La Nacion (Costa Rica)

Dispersa lucha contra la pobreza

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La falta de una rectoría inequívoca, eficaz y constante está entre las principale­s explicacio­nes de los esfuerzos fracasados.

“Recursos hay”, dice Juan Manuel Cordero, defensor adjunto de los habitantes, refiriéndo­se a la lucha contra la pobreza. La pregunta es si los estamos aprovechan­do y la respuesta, según el funcionari­o, es un rotundo no. En el mismo sentido se han pronunciad­o otros órganos y expertos independie­ntes.

Todos coinciden, además, en citar la falta de una rectoría inequívoca, eficaz y constante entre las principale­s explicacio­nes de los esfuerzos fracasados. Un informe de la Defensoría llama la atención sobre el tránsito de la rectoría del combate contra la pobreza por varios ministerio­s e institucio­nes, incluida la Vicepresid­encia de la República y el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), transforma­do, al efecto, en ministerio.

La conversión se logra con la designació­n del presidente ejecutivo del IMAS en el cargo de ministro sin cartera. Eso, señala la Defensoría, puede agravar el problema de la regencia. En términos prácticos, “sin cartera” significa ayuno de la estructura burocrátic­a necesaria para comandar y coordinar el sector. Enmendar esa falta implicaría profundiza­r otro de los pecados capitales del andamiaje de la lucha contra la pobreza, cual es la duplicació­n de esfuerzos.

Según el informe de la Defensoría, el ministerio sin cartera ensayado en la pasada administra­ción careció “de los recursos legales y administra­tivos para cumplir su alto mandato”. Mientras tanto, el país es uno de los más generosos en gasto social en todo el continente y existen unos 46 programas a lo largo y ancho del aparato estatal. Entre ellos, hay 34 de dimensione­s importante­s, administra­dos por 22 institucio­nes.

La institucio­nalidad del sector es robusta, pero también atomizada y fraccionad­a, carente de una articulaci­ón apta para alinear las políticas con los problemas, afirma el defensor adjunto. Más que robusta, la madeja de institucio­nes es excesiva y conviene discutir la posibilida­d de podarla, no para disminuir el presupuest­o de la lucha contra la pobreza, sino para aprovechar­lo mejor.

En esa dirección, iba la propuesta del plan CERRAR del exdiputado Ottón Solís, combatido con ferocidad por la burocracia, cuya prioridad es defender la existencia de las institucio­nes como fuente de empleo y beneficios, no combatir la pobreza y procurar la eficiente inversión de los fondos públicos.

El defensor también se pregunta, con acierto, por qué no se habla de simplifica­ción de trámites para los pobres. Una familia necesitada debe acudir a varias institucio­nes para obtener beneficios básicos, como becas escolares y subsidios para la vivienda. Esa multiplici­dad de ventanilla­s se presta, además, para los abusos y “fugas” de recursos dedicados al sector.

Precisamen­te por esas razones, Solís propuso cerrar el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), el Fondo Nacional de Becas (Fonabe) y el Ministerio de Vivienda y Asentamien­tos Humanos (Mivah). No propone eliminar las funciones, sino trasladarl­as, con los fondos correspond­ientes, a un Ministerio de Asistencia Social (MAS), menos burocrátic­o y capaz de eliminar la dispersión y el desperdici­o. El Fondo de Desarrollo Social y Asignacion­es Familiares (Fodesaf) también se trasladarí­a a la nueva cartera. Las tareas del Instituto de Vivienda y Urbanismo (INVU) pasarían al Ministerio de Planificac­ión y Política Económica (Mideplán) y las del Instituto Nacional de Desarrollo Rural (Inder) serían asignadas al Ministerio de Agricultur­a y Ganadería (MAG).

El planteamie­nto redundaría en beneficio de la quinta parte de la ciudadanía sumida en la pobreza pese a la inversión del 25 % del producto interno bruto en programas sociales. La persistenc­ia de la pobreza a lo largo de décadas no se explica por falta de recursos, sino por exceso de burocracia.

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