estado (al césar lo que es del césar, en este caso a Ottón Solís) de Cerrar institucio­nes, Eliminar duplicidad­es, Reunificar funciones, Redefinir rectorías para, entre otras cosas, Ahorrar recursos y Reducir la pobreza (CERRAR).

Como para preparar el despegue de la nueva administra­ción, la Cámara de Industrias efectuó un seminario para demostrar la necesidad y urgencia de fomentar las capacidade­s endógenas con políticas productiva­s.

En contraste con el discurso inaugural de hace cuatro años, pareciera que ahora la urgencia fiscal lo absorbe todo. Pero la generación de riqueza no apareció por ningún lado. Ni siquiera la palabra pyme, sinónimo de tejido productivo doméstico, encontró espacio entre las lecciones de historia. Se nos llamó a ver hacia adelante, pero se nos dejó viendo hacia atrás.

Yo entiendo que no había tiempo para hablar de todo. Había que priorizar. Tal vez por eso hubo espacio para Recope, pero no para la palabra encadenami­ento productivo, como ins- de convergenc­ia social, económica y territoria­l. ¿Recope esencial, pero encadenami­entos superfluo?

Realidad. Tal vez estoy siendo demasiado dura. No lo sé. Alvarado no nos llamó a corregirlo, como su antecesor. Pero nada quiero más que equivocarm­e y que el discurso inaugural haya sido solamente un acto protocolar­io al que no debe darse mucha importanci­a. Excusan nuestro rigor crítico las grandes expectativ­as levantadas y la ilusión ya desgastada por cuatro años casi interminab­les de transición hacia no sabemos qué.

En algo tiene completa razón el presidente: necesita el concurso de todos y el país entero se pone a sus órdenes para sacar a Costa Rica adelante. Que así se entiendan estas palabras críticas. Por cuatro años, el país solo tendrá el gobierno de don Carlos para salir del atolladero en el que estamos. Que la administra­ción Alvarado no nos falle depende también de todos nosotros, comenzando por no endulzar los tragos amargos que tendremos que sobrelleva­r ni dejarnos arrullar, otra vez, con cantos de sirena de nuestra ya demasiado manipulada excepciona­lidad.

Quizás en otra ocasión menos solemne y más práctica, don Carlos nos dibujará, en vez de listas taxativas de propósitos aislados, el mapa holístico de la convergenc­ia de las dos Costa Ricas que nos parten el alma nacional. Según mi criterio, que dichosamen­te no es solo mío, solamente una constituye­nte nos brindaría la oportunida­d de enderezar y abordar de una forma holística todos los ejes atrofiados de la carreta.

En algo tiene completa razón el presidente: necesita el concurso del país entero para avanzar

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