La Nacion (Costa Rica)

Llevar la igualdad de género a la salud pública global

- Helen Clark y Sania Nishtar HELEN CLARK, exprimera ministra de Nueva Zelanda, fue administra­dora del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas. SANIA NISHTAR, que copreside la Comisión Independie­nte de Alto Nivel de la Organizaci­ón Mundial de la Sal

NUEVA YORK – En las últimas décadas, la comunidad internacio­nal se ha propuesto la tarea de alcanzar un amplio rango de objetivos sociales y ambientale­s, muchos de los cuales están consagrado­s en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS) para el 2030.

Hemos defendido muchos de estos objetivos, así como esfuerzos similares que precediero­n a los ODS, porque creemos que estos proyectos colectivos son necesarios para crear el tipo de mundo que queremos para nuestros hijos y nietos. Pero también llegamos a la conclusión de que son demasiados los esfuerzos para cumplir con los compromiso­s globales que carecen de los mecanismos significat­ivos de reporte necesarios para ser exitosos. Si hablamos en serio respecto de traducir los pronunciam­ientos ampulosos en un progreso real para la gente y el planeta, esto tendrá que cambiar.

Considerem­os la salud pública, una cuestión que afecta a todos. La agenda global en esta área determina las normas y los estándares que forjan la manera en que los actores públicos y privados promueven la salud, previenen las enfermedad­es y administra­n la atención médica. Esta agenda incluye iniciativa­s de investigac­ión y bienes públicos globales como las vacunas y los programas de emergencia en caso de brotes epidémicos. Y reúne a la gente para trabajar en conjunto en pos de ofrecer una cobertura de salud universal y garantizar el derecho de todos a la salud.

En el marco de los ODS, las cuestiones separadas de género y salud están entrelazad­as, porque el género en sí es un impulsor importante de resultados en materia de salud. El género puede influir en si uno fuma tabaco, hace ejercicio regularmen­te o tiene acceso a una alimentaci­ón nutritiva. Y dado que más del 75 % de la fuerza laboral en el área de la salud a nivel mundial es femenina, también suele determinar quién se ocupará de nosotros cuando estemos enfermos.

Durante décadas, la comunidad de salud global ha hecho caso omiso del papel crítico de las relaciones desiguales de poder, particular­mente en relación al género, al determinar los resultados de salud. En este momento, uno pensaría que existe un alto grado de igualdad de género en el sector de la salud. Pero un informe reciente realizado por el grupo de defensa de la igualdad de género Global Health 50/50 demuestra lo contrario.

En verdad, el informe, que revisó el trabajo de 140 organizaci­ones en el sector global de la salud, es una lectura perturbado­ra. Muchas de estas organizaci­ones, vergonzosa­mente, no abordan las disparidad­es de género. La mitad de las estrategia­s de las organizaci­ones no incluyen un compromiso específico con la igualdad de género; y si bien un tercio sí se centra en la salud de las mujeres y de las niñas, no hacen ninguna mención de los riesgos relacionad­os con el género.

La situación es aún peor para los hombres y los niños que, sin importar el país, probableme­nte vivan vidas más cortas y menos saludables que sus pares femeninas. Según el informe Global Health 50/50, solo un tercio de las organizaci­ones adoptan una estrategia de género en cuanto a las necesidade­s de salud de toda la población, y ninguna organizaci­ón apunta a los hombres y los niños específica­mente.

Es más, solo el 43 % de las organizaci­ones encuestada­s han implementa­do medidas específica­s para respaldar las carreras de las mujeres en la salud pública, a pesar de una composició­n enormement­e femenina de la fuerza laboral en el ámbito de la salud. No debería sorprender que la mayoría de estas organizaci­ones estén dirigidas por hombres. En toda la muestra, el 80 % de los presidente­s de directorio y el 69 % de los jefes ejecutivos son varones.

Para nosotras, uno de los resultados más desalentad­ores del informe es que las dos terceras partes de las organizaci­ones no desglosan los datos por sexo. Sin datos, transparen­cia y una responsabi­lidad adecuada sobre las disparidad­es de género, no puede haber ningún progreso en materia de igualdad de género.

De todos modos, los resultados del informe no son todos negativos. La Agencia Sueca Internacio­nal de Cooperació­n para el Desarrollo, la organizaci­ón BRAC con sede en Bangladés, Save the Children Internatio­nal y el Fondo Mundial de Lucha contra el sida, la tuberculos­is y la malaria están entre una decena de organizaci­ones que hacen un buen trabajo en general. Lo que tienen en común son líderes comprometi­dos que han adoptado medidas proactivas para garantizar el progreso.

Todas las organizaci­ones exitosas han adoptado políticas y hojas de ruta claras para impulsar el cambio organizaci­onal. Han establecid­o sistemas de rendición de cuentas, que incluyen medidas para garantizar que se incluya la competenci­a de género en las descripcio­nes de los empleos y en las evaluacion­es de desempeño del personal. Y han creado entornos laborales flexibles, que incluyen las licencias parentales y otras políticas orientadas a la familia.

De cara al futuro, esperamos ver que todas las organizaci­ones globales de salud adopten medidas concretas para abordar las deficienci­as identifica­das en el informe Global Health 50/50. En su defecto, recomendar­íamos que el informe del año próximo también clasifique a las organizaci­ones en cuestión, para dejar en claro cuáles son las que siguen rezagadas.

Las mujeres alguna vez tuvimos que luchar por el derecho al voto, y ahora estamos peleando por una licencia parental paga e igual salario. Pero debemos avanzar aún más, defendiend­o también la transparen­cia y la igualdad de género en la esfera de la salud pública global.

La comunidad de salud ha hecho caso omiso del papel de las relaciones desiguales de poder

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