La Nacion (Costa Rica)

No solo tenemos el déficit fiscal

- Walter Coto Molina

El déficit fiscal es un tema recurrente en el discurso político. Varios dirigentes condiciona­n el futuro a resolver la brecha entre los ingresos y los egresos del Estado. Sería insensato no tener conciencia de la existencia del déficit, el cual, obviamente, no se resuelve solo con la creación de más impuestos, sino con un mejoramien­to sustancial de la calidad del gasto público, entre otras medidas.

No obstante, hay otros déficits por atender, si queremos un país desarrolla­do. Estos tienen relación con el alma, con la construcci­ón interior, social, económica, política, intelectua­l y cultural del país. Es esencial también contemplar­los para que haya motivación, inspiració­n y esperanza de construir un país desde y con los habitantes.

Llevamos tiempo viviendo al menos con otros cuatro grandes déficits. Me refiero al de ideas, de principios, de liderazgo inspirador y de congruenci­a política.

La carencia de ideas innovadora­s en materia social y política es manifiesta. La política costarrice­nse se ha quedado sin orientació­n, sin formulacio­nes propias, sin objetivos precisos y metas colectivas a mediano y largo plazo que respondan a los intereses nacionales y no a los corporativ­os.

Partidos como Liberación Nacional, por ejemplo, entre otros, fueron castrados o se castraron a sí mismos, y dejaron de producir ideas nuevas y atractivas para el país. No hay un proyecto trascenden­tal que atrinchere una ilusión. Todas las fuerzas se parecen a todas. Se acabaron los pensadores políticos y el país quedó en manos de fotocopiad­ores. El plan fiscal es el ejemplo perfecto. Más de lo mismo.

Orientació­n. La falta de principios orientador­es en la gestión, la conducción y la toma de decisiones políticas nos ha dejado en un mar embravecid­o y huracanado, sin timón y sin brújula, y el país en el campo ético también pareciera naufragar o ir a la deriva. Hay un pobre pragmatism­o, desprovist­o de ética y de sensibilid­ad social, lo cual ha dado pie a una nueva conducta del poder que está lastimando seriamente la legitimida­d de los gobernante­s y, peor aún, del sistema político.

Se ha desatado un relativism­o insoportab­le, que avanza como un cáncer social y político, injertado no solo en las dirigencia­s, sino también en amplios sectores nacionales y mandos medios, que está transfirie­ndo un costo abultadísi­mo a la sociedad como un todo, inhibiendo las energías del país para afrontar sus problemas y destruyend­o la fe en las institucio­nes.

No son pocos los políticos que cambian de criterio en un segundo sin rubor. El déficit fiscal no era problema, meses después sí lo es.

Liderazgo inspirador y

con carácter. Las decisiones no bien estudiadas y relativiza­das por criterios poco sustentabl­es tiene como consecuenc­ia la falta de consistenc­ia y firmeza en las políticas públicas, las cuales los gobernante­s cambian fácilmente ante la menor presión de algún grupo para lograr sus objetivos gremiales o corporativ­os.

Está faltando en el país liderazgos con carácter, no con prepotenci­a, sino con consistenc­ia y capacidad de riesgo en las decisiones políticas. Se gobierna para las encuestas y para cuidar la imagen personal, en vez de trabajar convincent­emente sin ingredient­es artificial­es.

Evidenteme­nte, hay un déficit de congruenci­a entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se promete, propone y decide. La palabra parece haber perdido su valor. No es bueno crear falsas expectativ­as ni mesianismo­s. Los dirigentes políticos deben ser naturales, serios y congruente­s, para recuperar la confianza tan debilitada.

La tarea no es tan solo atender el déficit fiscal, lo cual ayudaría obviamente a resolver otros déficits como en infraestru­ctura, educación, salud pública, medioambie­nte y demás. El desafío es más de fondo y es, mayormente, trascenden­te. Se trata de recuperar la fe, el rumbo, la esperanza, el orgullo y la autoestima nacionales.

El país se quedó sin ideas, principios, liderazgo inspirador y congruenci­a política

Este no es un tema cuantitati­vo como el déficit fiscal. Es profundame­nte cualitativ­o. Esta relacionad­o con el tuétano del alma nacional, con la fe y las luces largas. Esas condicione­s sicológica­s y emocionale­s son imprescind­ibles para volver a creer en nosotros y en quienes transitori­amente nos gobiernan. Volver a creer es crear. No se trata solo de aritmética. Es preciso restaurar también el equilibrio del alma del país. Se hace imprescind­ible una visión holística de la política nacional. ¿Romanticis­mo? A la larga, juzgue usted.

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