Obispo: ‘Descuidamos a los indígenas por 10 años’
Abandono les abrió espacio a iglesias evangélicas, dice
de indígenas, muchos católicos.
El “descuido” del que habla el obispo Román y la escasez de sacerdotes en Limón abrieron espacios para la proliferación de iglesias evangélicas en todos los rincones del Caribe, incluso en la profunda Talamanca.
“Estamos volviendo los ojos a la comunidad indígena”, sentencia Román, pero de inmediato agrega que también están volteando la mirada a otros poblados alejados de la diócesis de Limón, como isla Calero (Pococí) y Sixaola (Talamanca).
Una vez al mes, el prelado visita Alto Cuen, en Talamanca, para llevar comida, ropa, asistencia y dar la Eucaristía. Para llegar hasta ahí debe conducir dos horas, caminar tres más por montaña y cruzar varios ríos.
“La idea no es ir a evangelizar, ni meterles a Cristo por ningún lado; la idea es ir a buscar el desarrollo de ellos; ellos necesitan desarrollo”, expresa. la Misericordia, un rudimentario inmueble de madera que sirve de comedor y refugio para las personas que caminan hasta cuatro días para llegar a Telire.
Levantar la Casa de la Misericordia costó ¢15 millones y mantenerla abierta para suministrar comida a los vecinos cuesta ¢2 millones al mes.
“Ahí llegan los niños a comer una vez al día, se les da un atol o cualquier otra cosa que podamos darle, pero también funciona como dormitorio para otros indígenas. Ese sitio es atendido por dos religiosas; nos financiamos con donaciones de diferentes personas”, expresó.
“LA IDEA NO ES IR A EVANGELIZAR, NI METERLES A CRISTO POR NINGÚN LADO; LA IDEA ES IR A BUSCAR EL DESARROLLO DE ELLOS. ELLOS NECESITAN DESARROLLO. TENEMOS POCO CLERO, NO PODEMOS DAR ASISTENCIA A TODAS LAS COMUNIDADES. HAY SITIOS DONDE EL SACERDOTE LLEGA UNA VEZ AL MES.
Javier Román A. Obispo de Limón
Tanques. Entre los planes del obispo está llevar tanques para que las familias almacenen agua y bombearla hasta sus casas, pero no ha sido posible por el mal estado del camino.
La diócesis de Limón tiene 16 parroquias y 26 curas. En algunas parroquias hay hasta 67 comunidades y los curas deben hacer malabares para cubrir las necesidades de los fieles.
El déficit de sacerdotes impide aumentar la frecuencia de misas, las reuniones pastorales o la atención de grupos religiosos. “Tenemos poco clero; no podemos dar asistencia a todas las comunidades; hay sitios a donde el sacerdote llega apenas una vez al mes”, contó.
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