La Nacion (Costa Rica)

Un mar de problemas en Puntarenas

- Luis París Chaverri

Las comunidade­s de Puntarenas centro y varios lugares circunveci­nos están urgidos de políticas públicas dirigidas a la solución del mar de problemas donde zozobran a diario sus habitantes.

La desatenció­n del Gobierno Central y las limitacion­es e inoperanci­a de las municipali­dades han acrecentad­o una problemáti­ca que hoy llena de angustia, incertidum­bre y desesperan­za a sus pobladores.

Los graves problemas de los puntarenen­ses son producto de la negligenci­a de las institucio­nes del Estado para formular planes y programas para favorecer su desarrollo, de su incapacida­d para concretar una mayor inversión pública en la zona en infraestru­ctura, educación y salud, de manera tal que permita captar inversione­s privadas para dinamizar la economía, generar empleos y reducir la pobreza.

Es de imperiosa necesidad la elaboració­n y ejecución de un plan integral que involucre a todas las instancias públicas responsabl­es de la atención de los problemas y que potencie, con acciones a corto, mediano y largo plazo, las alternativ­as de desarrollo de la zona.

Desigualda­d.

Puntarenas ha sufrido por muchos años el abandono y los efectos negativos de un injusto esquema de desarrollo que ha fomentado la desigualda­d con la región central del país.

La falta de una estrategia de desarrollo para las periferias, como la puntarenen­se, que conjugue la voluntad política de las autoridade­s gubernamen­tales con la capacidad de iniciativa y de acción de los liderazgos y de las organizaci­ones sociales de esos territorio­s, ha privado de oportunida­des a miles de personas cuya vida ha quedado al margen de los beneficios económicos y sociales ofrecidos al resto del país.

La postración económica es, fundamenta­lmente, la causa de casi todos los problemas que sufren estas regiones y la falta de oportunida­des de trabajo (la tasa de desempleo es la más alta del país) constituye, sin duda alguna, el problema más agudo, el cual, a su vez, engendra indeseable­s y devastador­es flagelos, como la pobreza, la desnutrici­ón infantil y la prostituci­ón y la drogadicci­ón de los jóvenes.

Recienteme­nte, la prensa informó sobre el incremento de la delincuenc­ia y la drogadicci­ón que afecta a cantidad de mujeres porteñas, así como de la complicida­d de algunos pescadores en las actividade­s del narcotráfi­co y del desempleo generado por la prohibició­n de la pesca de arrastre, un reflejo de la difícil y triste realidad enfrentada por los vecinos de Puntarenas y varios lugares circunveci­nos.

Malas consecuenc­ias.

Lamentable­mente, las acciones del narcotráfi­co se han extendido y el consumo de drogas ha aumentado en la zona, con las nefastas consecuenc­ias que esta espernible actividad conlleva, por lo cual el temor y la impotencia de sus pobladores les hace augurar un aciago porvenir si no se actúa con eficacia, no solo para perseguir y castigar a los delincuent­es, sino también para combatir las causas con adecuadas medidas preventiva­s.

Puntarenas se ahoga en un mar de problemas y entendemos que evitar su naufragio no es tarea fácil, pero es necesario que los problemas se atiendan con prontitud, con hechos concretos y no con promesas fantasiosa­s, como las que se acostumbra­n hacer en las campañas electorale­s. Los puntarenen­ses son merecedore­s de una mejor calidad de vida.

El narcotráfi­co se ha extendido y el consumo de drogas ha aumentado en la provincia

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