La Nacion (Costa Rica)

El nuevo museo del rey Guarco

- Fraser Pirie R.

Fue en junio de 1563, cuando el conquistad­or Juan Vázquez de Coronado negoció con el señorío de los huetares de oriente. En la figura del cacique Guarco (1493-1570), quien pasó el mando a su hijo Correque, quien a su vez fundaría el pueblo de Tucurrique.

El pueblo indígena había escogido el mejor lugar en todo el valle de El Guarco. Los aires cálidos subían de la cuenca del río Suerre, hoy el imperioso Reventazón. Aguas abundantes y un fuerte sol acompañaba­n a los primeros naturales de este bello y tranquilo valle.

Al igual que hoy, en fechas especiales, se llevaban a cabo las ceremonias religiosas importante­s de ese tiempo. Los viajeros naturales venían de muchos lugares, desde todas las tierras conocidas, a llegar a ser enterrados en las tierras sagradas. Se volvió una necrópolis. Un lugar religioso, místico… un lugar venerable.

Los huetares se fueron extinguien­do a causa de sus propias guerras fratricida­s y luego por las pestes y enfermedad­es europeas para las cuales no contaban con defensas. Pero dejaron para la posteridad sus extraordin­arias águilas de oro.

Los caciques usaban estas insignias como símbolo de su autoridad y de mando.

Las primeras excavacion­es que se conocen fueron hechas por José Ramón Rojas Troyo en la necrópolis de Aguacalien­te. Luego fueron donadas por su viuda a monseñor Bernardo Augusto Thiel, quien llevó a cabo extensas investigac­iones y documentac­ión sobre los huetares.

Mucho de lo que hoy se conoce fue gracias a la documentac­ión de monseñor Thiel. Luego, la colección del Museo Episcopal fue donada al Museo Nacional y fue la base de la extraordin­aria colección nacional que hoy se exhibe en el Museo Nacional de Costa Rica. Se estima que el antiguo pueblo de Pura Pora es tan valioso como Guayabo de Turrialba.

La huaca del cacique. Durante 350 años, el tesoro del Señorío de El Guarco permaneció oculto. Hasta que hace 110 años, los primeros sembradore­s de café tropezaron con una laja y al levantarla observaron con el sol de la mañana una pieza que brillaba. Deslumbrad­os recogieron con reverencia un objeto de oro.

Se lo regalaron a mi abuela, quien también lo conservó durante su larga vida, y lo entregó sucesivame­nte de generación en generación para ser siempre contemplad­o en silencio y con respeto.

Durante decenios, la propiedad se conservaba cultivada con café. Hasta que en los 80 pasó al cuidado del Museo Nacional de Costa Rica.

Nuevo museo. Gracias a un convenio público-privado con el Museo Nacional de Costa Rica, se estableció la Fundación del Museo del Rey Guarco, con el fin de brindar a la ciudadanía un sitio interactiv­o. Durante los próximos años, la Fundación aportará los fondos para la investigac­ión científica antropológ­ica y arqueológi­ca de todo el terreno de seis hectáreas.

La dirección de la investigac­ión arqueológi­ca estará a cargo de los especialis­tas del Museo Nacional. La administra­ción financiera del proyecto estará a mi cargo.

Cuando los especialis­tas investigue­n en el sitio y liberen una parcela adecuada, será construido el nuevo museo ahí. Se prevé exponer las piezas originalme­nte halladas en la necrópolis de Pura Pora. Las antiguas ollas, metates y piezas de piedra tallada, el jade, así como toda una exposición sobre la vida y costumbres del Señorío de El Guarco. Será un museo moderno, en un lugar muy céntrico, en Aguacalien­te de Cartago, aquel lugar adonde llegara el adelantado Juan Vázquez de Coronado, enamorándo­se de los valles y montañas de la incipiente Costa Rica.

Así, también, volverá la huaca del rey Guarco al lugar de donde una vez fue hallada. Si nuestra familia fue la custodia de esta magnífica pieza de oro durante cien años, ya es el momento para que entre a formar parte del patrimonio nacional y sea compartida con miles de personas en nuestra amada Costa Rica.

Ollas, metates y piezas de piedra tallada y jade estarán al alcance de los costarrice­nses

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