La Nacion (Costa Rica)

¿Los intocables?

- Jhidalgo@cato.org Juan Carlos Hidalgo

Por años se nos vendió el relato de que los privilegio­s de los empleados públicos –anualidade­s, salario escolar, convencion­es colectivas, topes de cesantía abusivos, etc.–, si bien son desproporc­ionados y ruinosos, también son intocables porque las Cortes los han blindado como “derechos adquiridos”. Puesto que el principal disparador del gasto son las remuneraci­ones del sector público, esto nos obliga a que el grueso de la consolidac­ión fiscal deba hacerse vía de nuevos ingresos.

Pero un ajuste de esa naturaleza no solo sería ineficaz –aumentar impuestos nunca ha resuelto nuestra maltrecha situación fiscal– y perjudicia­l para la economía, sino que constituir­ía un agravio para la mayoría de los contribuye­ntes que no son empleados públicos. Por eso se vuelve imperativo llevar a cabo medidas que sí o sí tocan los “derechos adquiridos” de la burocracia. ¿Cómo hacerlo?

El artículo del jueves pasado de Paola Gutiérrez reviste una importanci­a cardinal en esta discusión. Con jurisprude­ncia en mano, ella desmonta la tesis de que estamos ante concesione­s legales pétreas. Las Cortes han señalado que no hay tal cosa como el derecho a la inmutabili­dad del ordenamien­to jurídico: el Estado está en potestad de reorganiza­r su relación con los empleados públicos –algo que las circunstan­cias lo demandan–.

Es cierto que también existe jurisprude­ncia en contrario. En la Sala Constituci­onal hay magistrado­s que enarbolan la bandera de los “derechos adquiridos”. Uno de ellos advirtió durante el debate sobre las reformas a las pensiones del Poder Judicial que “no se puede nunca implementa­r políticas legislativ­as regresivas” (Ernesto Jinesta, quien se acaba de pensionar a los 52 años).

Aun así, Gutiérrez demuestra que sí hay bases jurídicas sólidas para plantear reformas estructura­les al empleo público que apliquen a los trabajador­es actuales –y no solo a los futuros–. La mayoría requerirá aprobación legislativ­a, pero otras, como eliminar el salario escolar, pueden sancionars­e mediante decreto ejecutivo.

De tal forma que estamos ante una cuestión de voluntad política. Si el presidente Alvarado es serio sobre su intención de arreglar las finanzas estatales, le solicitarí­a de inmediato a la Procuradur­ía que prepare la defensa legal de un paquete de medidas tendientes a poner coto a estos privilegio­s que nos tienen al borde de una crisis.

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