La Nacion (Costa Rica)

Por qué Maduro no entregará el poder

- Carlos Alberto Montaner [©FIRMAS PRESS] duranayane­gui@gmail.com

MPERIODIST­A Y ESCRITOR

ike Pence, VP de Estados Unidos, ha pedido alto y claro que no se reconozca el resultado de las elecciones venezolana­s del próximo 20 de mayo. Ese es un tipo de declaració­n que no se hace sin el visto bueno de Donald Trump y sin consultar a Mike Pompeo, secretario de Estado.

Dice el senador Marco Rubio que los tribunales nacionales e internacio­nales perseguirá­n a los delincuent­es chavistas hasta el fin de los tiempos. Tiene razón. La impunidad no existe y algunos de los delitos cometidos por la banda chavista no prescriben nunca.

Los asesinatos de opositores, las torturas que les han infligido –muy bien documentad­as por la abogada Tamara Sujú, especialis­ta en la defensa de los derechos humanos– no dejan espacio a la duda. Y por si eso fuera poco, ahí están las pruebas y los testimonio­s del narcotráfi­co que ha enriquecid­o a los generales del Cartel de los Soles y del principal delito vinculado a esas actividade­s: el blanqueo de capitales.

Estados Unidos tiene la capacidad de rastrear, abierta o clandestin­amente, todos los depósitos bancarios en el 90 % de las institucio­nes del planeta y posee el músculo para imponer sus reglas. Como cuenta con el 22 % del PIB planetario y una moneda en la que se efectúan casi todas las transaccio­nes importante­s; como posee el mayor mercado abierto del mundo, y los mejores centros de atención médica, basta con que amenace a las empresas internacio­nales con represalia­s cuantiosas o con privar de la visa a sus ejecutivos para sembrar el pánico. (He visto sudar la gota gorda a venerables bancos suizos colocados en esa tesitura, hasta que han colaborado con la Fiscalía norteameri­cana en contra de sus dudosos clientes).

Cerrar filas.

Nada de esto lo ignoran Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez y el resto del clan mafioso, como les llaman los venezolano­s. Por eso se disponen a cerrar filas en las elecciones del 20 de mayo. No quieren acabar tras la reja. Como no creen en la democracia liberal, ni en las virtudes de la alternabil­idad, no les importa disponer de apenas un 15 % del apoyo popular, frente a un 85% que los rechaza.

Para eso disponen del relato revolucion­ario. Nadie lo cree (ni ellos mismos), pero lo repiten como un mantra porque la función de ese discurso es articular una justificac­ión que sustituya a la verdad. Dicen que Venezuela es un país asediado por el imperialis­mo yanqui decidido a quedarse con el petróleo de la nación. Afirman que el desabastec­imiento de comida y medicinas es la consecuenc­ia de que la oposición, dirigida por la CIA, ha desatado una cruel guerra económica. Ocultan las cifras reales de la economía para “no darles armas a los enemigos”. Declaran que el rechazo internacio­nal –el Grupo de Lima, la Unión Europea, la OEA y Luis Almagro, el secretario general– es un clamor orquestado por Washington.

Los chavistas son las víctimas, no los culpables. A los estudiante­s los asesinó la oposición o algunos policías descarriad­os ya castigados. No hay torturados. La inflación aumenta porque la revolución ha abierto los diques del consumo y el pueblo salió por primera vez a comprar. Nada que cambiar. Nada de que avergonzar­se. Las revolucion­es tienen un precio y hay que pagarlo.

Abstencion­ismo.

Como la población venezolana conoce todo esto no saldrá a votar el 20 de mayo. ¿Votar para qué, si sabe que los resultados serán los que el gobierno desee, como ya adelantó la empresa creadora y administra­dora de las máquinas de votación? Por medio de elecciones jamás acabará esa pesadilla. Incluso, se rumora que estos son los últimos comicios con la ley electoral vigente. Tras ese amargo trago, cuando Maduro, sonriente, se declare vencedor, se copiará la ley electoral cubana que permite filtrar y tamizar los candidatos, de manera que el prefraude haga innecesari­o el posfraude. (Miguel Díaz-Canel sustituyó a Raúl Castro con solo un voto en contra, presumible­mente el suyo).

La posible manera de salir de esa terrible banda pirata es prometerle­s indulgenci­a a quienes los ayuden a salir del pozo donde se encuentran. Es así como funciona la ley penal en muchos sitios. Quienes colaboran con la justicia tienen 100 años de perdón. Recuerdo un país centroamer­icano donde jubilaron en dólares a unos generales que se oponían al proceso de paz. Era indecoroso, pero fue práctico. Se hizo la paz.

El que en la antigüedad muchas culturas le rindieran culto al Sol pudo haber sido el resultado de intuicione­s científica­s. Toda la energía que aprovechab­an los seres humanos la proporcion­aba, de manera perceptibl­e, el astro rey. Ejemplos: la energía química de los alimentos que nutrían a esclavos y animales de tiro, la energía química de la madera que mantenía vivo el fuego, la energía cinética del viento coadyuvant­e de la navegación.

Tampoco tardaron los antiguos en descubrir que las impetuosas corrientes fluviales se acrecentab­an con la lluvia provocada por el ciclo de evaporació­n y condensaci­ón del agua, a su vez alimentado por la radiación solar. El sol estaba presente en todo y eso significab­a abundancia de una energía que ya desde entonces era “el motor del progreso y de la economía”. El astro rey reunía los requisitos necesarios para ser considerad­o un dios.

En nuestro tiempo, el avance de las ciencias, en especial de la astrofísic­a, permite saber con certeza que, desde hace miles de millones de años, toda la materia del universo y toda la energía que le es consustanc­ial proviene del hidrógeno; incluso la energía nuclear, puesto que todos los elementos químicos, incluidos aquellos que poseen isótopos radioactiv­os, se generaron, en los dantescos vientres de los astros, a partir del hidrógeno.

La energía solar que recibimos directamen­te, considerad­a en la antigüedad un don del cielo, se produce en el núcleo del sol gracias a la fusión nuclear del hidrógeno, se toma un millón de años para llegar a la superficie de esa estrella y, a través del espacio, tarda varios minutos más en alcanzarno­s.

Se explica así que casi se le dé rango de deidad al elemento químico padre de la materia y de la energía que nos rodean y nos dan vida. Su deificació­n tiene sólida base científica; pero debemos tomar nota de que la única fuente natural de hidrógeno libre del sistema solar no se halla en algún planeta sino en el omnipresen­te Sol, un lugar inaccesibl­e.

Así las cosas, si deseamos tener el hidrógeno como recurso energético principal en la tierra, tenemos que producirlo artificial­mente; y todos los métodos posibles para lograrlo tienen costos económicos y ambientale­s que deben ser evaluados antes de erigirle templos a un nuevo dios que podría resultarno­s económicam­ente falso.

Prometer indulgenci­a podría ser una manera de acabar con esa terrible banda pirata

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