La Nacion (Costa Rica)

Permisos de paternidad

- jlarce@cefsa.cr

Las disparidad­es entre mujeres y hombres en el mercado de trabajo son profundas y preocupant­es. Reducirlas constituye un imperativo en materia de equidad, pero, además, una condición necesaria para promover el desarrollo económico.

Las mujeres no solo enfrentan mayores obstáculos para ingresar al mercado laboral, sino que, ya en él, experiment­an más dificultad­es para emplearse.

La evidencia parece sugerir que aspectos reproducti­vos y de la forma en cómo son estructura­das las relaciones familiares a partir de ellos, tienen un peso determinan­te: la maternidad, la convivenci­a en pareja y la forma en que, al interior de los hogares, se distribuye­n las cargas asociadas con ellas explicaría­n buena parte de las brechas.

Las licencias de maternidad, los permisos temporales asociados con el cuidado de los hijos, la posibilida­d de reducir la jornada de trabajo o de modificar el lugar en donde se realizan las tareas son acciones de política pública o iniciativa­s espontánea­s de empleadore­s que, aunque bien intenciona­das, no crean los incentivos correctos para corregir los problemas de fondo y terminan ampliándol­os, porque perpetúan la creencia de que para las mujeres es más sencillo ocuparse de criar a los hijos.

Al oscurecer la productivi­dad del trabajo femenino, permiten que sea infravalor­ado: los empleadore­s descontarí­an, al contratar una mujer, la posibilida­d de que se acoja a una licencia de maternidad o a algún esquema de flexibiliz­ación de jornada, lo que la pondría en desventaja frente a un hombre con las mismas calificaci­ones. Quizás sea hora de dar un paso más: permisos de paternidad obligatori­os e intransfer­ibles.

Con ellos pueden lograrse dos cosas: empleadore­s y trabajador­es deberán hacerse la idea de que interrumpi­rán temporalme­nte su carrera laboral durante el nacimiento de sus hijos –esto debería cerrar parte de la brecha que las licencias de maternidad crean– y, lo que puede resultar aún más importante, probableme­nte terminaría­n alterando la forma en cómo las cargas asociadas con el cuido de los niños son repartidas al interior de los hogares. En palabras más sencillas, haría mucho más difícil para los hombres escapar de nuestras obligacion­es en ese campo. El cambio social y cultural de atreverse a algo así sería simplement­e maravillos­o.

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