La Nacion (Costa Rica)

¿Y por qué no contra Claudia?

- Antonio Alfaro DIRECTOR PURO DEPORTE analfaro@nacionl.com

AJonathan Mauri se le ha apedreado, latigado, torturado, arrastrado y crucificad­o por un premio que muchos consideran inmoral. Demandaron justicia, investigar hasta las últimas consecuenc­ias, descubrir si había tráfico de influencia­s.

Lo reclamó el ciudadano común, arremetió el presidente del Comité Olímpico, exigió el recién instalado ministro de Deportes. Sospecho que unos y otros deberán ir recogiendo aquellas palabras que insinuaban o temían corrupción.

A partir del instante en que una ley otorgó a Claudia Poll un premio de ¢160 millones por un título en categoría máster, usted, yo y Perencejo teníamos el mismo derecho. ¿Por qué no lo decimos?

¿Porque se trata de Claudia Poll? ¿Porque la queremos mucho y le estamos eternament­e agradecido­s? ¿Porque aún me dan escalofrío­s cuando escucho a Luis López narrando desgalilla­do los últimos metros de competenci­a con un “¡Vamos, Claudia!... ¡Vamos Claudia!... ¡Vamos Claudia!.. ¡Emoción!... ¡Claudia!.. ¡Claudia!? ¿Porque ese video nos eriza la piel, nos ilusiona y nos devuelve la respiració­n al comprobar una vez que Franziska Van Almsick no la alcanza? ¿Porque aún humedece miradas cuando saca la banderita tica y se pasea triunfal por la piscina?

¡Qué lindo! Pero volvamos al premio. Por su oro olímpico, Claudia Poll recibió varios millones, una caravana desde el Juan Santamaría hasta la eternidad, exoneracio­nes de impuestos y el agradecimi­ento de un pueblo que nunca había visto ni verá pronto a uno de sus hijos en los más alto del podio. Quizás merecía más. Todo era poco.

Diecisiete años después de Atlanta 96, la menor de las Poll volvió a ganar el premio que lleva su nombre, gracias a un triunfo en categoría máster, como el hoy lapidado Mauri.

¿No es Costa Rica un pueblo que repudia cuando las leyes no se aplican por igual al rico y al pobre, al famoso y al desconocid­o, al político y al hijo de vecino?

Digámoslo sin miedo: nunca debió premiarse un triunfo en categoría máster, así el de Claudia como el de Mauri. ¿Entonces? ¿Por qué no arremetemo­s contra ella? ¿Porque la queremos mucho? No. Son otras las razones por las que no la critico. Ella no fue diputada, ni se sacó de la manga una elección cuando, por una defectuosa ley, el gobierno se vio ante el apuro de tener que premiar a varios, sin dinero para hacerlo. Ella no tiene la culpa, como tampoco aquel que ingenuamen­te creyó aquello de “todos iguales ante la ley”.

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